Sala de Espera
Gerardo Galarza
La senadora Xóchitl Gálvez es la primera y, sin duda alguna, la mejor candidata a la Presidencia de la República y, hay que decirlo antes de que se enojen algunos o muchos lectores: popular, atrayente y competitiva.
La decisión de la senadora Gálvez de contender en el proceso interno del Frente Amplio por México (FAM) hace dos meses consiguió dar un vuelco a las casi insípidas “precampañas” electorales -en estricto sentido todas fuera de la ley, utilizando eufemismos para “engañar” a la autoridad electoral- porque, aunque todos saben que esta semana habrá ya dos aspirantes presidenciales, oficialmente en sus partidos sólo encabezan una “coordinación”. ¡Jeje!
Esa precandidatura vino a convertir en atractivo competidor hasta el entonces deslavado FAM (convocado por organizaciones civiles y el PAN, el PRI y el PRD, además de ciudadanos sin militancia partidista).
Xóchitl Gálvez se convirtió en una especie de rock star de las precampañas y opacó o, si se quiere aún más, desapareció las de las seis corcholatas presidenciales. Su perfil, dirán los expertos publicistas y mercadólogos políticos, revolucionó el espectro de los aspirantes.
De ese fenómeno hay duda.
La senadora Gálvez cumplió con todos requisitos, y en algunos casos como el de recolección de firmas de apoyo los sobrepasó casi escandalosamente. Por sus méritos recorrió y avanzó todas las etapas que el FAM impuso a sus precandidatos a “coordinador”.
Cuatro días antes de la “prueba final”: la elección primaria en la participarían todos los ciudadanos que se registraron para ello y a la que sobrevivían sólo dos precandidatas, el ejercicio democrático, con todas las trabas, problemas y tropezones que había tenido, -explicables en algo inédito- pero esperanzador, las cúpulas partidistas, más bien la cúpula del PRI desde su sede nacional y se entiende que también las cúpulas civiles del comité organizador del FAM y del PAN y PRD decidieron cancelar la participación de los votantes en su consulta y destapar, en el más puro estilo del PRI de siempre, a su candidata presidencial por la ventaja que llevaba en las etapas anteriores.
La inmediata cargada priista de todos los tiempos, y ahora del PAN, PRD y ciudadanos sin partido, se volcó y se rindió, como antes, como siempre, ante la nueva ungida. El esperanzador proceso democrático interno quedó inconcluso.
Al parecer, los miembros de la cúpula del FAM creen que si el presidente de la República dice “no me vengan con que la ley es la ley”, ellos pueden decir “no nos vengan con que las reglas (autoimpuestas, sin ninguna coacción, que se sepa) son las reglas”. Faltaba más, para eso somos la cúpula a falta de dedazo presidencial. Total.
¿Qué Xóchitl Gálvez iba ganar la votación y ya había ganado la encuesta? Seguramente sí, pero la decisión cupular, públicamente asumida por el PRI, evitó que los ciudadanos la eligieran y quedaron como, al menos, ingenuos, que se registraron con todos su datos personales para votar y tuvieron que conformarse con sumarse a la ignominia de la cargada
Así una decisión cupular, esencialmente equivalente al dedazo de los presidentes priistas, convirtió en espejismo lo que se creyó un oasis en la aridez de la democracia mexicana.
El escribidor cree que la candidata -la única esperanza, ciertamente- no tiene la culpa, pero lo deseable es que fije ya una postura sobre el hecho frente a las cúpulas partidistas y también del FAM; de lo contrario no habrá diferencia esencial frente al oficialismo, por lo menos en la selección de candidatura.