DIARIO DE ANTHONY
9:57 p.m. … ¡JURO QUE PUDE VERLO HACE UN RATO! Y… ¡ERA TAN HERMOSO! TAN ALTO, Y TAN “ELEGANTE” … Simple y sencillamente era “Anthony Smart”, el hijo hermoso de “Robert S. Mueller” …
Mientras todo esto escribo, he puesto a sonar aquí en mis oídos la canción hermosa y melancólica de: “THE KIND OF FOOL LOVE MAKES”, de mi amado cantante “Kenny Rogers” …
Una canción que, por su tono tan nostálgico y melancólico, de manera inevitable me transporta a California, a sus tardes tristes y frías…, a sus montañas con niebla y… Sus calles hermosas, llenas de toda clase de árboles… “CALIFORNIA DE MI VIDA…, de donde era “el espíritu de Anthony…”
Su sonrisa hermosa y perfecta…, pero también MUY TIERNA… Y, esa misma ternura lo hacía lucir COMO NINGÚN OTRO NIÑO…
¡Cuánto no lo busqué! LO BUSQUÉ EN LOS PERIÓDICOS, EN LAS REVISTAS, EN LOS LIBROS, EN LA TELE Y; CUANDO INTERNET SURGIÓ, ¡TAMBIÉN ALLÍ LO BUSQUÉ!
Pero, ¡JAMÁS LO ENCONTRÉ! Porque entonces “no existía”, no en esta realidad, sino que SOLAMENTE AQUÍ EN MI IMAGINACIÓN… “EL NIÑO MÁS HERMOSO”. “UN NIÑO ETERNAMENTE CALIFORNIANO…”
Nunca podré saber o recordar CÓMO Y CUÁNDO FUE QUE “ESE ANTHONY” SURGIÓ; O, MÁS BIEN CUÁNDO FUE QUE MI MENTE ME HIZO CREARLO…
Quizás y yo tenía unos seis años, sí, cuando entonces una mañana, lleno de miedo y mucha soledad, MI MENTE ME HIZO VERLO POR VEZ PRIMERA… Y entonces ¡DESEÉ SER ÉL! Porque entonces ERA TODO LO CONTRARIO A MÍ…
Era tan pero tan HERMOSO… TAN ELEGANTE. Y CON SU FIGURA TAN DELICADA… FLAQUITO COMO UN PALITO… “So thin as a stick… Oh. Anthony…”.
…Hace poco, meditando mucho, comprendí y pude ver, por fin, que “ese Anthony” SIEMPRE FUE UNA VERSIÓN INFANTIL DE “ROBERT S. MUELLER”.
PUDE VER Y DARME CUENTA QUE SIEMPRE LO VI “ASÍ” … ¡Dios! Con esa figura y ese porte, con esa cabeza hermosa, y ese rostro delgado y un tanto largo… ¡Y TAMBIÉN TENÍA EL PELO NEGRO, PEINADO DE LA MISMA FORMA EN QUE ROBERT MUELLER SIEMPRE PEINÓ SU PROPIO PELO…! ¡Dios!
Y SUS OJOS… ¡Pero qué ojos más hermosos tenía “aquel Anthony…” Ojos grandes y cafés… Sus pestañas eran largas, y sus cejas pobladas…
Y HOY, ESTA NOCHE DE OCTUBRE… Luego de toda una vida perdida; LUEGO DE TODO UN INFIERNO IMPOSIBLE SOBRE LA TIERRA, yo, Anthony Smart, AL FIN PUDE VER A ESE OTRO ANTHONY NIÑO, SIENDO INFINITAMENTE FELIZ JUNTO A SU PADRE, AQUEL HOMBRE “HERMOSO”, LLAMADO “ROBERT S. MUELLER”.
…Eran como las cinco de la tarde, en Washington D.C. El sol se iba ocultando, lentamente. Las nubes y el cielo mismo, estaban pintados de unos tonos anaranjados muy hermosos. El viento soplaba de manera sublime, produciendo un baile hermoso en las hojas de todos los árboles de aquel parque.
Y aquí mismo, en este parque, Anthony había venido a dar paseos con su bicicleta. Su padre, aquel hombre de figura alta y hermosa, lo había traído en su coche. Apenas llegar a este lugar, Robert S. Mueller, se bajó de su vehículo y, acto seguido, caminó hasta la otra puerta.
“Let´s go, son!”, dijo, luego de haberle quitado el cinturón de seguridad a su hijo, quien se llamaba “Anthony”, y quien tenía unos ocho años.
