RODOLFO VILLARREAL RÍOS
A mediados de la semana que hoy termina, decidimos que era el momento de volver a incursionar por la ruta que, en su momento, nos hizo entrar en el túnel del tiempo, relato acerca del cual, en este espacio, les comentamos en enero de 2022. No pretendemos repetir lo ya narrado, en esta ocasión les compartiremos lo que vimos y vivimos por los rumbos y el sitio que se leen en el encabezado de este escrito, lugares ubicados en la Ciudad de México.
Tras de realizar un recorrido de alrededor de 10 kilómetros, arribamos a nuestro objetivo. Hacia un buen rato que no incursionábamos por esos rumbos caminando. El panorama no es precisamente como para deleitarse, pero decidimos caminar por la calle de Puebla ubicada en la Colonia Roma, aquella que fuera de alcurnia durante el Porfirismo. Solamente fueron tres cuadras las que cubrimos, entre la calle de Orizaba y la Avenida Insurgentes.
En la calle de Orizaba observamos una fila larga que continuaba por la calle de Puebla. Los integrantes eran personas de modesto vestir, la mayoría eran mujeres pertenecientes a la tercera edad. Ante nuestro desconocimiento de los sitios ubicados por ahí, decidimos averiguar el motivo de dicha concentración.
Lo primero que nos imaginamos fue que se trataba de algún dispensario médico similar al que existe por los rumbos del centro de Coyoacán, atrás de la Iglesia de San Juan Bautista, en donde es frecuente observar a un gran número de personas acudiendo en busca de la atención medica que no encuentran en las instituciones de salud pública. Nuestra percepción, sin embargo, estaba errada. Quienes se formaban en la hilera tenían un objetivo muy distinto. Estaban ahí para visitar el recinto en donde se ubica el Museo del Padre Pro. Aun cuando en nuestra ignorancia amplia, desconocíamos que tal sitio existiese, por supuesto que sabemos quien fue el sujeto en cuestión.
Miguel Agustín Pro Juárez, y su hermano Humberto, eran un par de sacerdotes jesuitas quienes formaban parte de los fanáticos que se oponían al nacimiento del Estado Mexicano Moderno y con ese objetivo, en una forma u otra andaban involucrados en las acciones de la reyerta inútil más conocida como la cristiada.
En ese contexto, los hermanitos Pro, le facilitaron su automóvil a un ingeniero, Luis Segura Vilchis, uno de esos tipos que avergüenzan al sitio en donde nació, Piedras Negras, Coahuila, a ver que día nos salen los “propietarios” de la crónica histórica nigropetense con que quieren convertirlo en héroe, nada nos extrañaría. Pero volvamos a este sujeto quien el 13 de noviembre de 1927, realizó un atentado en contra del expresidente Álvaro Obregón Salido.
Dado que se ubicó el automóvil, al indagarse quienes eran los propietarios, las autoridades fueron por los hermanitos Pro. Al enterarse Segura fue y se declaró culpable, pero de poco le valió, los tres fueron puestos frente al paredón el 23 de noviembre de 1927. Como ya sabemos que en eso de crear mitos son expertos los de la reyerta inútil, al momento de enterrarlo lo convirtieron en mártir y, con el transcurrir del tiempo, al ciudadano Pro, Miguel, le atribuyeron virtudes de santo. Así hasta que el ciudadano Karol Wojtyla, muy laxo a la hora de beatificar y santificar, lo unge como lo primero el 25 de septiembre de 1988.
Eso da pie para que, el 1 de enero de 1995, abra sus puertas el Museo al que nos referimos línea arriba. Según la página electrónica del sitio, en ese recinto se “alberga las principales reliquias del Padre Pro, entre ellas y las de mayo valor está la ropa que llevaba puesta el día en que fue fusilado: su suéter, chaleco y saco, así como un pañuelo con el cual le fue limpiada la sangre de la frente, derramada por el tiro de gracia que recibió.
Entre sus reliquias más curiosas están el [v]eliz que al abrirse despliega un pequeño altar, con la misa en latín y corporal, usado por el P. Pro en los tiempos en que celebrar misa era un delito.” Dado que no disponíamos de tiempo, no podemos confirmar lo que se indica en las líneas que preceden. Nos abstuvimos, también, de abordar a cualquiera de las personas que esperaban entrar al lugar, en una de esas nos enfrascamos en una discusión y lo que escucharían de nosotros podría no ser de su agrado. Ello, no evitó que echáramos un vistazo rápido a los interiores de la Iglesia de la Sagrada Familia construcción contigua al Museo. Aun cuando no profesamos religión alguna, nunca hemos estado peleados con admirar el arte y eso lo confirmamos al entrar en aquel lugar administrado por religiosos jesuitas. Al salir, tomamos la calle de Puebla y nos fuimos a las oficinas del INDAUTOR.
