Por María José González Alonso
CIUDAD DE MÉXICO.- En un mundo marcado por la incertidumbre y la turbulencia, la salud mental se ha erigido como un tema de relevancia innegable en la actualidad. La pandemia de COVID-19 nos ha confrontado con una crisis que va más allá de las cifras de contagios y fallecimientos. Se trata de una crisis silenciosa que se desarrolla en la mente y en la experiencia interna de millones de personas en todo el mundo.
Antes de la pandemia, la salud mental ya estaba en una situación precaria. La Organización Mundial de la Salud estimaba que 1 de cada 4 personas sufriría trastornos mentales en algún momento de su vida. Sin embargo, la crisis sanitaria global ha exacerbado esta realidad de manera significativa, sobre todo, durante y después del COVID 19.
Hoy en día estamos viviendo los estragos que dejó el distanciamiento social, la pérdida de seres queridos, el aislamiento y la incertidumbre. Y contrario a lo que muchos pueden pensar, aunque haya concluido el encierro y hayamos retomado nuestras actividades cotidianas; en términos psicológicos, hay todo un proceso de asimilación de lo que sucedió durante esta etapa.
En este contexto, el estigma que rodea a los trastornos mentales persiste. Muchos se sienten incapaces de buscar ayuda debido al temor al juicio de los demás o la falta de acceso a servicios de salud mental. Es fundamental comprender que la salud mental es tan importante como la física y que buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía y autocuidado.
La falta de recursos y servicios de salud mental accesibles es otro obstáculo importante. A menudo, las personas se ven enfrentadas a listas de espera interminables o carecen de la cobertura necesaria para recibir tratamiento. La inversión en salud mental debe ser una prioridad, y es un aspecto que los gobiernos y las instituciones de salud deben abordar de manera urgente.
La promoción de la salud mental debe comenzar desde temprana edad, en las escuelas y en los lugares de trabajo. La educación sobre temas relativos a está cómo la gestión del estrés, manejo emocional, auto regulación, y habilidades de afrontamiento deben ser parte integral del currículo educativo y de los programas laborales. Además, es esencial promover una cultura donde se eliminen los tabúes relativos a recibir tratamientos psiquiátricos y psicológicos.
Es importante destacar que la situación de salud mental puede variar de persona a persona, los síntomas y manifestaciones son muy diversos, pero una de las características principales para distinguirlo es que, generalmente, hay un malestar significativo en la persona que lo experimenta. Si estás pasando por un cuadro emocional o psicológico difícil, busca ayuda. Tener que cuidar de tu salud mental no te hace un loco o un desadaptado. Todo lo contrario.