Takashi Hosoda estaba en un rascacielos de Tokio cuando se produjo el terremoto de magnitud 9,0 el 11 de marzo de 2011, pero el arquitecto formado «no estaba particularmente preocupado» ya que los edificios japoneses modernos están diseñados para proteger a sus ocupantes.
Un siglo después de que Tokio fuera destruida por el gran terremoto de Kanto en 1923, la capital japonesa hoy no se parece en nada a la ciudad arrasada por aquel temblor de 7,9 grados, que mató a 105.000 personas.
La ciudad de poca altura, en gran parte de madera, que fue destruida por segunda vez por los bombardeos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial ha sido reemplazada por una enorme megalópolis donde el hormigón armado es el rey.
El desastre del 1 de septiembre de 1923 marcó «el comienzo del diseño sísmico de estructuras en Japón», afirmó Yoshiaki Nakano, experto en ingeniería sísmica del Instituto Nacional de Investigación de Ciencias de la Tierra y Resiliencia a Desastres (NIED).
Al año siguiente, Japón introdujo su primer código de construcción resistente a los terremotos.
Estos estándares se han ampliado constantemente desde entonces, aprovechando las lecciones de otros grandes terremotos en el archipiélago, que representa alrededor del 10 por ciento de los terremotos del mundo.
El código de construcción sísmico de Japón es uno de los más estrictos del mundo, afirmó Nakano a la AFP.
«Básicamente, el edificio japonés requiere una resistencia relativamente mayor» que en otros lugares, afirmó, subrayando la importancia de un control meticuloso del cumplimiento.
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