Al arribar, fuimos recibidos amablemente por la persona encargada de la vigilancia a quien indicamos el motivo de nuestra visita y, en respuesta, se nos señaló en donde registrarnos y hacia donde deberíamos dirigirnos después. Cuando llegamos a la ventanilla en donde deberíamos de entregar los dos volúmenes de lo que proyectamos sea, en este otoño, nuestro tercer libro. La ciudadana que nos recibió los documentos que acompañaban la solicitud nos los recogió haciendo gala de amabilidad y de pronto llegó lo inesperado.
Nos preguntó: “¿Quiere usted llevarse el dictamen hoy?” Aquello nos sorprendió y nuestra respuesta fue: “Por supuesto, pero como cuanto tiempo tendré que esperar.” Ya nos imaginábamos la contestación, pues regrese en la tarde. Pero, nos señaló: “Como en aproximadamente una hora y media.” Más como una respuesta de buenos deseos dijimos “de acuerdo, regresamos en ese tiempo.” Ya nos imaginábamos el escenario que encontraríamos al retornar, uno pleno de excusas y vuelva dentro de 15 días. Ante ello, para pasar el tiempo, decidimos irnos a recorrer la calle de Puebla entre el tramo de la calle de Orizaba a la Avenida Insurgentes. Permítanos narrarle lo que encontramos.
Inmersos en el aroma de aceite quemado rancio, recorrimos tanto la acera norte como la sur de dicha arteria. Del lado norte pudimos contabilizar 27 puestos de comida de todo tipo de fritangas, enfrente 18. En cada uno de ellos había un elemento común, la ausencia de higiene. Por ahí, estaba un tanque de plástico, sin tapadera, del cual una persona sacaba el agua para lavar los platos y cubiertos. Otro, por allá, empanizaba las milanesas de pollo y las colocaba en una charola descubierta. Mas acá, alguien cobraba y, tras enjuagarse las manos en agua muy alejada de la nitidez, procedía a preparar la torta o cortar la carne para el platillo siguiente.
En otro sitio, unas flautas, elaboradas quien sabe cuándo, estaban apiladas sin protección alguna en espera de ser ingeridas. Nada de ello impedía que los consumidores engulleran esos guisos con frenesí singular. Los alimentos estaban expuestos al aire libre, al parecer ahí nadie les ha avisado, ni a los propietarios, ni a los comensales, que en el aire danzan todo tipo de contaminantes, incluyendo las heces fecales. Aquello lucía como un caldo de cultivo para adquirir cualquier enfermedad.
Nada tenemos en contra de quienes buscan ganarse la vida en forma honesta. Sin embargo, el esfuerzo que realizan debe de ir acompañado por acciones que les permitan asegurar que su clientela va a permanecer sana y habrá de visitarlos de manera cotidiana sin estar expuestos s sufrir los embates de cualquier bicho, alguno de los cuales puede ser mortal. En cuanto a la actitud de las autoridades de salud en la Alcaldía Cuauhtémoc, la Ciudad de México y a nivel federal, vaya usted a saber en donde están y ni cuenta se han dado de que esto existe o ¿es que lo saben y prefieren que sea el destino el que determine a quien le toca ser víctima de la carencia de higiene? Con esas imágenes poco gratas, decidimos retornar al edificio en el cual se ubica el INDAUTOR.
Antes de continuar, permítanos precisar que es esta institución. Para ello, recurrimos a la información oficial en donde se indica que “el 24 de diciembre de 1996, con la promulgación de la “Ley Federal del Derecho de Autor”,[que entró en vigor el 24 de marzo de 1997], se dio paso al Instituto Nacional del Derecho de Autor (INDAUTOR) como órgano desconcentrado de la Secretaría de Educación Pública (SEP) designándolo como “la autoridad administrativa en materia de derechos de autor y derechos conexos” y en su artículo 209 le dotó de funciones para: proteger y fomentar el derecho de autor; promover la creación de obras literarias y artísticas; llevar el Registro Público del Derecho de Autor; mantener actualizado su acervo histórico y, promover la cooperación internacional y el intercambio con instituciones encargadas del registro y protección del derecho de autor y derechos conexos.” Una vez realizada este apunte, permítanos retornar al interior del recinto.
