Fuera de Todo
Por Denise Díaz Ricárdez
“Y todos los caminos
Que tenemos que caminar son sinuosos
Y todas las luces
Que nos guían nos están cegando…”
Oasis, 1995.
En la actualidad sufrimos un grave problema de comunicación, el acceso a internet y la explosión de las redes sociales ha generado un abuso en lo que he nombrado las burbujas del ego, que viene siendo nada más que el alimento a la personalidad narcisista.
Es común hoy en día reuniones donde todos pasan horas inmersos en sus móviles, viendo memes, tomando selfies que distorsionan la realidad y crecen eso: el famoso ego.
Pero no sólo eso, lo más preocupante es que ya no hay pláticas profundas. Se extrañan esas largas tardes donde todos nos sentábamos a escuchar a los mayores contar todas sus experiencias y anécdotas.
Aunque las repitieran una y mil veces era emocionante, divertido y entretenido.
Ya no hay debates en las familias. Ni argumentación ¡menos! en un domingo familiar. Todo eso ha quedado atrás, en el olvido.
En la ilusión del pasado, las burbujas del ego van encerrando la mente a lo que George Orwell llamaba en su novela “1984”, Ingsoc, o el adoctrinamiento de las masas: ya fuera con fines políticos, fascistas o comerciales.
La reducción creativa del lenguaje crea individuos no críticos, no pensantes, altamente manipulables y por tanto moldeables a los intereses políticos o sociales de las élites.
Presentar una mentira o varias mentiras como verdades y la creación de una realidad alterna con el único fin de lavar cerebros.
Aldous Huxley en “Un Mundo Feliz”, también hace referencia a un futuro (que huele ya a presente), donde se busca la anulación del individuo y de su juicio crítico; esto empezando desde los niveles más bajos, es decir los niños, por medio de la educación escolar, evitando con ello los disidentes y deglutiendo todo tal cual como nos lo quieren presentar.
Llegaron esos días en que las sociedades se convierten en un montón de grupos de personas idiotas, pegados a una pantalla de cel, cada uno alimentando sus propios egos, traumas; reafirmando sus “ideas” que no son más que lo que otros quieren que crean y engullan como verdad.
No creo que el uso de las plataformas digitales sea malo, la inmediatez se ha vuelto necesaria.
Lo triste y preocupante es ver que el ser humano prefiera comunicarse con un aparato a sostener conversaciones reales y ejercitar el músculo más importante del cuerpo: el cerebro.
Y así lo hacemos; vemos las películas que quieren, consumimos lo que nos ordenan; ya no hay debates en la mesa, las familias no dialogan, no hay reuniones de amigos, son constantes las peleas en grupos de WhatsApp por cuestiones ideológicas, preferencias sexuales, religión y política.
Y rechazamos al que piensa diferente.
No podemos expandir nuestra consciencia, abrir los sentidos para ponernos en sus zapatos y entender porque percibe la realidad de la manera que lo hace. No somos tolerantes. Estamos de cabeza.
Sin ser fatídica, pero desde mi opinión hemos llegado a ese punto donde nos eligen qué comprar, qué comer, hasta de qué hablar.
Encienden los focos cuando hay que contratacar y los apagan a sus anchas.
Mi recomendación es que usted que me lee luche por su libertad de pensamiento y expresión, que pueda trasmitir sus ideas y salga de esa esfera, lejos de las pantallas, al mundo real.
denise_díaz9@icloud.com