RELATO
8:58 p.m. Los días pasaron y… La hora para regresar a casa de aquel hombre, otra vez llegó.
Sin prisas ni preocupaciones de ningún tipo en su cabeza, Lone-Boy caminó hasta la estación de autobuses, donde, luego de comprar su boleto, se sentó en una silla de acero a esperar.
Pasados menos de quince minutos, el joven se puso de pie y se dirigió hacia donde el conductor se encontraba parado, recibiendo a los viajantes, así como también a sus respectivos boletos, los cuales eran de un papel blanco y muy delgado.
Como siempre, Lone-Boy no pudo evitar sentirse como un niño; sí, ¡como un niño grandote!, que ahora otra vez iba a visitar “a su papi”, para el cual, esta vez, trabajaría durante tres días.
“Nadie lo sabe, y nadie tiene porqué saberlo”, pensó Lone-Boy, cuando por su mente pasó la idea de contárselo a alguien. Y es que, ¡se sentía tan feliz y dichoso!
Su deseo de toda una vida, por querer tener un hombre así para el cual trabajar, abrazar, acariciar, besar y amar, ¡al fin se hacía realidad!
“¡Todo al mismo tiempo!”, pensó Lone-Boy, incrédulo de sí mismo por todo lo que ahora se encontraba viviendo. “¡Todo en uno solo!”
Al pensar en esto anterior, sonrió para sí mismo. ¡Qué bella le parecía ahora la vida! Sí; esa misma vida que, durante toda una vida, lo había maltratado sin tregua alguna.
Y, sin poder evitarlo, y mientras el camión iba avanzando por esas calles, por las cuales circulaban puros coches de lujo, que ahora a él le parecieron estúpidos y muy banales, Lone-Boy, como si de un secretismo absoluto se tratase, pensó para sí mismo: “¡Otra vez vuelvo a tener Papá…!”
¡Qué dichoso y feliz se sentía!, sabiendo que, apenas llegar a la estación de camiones de aquel puerto, “su padre adoptivo” lo estaría ya esperando a un costado de aquella calle, que él mismo ya conocía a la perfección.
Apenas abordar el autobús, y luego de sentarse, Lone-Boy le había escrito “a su nuevo padre” un mensaje donde le decía: “Ya estoy en el camión”. Y el hombre le había respondido: “Ok. Salgo para allá…”
Su fantasía de toda una vida de tener un padre que lo fuese a buscar y a esperar, ¡al fin se había hecho realidad! Pero, aun así, Lone-Boy solamente seguía sin poder creerlo. Y es que, todo eso que ahora le iba sucediendo, resultaba ser demasiado bello y bueno como para ser una verdad. ¡Pero vaya que si lo era!
Media hora desoués, siguiendo sintiéndose un niño grandote, Lone-Boy se puso de pie, tomó su mochila del compartimento superior del autobús, y luego descendió del mismo. ¡Qué feliz y dichoso se sentía! Ahora, para él, cada segundo estaba lleno de muchísimo tiempo, vida y espacio.
Ahora, su espacio, constituía todo un universo entero; un universo en el cual coexistían él y su nuevo padre adoptivo. Un universo que solamente era suyo y de nadie más. Un universo hermoso, donde aquel hombre no perdía oportunidad -cuando lo tenía cerca- para abrazarlo, tocarlo, besarlo y acariciarlo.
La parte más hermosa de todo era que… Cada vez que estaban solos, y cada vez que el hombre lo abrazaba y lo besaba, le costaba mucho trabajo soltarlo.
Lone-Boy lo había notado con muchísima claridad.
Pero él, que toda una vida se lo había pasado “mendigando todo este tipo de amor, cariño y ternura”, con su madurez ya ganada en batallas anteriores, ahora, al fin había aprendido a alejarse “de todo exceso”. Ahora, soltarse de los brazos de su nuevo padre, más que ser un acto doloroso, resultaba ser un acto de plenitud e independencia personal.
Tanto era lo que había madurado Lone-Boy, que, ahora, había aprendido que UNO PUEDE AMAR TODO EL TIEMPO A ALGUIEN, PERO SIN ESTARLA ABRAZÁNDOLA ¡TODO EL TIEMPO!
Pero, la parte más importante, se lo seguía guardando para sí mismo. Querer confesarle a aquel hombre que lo amaba, no como a un hombre, sino que como a un padre, debía seguir estando “archivado” en su cerebro.
Cada vez que Lone-Boy pensaba en esto, solamente se preguntaba si alguna vez se lo confesaría “a él”. Por el momento, solamente pensaba que era todavía muy pronto como para revelarle algo así de tan importante y delicado.
Cada vez que lo volvía a pensar, Lone-Boy solamente se ponía a ver y a visualizar mentalmente y lejanamente ¡todas las posibilidades! Pero, ¿es que acaso no le bastaba con vivir el aquí y el ahora?
¿Para qué entonces pedirle más a la vida?, cuando “su nuevo padre”, como él mismo se ponía a verlo en su imaginación, lo trataba y lo atendía ya “como a un hijo”.
En su interior, Lone-Boy se moría de ganas por confesárselo: “You know what? I LOVE YOU… AS A FATHER…”
Pero, si le confesaba eso al hombre; ¿qué podría él responderle?
Cada vez que Lone-Boy pensaba que, decirle eso solamente podría “acabar” con todo lo que ahora ya existía entre los dos, lo ponía un tanto triste…
“Lo mejor es seguir yendo despacio”, pensó entonces, aquel día; aquel día en que él y “su nuevo padre” nuevamente habían hecho deliciosamente “EL AMOR” en la cocina de aquella casa, donde ambos se lo habían pasado trabajando juntos como… ¡Como padre e hijo!
Anthony Smart
Agosto/04/2023
9:56 p.m. Friday