DIARIO DE ANTHONY
2:31p.m. …Era ya más del medio día. En algún lugar de este mundo, un joven de sonrisa y ojos hermosos, viajaba dentro de un camión. Una escena eterna: el viento soplaba afuera, de manera hermosa; el sol, desde su lugar eterno, iba iluminando todo aquel camino que el autobús iba recorriendo.
El joven, sentado junto a la ventanilla, iba mirando con total maravilla en sus ojos todo el trayecto. Nubes, arboles, camiones, coches y también animales, en unas granjas; sus ojos lo miraban todo con total admiración.
Junto a él, un hombre alto y delgado, iba sentado. El hombre se llamaba “Robert S. Mueller”, y era el padre del joven.
Una escena eterna. Por entre el cielo azul, una bocina celestial iba tocando una canción eterna y sublime, llamada “SWEET”. Dicha canción lo cantaba una banda “indie”, de nombre: “CIGARETTES AFTER SEX”.
La melodía, de tan hermosa que era, se podía escuchar dentro del mismo autobús. Era como si el conductor o alguien dentro del mismo camión la estuviese “tocando”. El joven, de hermosos ojos y sonrisa eterna, no se daba cuenta de que alguien -lejos de él- escribía ahora mismo sobre él y su padre.
Como una especie de Dios de la biblia, el escritor miraba al joven y a su padre desde su imaginación. Desde su misma imaginación, una y otra vez trataba de hacer hasta lo imposible por poner con letras escritas dicha escena sublime y eterna.
UNA SONRISA, UNA MIRADA; NADA MÁS. Un instante fugaz, y nada más… VIDA, TIEMPO, ESPACIO Y UNIVERSO… PADRE E HIJO… NADA MÁS.
UN VIAJE EN CARRETERA. UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD ENTERA.
¿Hacia dónde se dirigían? Hacia ningún lugar en específico. El joven, a pesar de su edad, seguía conservando en su mirada ese brillo, un brillo hermoso que lo seguía haciendo lucir como un niño: un niño eterno, un niño de sonrisa perfecta.
Su padre, que también tenía una mirada hermosa, permanecía sentado junto a él. Y solamente él podía saber en su interior lo mucho que amaba a su joven hijo, que había nacido “con una falla neurobiológica”, llamada “autismo”.
Esa misma “falla” era lo que siempre había propiciado en el joven una sensibilidad increíble. Todos sus sentidos eran extremadamente sensibles.
Su padre, consciente en su totalidad de este rasgo tan peculiar en su persona, después de muchas visitas con un especialista, había aprendido la manera correcta para tratar a su hijo, cosa que en principio no le resultó nada fácil.
El joven siempre se molestaba con mucha facilidad. Algunas veces hacia berrinches, y siempre terminaba diciéndole la misma frase a su padre: “¡TE ODIO!”.
Las cosas no habían sido nada fáciles para ninguno de los dos. Pero, como padre e hijo que eran, ambos nunca se dieron por vencidos. Luchando día con día con la condición neurológica de su hijo, el hombre nunca perdió la fe.
Y, después de un largo tiempo, el joven, que también sufría por esa condición que él mismo no podía controlar, fue haciendo avances en su persona. Poco a poco fue aprendiendo a ser más paciente, así como también a ser un poco más comunicativo con su padre.
Una de las partes peores de su condición siempre fue el no poder si quiera mirar a su padre a los ojos durante más de dos o tres minutos seguidos. El hombre, que entonces no entendía el porqué de este gesto en su hijo, solamente creía ser despreciado.
Pero ahora, conociendo y sabiendo ya más sobre el autismo-asperger en su hijo, sentía en su interior una dicha indecible como padre. Él, después de leer mucho sobre dicha condición de su hijo en el internet, por fin fue entendiendo que muchas de las reacciones en el joven no eran de por sí parte de su carácter, sino más bien de su propio autismo.
Poder al fin haber entendido todo eso, lo hizo sentirse LIBERADO. Ya no había razón para creer que su hijo estaba loco, o algo parecido, sino que, más bien, como él mismo lo descubriría, su hijo poseía una sensibilidad increíble para ver, entender y explicar cosas que otras personas jamás podrían.
Y, toda esta capacidad en el joven, hizo ver y sentir al hombre que había sido bendecido por el cielo con el mejor de los hijos.
Ahora, sentado junto a él, el hombre solamente permanecía callado, dejando así a su hijo y a su mente irlo observando todo sin interrupciones. El hombre ya sabía que, más tarde, su hijo se pondría a contárselo y a explicárselo todo, TODO; ¡ABSOLUTAMENTE TODO!
Y entonces él, al verlo parlotear sin parar ni un segundo, nuevamente volvería a sentir en su interior una dicha y felicidad indecible como padre.
Pero ahora, permanecía solamente callado.
… Pasado un rato, el joven, lentamente se fue quedando dormido. Y, cuando sus ojos se quedaron totalmente cerrados, su padre lo miró y, en ese mismo instante, al ver su rostro tan hermoso, con sus pestañas negras y largas, alargó su brazo y, sintiendo su corazón rebosante de dicha y felicidad, atrajo hacia su pecho su ser entero.
El joven entonces, apenas sentir que ahora su cabeza se encontraba junto al corazón de su padre, al que tanto amaba y admiraba, sin abrir los ojos, musitó una frase que hizo al hombre elevarse hasta lo infinito: “DADDY… I LOVE YOU…”.
El hombre, entonces, bajó su cabeza y, besándole el pelo a su hijo, le respondió: “ANTHONY… KID OF MY HEART… I LOVE YOU TOO!…”
Anthony “Swan” Smart
Septiembre/24/2023
3:19 p.m. Sunday