Estados Unidos preocupado por la escalada de violencia en el Cairo. El secretario de estado Kerry encomia a los bandos antagónicos a suspender las agresiones. Cuando menos 287 civiles muertos y 37 oficiales, el saldo del día.
Las escenas que fluyen, segundo a segundo, por las redes sociales de los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad del gobierno, y los elementos de choque de los Hermanos Musulmanes, son brutales, pavorosas, de un primitivismo inconcebible en el siglo XX1.
A ciencia cierta, de acuerdo a la prensa internacional en el Cairo, se desconoce quien realiza éste tipo de vejaciones, pareciera que todo apunta a los seguidores de Mursi.
Comandos de fuerzas especiales, bien entrenados, armados hasta los dientes que solamente buscan acelerar la espiral de odio en un intento de generar una sangrienta guerra civil entre hermanos egipcios.
A su vez, los Hermanos Musulmanes acusan a las fuerzas de seguridad del gobierno de ser los autores de la muerte de más de 287 civiles. Todo dentro del marco de las operaciones de desalojo de los simpatizantes del expresidente Mohamed Mursi, acampados, “pacíficamente,” en las plazas de Rabaa al Adaweya y Al Nahda.
El vicepresidente de Egipto, Mohamed ElBaradei, laureado con el Premio Nobel de la Paz, renunció en protesta por las sangrientas medidas represoras.
La preocupación de Occidente es fundada, Egipto podría generar la desestabilización de la región con consecuencias graves para la frágil paz actual, la economía de los países, las incipientes democracias, el odio religioso de consecuencias inimaginables, en fin, la situación es de preocuparse.
Sin descontar los sucesos en Siria, o los, dentro del marco de intenciones de paz entre palestinos e israelitas, ensombrecidos por la autorización del gobierno de Israel a poblar zonas de Golán sin previo acuerdo con Palestina, además de bombardear objetivos militares adversos “sin justificación”.
El quid de la violencia podrían ser las medidas adoptadas por el nuevo Gobierno, en particular, por parte del Ministerio del Interior al restablecer funciones de lucha contra el extremismo y control de las actividades políticas y religiosas, las cuales fueron suspendidas tras la revuelta que terminó en 2011 con el Gobierno del expresidente Hosni Mubarak.
Bajo este escenario, Estados Unidos no podrá soslayar los hechos. Tampoco mirar al otro lado sin aplicar las represalias que prevé la legislación en los casos de deposición por la fuerza de un jefe de Gobierno.
Los militares egipcios son sus aliados y quienes garantizan la aplicación de los acuerdos de paz con Israel, vaya encrucijada para el presidente Obama, que es alérgico a éste tipo de situaciones en donde no le queda otra opción que decidir en contra de su convicción pacifista.