Anthony se bajó del vehículo, cerró la puerta y luego caminó hasta la parte trasera del coche, donde ahora su padre terminaba de desatar su bicicleta de aquel “porta bicicletas”, hecho de aluminio.
Minutos después Anthony ya daba vueltas… El parte tenía unos caminos, que habían sido hechos especialmente para ser andados en bicicleta. Anthony ahora ya le había dado más de seis vueltas, a un camino que formaba un círculo como de unos treinta metros de diámetro.
En las orillas de todos los caminos había bancas, donde la gente podía sentarse. Y detrás de las bancas había hermosos árboles, todos verdes y muy frondosos, que proveían sombra a los visitantes que acudían aquí de día.
Como todas las veces, el padre de Anthony se había sentado en una de las bancas, para vigilarlo, y también para leer un rato. Junto con él, había traído un libro de cuentos, de un escritor llamado: “Edgar Allan Poe”.
Anthony, montado en su bicicleta, marca “Trek”, se veía guapísimo. Su padre, que de cuando en cuando dejaba de leer, alzaba la mirada y luego comprobaba que su hijo siguiese cerca.
Y, cada vez que volvía a mirarlo, todo su ser experimentaba una dicha y alegría infinita por tener un hijo como aquel: tan inteligente y tan sensible. Anthony había nacido siendo “autista-asperger”.
Conociendo ya todos “los síntomas” de su condición tan singular, el padre de Anthony había aprendido -gracias a que había leído libros sobre dicho síndrome- a cómo tratarlo. Todos los sentidos de su hijo eran extremadamente sensibles, lo cual siempre lo había torturado durante todos los años de su corta vida.
Debido a su extrema sensibilidad corporal, Robert Mueller siempre tenía que avisar a su pequeño hijo antes de tocarlo, acariciarlo y abrazarlo.
“Son”, decía siempre que quería abrazar a su hijo. “Can I give you a hug?” (Hijo. ¿Puedo darte un abrazo?”) A lo que Anthony, estando ya avisado, siempre terminaba aceptando. De no avisarlo antes, solamente con tocarlo levemente, Anthony siempre terminaba teniendo un acceso de repulsión, que luego se convertía en miedo, angustia y desesperación.
Esa tarde, para sorpresa de su padre, Anthony hizo algo que rara vez había hecho…
Eran ya como las siete. Ya había oscurecido. El cielo ahora, estaba salpicado de estrellas. La luna de octubre, brillaba de una manera muy especial, y el viento seguía soplando, haciendo de este día una cosa también muy especial.
Robert Mueller y su hijo ya habían cenado. Anthony, como siempre, también esta vez había logrado convencerlo de ordenar pizza para cenar.
Y entonces, mientras el hombre se encontraba ahora lavando los platos que habían ensuciado, de repente sintió algo que lo hizo sentir el padre más feliz de todo el mundo. Anthony, su hijo autista, se había levantado de su silla y, entonces -para agradecerle por haberle comprado pizza- ¡le había dado un abrazo! Un abrazo muy a su propio estilo.
Hincándose sobre el piso, había rodeado con sus dos pequeños brazos las piernas de su alto y guapo padre. Abrazado ahora a sus piernas, le dijo: “Daddy. Thank you for buying me pizza. I LOVE YOU…”
Robert Mueller, asentando los platos sobre la superficie de madera barnizada de aquella cocina, se secó las manos con un pequeño paño y, con los ojos húmedos por la emoción de dicho abrazo por parte de su pequeño hijo, volteó a ver hacia abajo.
Y, cuando sus ojos alcanzaron a ver a su hijo, su corazón entero experimento una felicidad infinita. Y es que Anthony, que rara vez lo miraba a los ojos, ¡ahora lo hacía!
Sin dejar pasar tan hermosa ocasión, Robert Mueller, lentamente se agachó frente a él y; mientras Anthony lo seguía mirando a los ojos, una de sus manos le acarició el rostro. Luego, con su voz repleta de emoción, le hizo saber: “OH, SON. AND I THANK YOU FOR MAKING ME THE HAPPIES FATHER ON THIS EARTH.
TONY… YOU HAVE NO IDEA OF HOW MUCH I LOVE YOU…”
Acto seguido, padre e hijo unieron sus cuerpos y almas en un hermosísimo abrazo que duró más de seis minutos…
Y la vida, el mundo, y el universo entero… se convirtieron en UNA FANTASÍA ETERNA.
Anthony “Swan” Smart
Octubre/14/2023
11:32 p.m. Saturday