A la izquierda observamos una exposición de pinturas y algunos libros, algo que nos llamó la atención, curiosos nos dirigimos a la persona que ahí se encontraba. Amablemente, nos indicó que los volúmenes formaban parte de la biblioteca del INDAUTOR, pero que se encontraba cerrada. Respecto a los oleos, nos mencionó que eran trabajos de jóvenes inspirados en los textos de la Noche de Tlatelolco, Hasta no Verte Jesús Mío y un tercer volumen cuyo nombre no recordamos, todos de la autoría de la ciudadana Poniatowska.
Vaya paradoja, en donde se salvaguardan los derechos de autor, homenajeando a una persona que utilizó los textos de Luis González De Alba haciéndolos pasar por suyos. Seguramente, le dijimos, los jóvenes desconocen ese pasaje en la vida de la descendiente del rey Miguel de Rumania. Y, por ahí, se fue la charla agradable que mantuvimos con aquella persona hasta que decidimos ir a tomar asiento en el sitio en donde se espera para ser llamado y encontrar respuesta a la petición.
Muy grato fue observar cómo, a otras personas quienes ya estaban ahí, se les acercaban funcionarios del INDAUTOR y les cuestionaban acerca del tramite que realizaban y al encontrar la respuesta, inmediatamente, les indicaban lo que procedía o bien los conducían al lugar en que los habrían de atender. El burocratismo era un asunto que a todas luces parecía que hacia un buen rato se había largado hasta allá…muy lejos.
De pronto, vemos que aparece una joven profesional quien traía entres sus manos uno de los documentos que entregáramos una hora atrás. Lucía inquieta y buscaba a alguien, no podíamos definir de quien se trataba. De pronto, encuentra a una persona y se va a conversar con él. Más tarde nos enteraríamos de que se trataba del director del Registro Público de Derechos de Autor, el doctor Jesús Parets Gómez. Posteriormente, la joven se aproxima a nosotros llamándonos por nuestro nombre y nos invia a que la acompañemos. Lo primero que hace es ofrecernos una disculpa por la tardanza, apenas había trascurrido una hora y diez minutos desde que iniciáramos el trámite.
Como íbamos a aceptar una disculpa, no había motivo para ello. Eso era algo para felicitarla por la eficiencia y eficacia con que en el INDAUTOR se labora. Tras de firmar los documentos respectivos, le reiteramos nuestra sorpresa muy grata por recibir ese trato.
Ya nos íbamos cuando observamos que el doctor Parets Gómez, con quien nunca habíamos cruzado palabra, conversaba con dos personas. Decidimos esperar que concluyera su charla y lo abordamos.
Tras presentarnos, le expresamos nuestra felicitación por la forma en que se llevan a cabo las actividades en el INDAUTOR y la presteza con que atienden a quienes, como este escribidor, acuden a registrar sus obras de todo tipo. Lo único que le reclamamos fue que no se diera una publicidad mayor a las actividades que realiza el INDAUTOR en donde la eficiencia y eficacia en la atención al ciudadano se han convertido en la norma. Usted, lector amable, sabe que en este espacio no somos muy dados a otorgar halagos sin ton ni son, pero en este caso tanto los directivos como el personal operativo del INDAUTOR merecen un reconocimiento por la labor de desempeñan día con día. Cuan deseable sería que pudiéramos expresar lo mismo acerca de otras instancias gubernamentales.
Con lo anterior en mente, no había trascurrido ni siquiera la hora y media, salimos de las oficinas del INDAUTOR y nos encontramos con la otra realidad en la calle de Puebla. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (23.34.148) La ciudadana de helio mostró que tiene piel de cebolla, la cual adorna con unos ribetes relucientes que muestran su condición de discriminadora. ¿Hay alguien quien pueda creer que esa persona es la indicada para revertir el estado actual de lo que se vive en el país? Por favor, seamos serios.
Añadido (23.33. 149 ) Salió suelto de patas, pero a las primeras de cambio buscó el refugio de las tablas y se rehusó embestir. No resultó mas que un manso carente de casta al que hubo que regresar a los corrales en donde se encuentra en su zona de confort. Eso no evita que los panegiristas, bien cebados, de la ganadería insistan en que es un burel de muy buena pinta.
Añadido (23.33.150) No importa que tanto se esté en desacuerdo con el contenido de un libro, jamás habrá justificante alguno para lanzarlo a la hoguera. Hacerlo es una estupidez soberana, independientemente de quien ejecute un acto así. Ya lo comentamos, eso es colocarse al nivel de los católicos de la Inquisición o los nazis de la bestia austriaca.