Por: Ricardo Burgos Orozco
Hace unos días hablaba con una persona conocida sobre los chapulineos políticos o la firmeza de nuestras ideologías personales, sobre todo en esta época que la sociedad está más polarizada con la llegada a la presidencia de la república de Andrés Manuel López Obrador, quien ha dividido a los mexicanos en chairos, fifís, conservadores, liberales, ricos, pobres, corruptos, honrados, de izquierda, de derecha, y que quien está con él es impoluto y aquel que lo critica, es deshonesto y está contra el pueblo. Los ejemplos están a la vista de un lado y del otro.
López Obrador presume ahora de ser un hombre de izquierda, pero perteneció de 1976 a 1988 al Partido Revolucionario Institucional, al que tanto critica ahora. Como priista coordinó la campaña de Enrique González Pedrero al gobierno de Tabasco, pero cuando ya no estuvo de acuerdo con las decisiones de su partido, cambió primero al Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas, luego al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y fundó finalmente el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Los chapulineos cada vez son más normales entre políticos y aprendices de políticos. Acaba de suceder con el novato Rommel Pacheco Marrufo, que hizo un berrinche porque no fue nominado por su anterior Partido Acción Nacional a la gubernatura de Yucatán y sorpresivamente se cambió a Morena. Dio un vuelco de derecha a izquierda. Por supuesto, siendo un deportista destacado, la precandidata morenista Claudia Sheinbaum lo “uso” de inmediato para hacerse propaganda en la entidad, dominada tradicionalmente por los panistas.
Otro que cambió de camiseta de pronto fue el experimentado Jorge Carlos Ramírez Marín, priista de muchos años. Su partido no lo eligió para ser candidato al gobierno de Yucatán y de pronto decidió integrarse al Partido Verde Ecologista de México, para ver si aquí tiene más posibilidades para la nominación. Penoso para quien supuestamente era un político de convicciones.
Otro de los políticos destacados que ha saltado de un partido a otro sin pensar en ideologías es Marcelo Ebrard Casaubon. Quien conoce su trayectoria política y personal jamás va a pensar que este personaje es de izquierda, aunque hasta ahora milite en Morena. Comenzó en el PRI, siguió en el PRD y, todavía en Morena, le está haciendo un guiño Movimiento Ciudadano para que sea su candidato a la presidencia de la república.
Adán Augusto López Hernández, exsecretario de Gobernación, inició su carrera política en el PRI de donde llegó a ser secretario general en Tabasco, su tierra natal, en el año 2000. En una carrera muy similar a la de López Obrador, su paisano, apoyó en su momento al Frente Democrático Nacional, sin renunciar al PRI y llegó al PRD en 2001 y ahora está en Morena.
Manuel Bartlett Diaz, director de la Comisión Federal de Electricidad en el actual gobierno, ha tenido una carrera camaleónica con saltos del PRI al Partido del Trabajo, adonde milita supuestamente en la actualidad. Tampoco tiene un perfil de izquierda, pero es de toda la confianza de López Obrador. Fue el responsable, como secretario de Gobernación en su momento, de la “caída del sistema” con el cual se acusa hubo fraude en las elecciones de 1988 con la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas y el triunfo de Carlos Salinas de Gortari.
Germán Martínez Cázares en otro político que ha cambiado de partido, de ideas y de convicciones. Primero militó en el PAN, después en Morena y ahora es de oposición radical al gobierno, dubitativo hacia alguna tendencia.
Cada vez más seguido pasa que si un partido no postula a cierto político para un puesto de elección popular, cambia como si nada y, como hemos visto, ya no importan su ideología ni la plataforma política, sino lo que “me conviene”, aunque el discurso gastado es que lo hacen “para bien de la patria”, “porque mis electores me lo piden” o porque “este partido sí cumple con las exigencias del pueblo”. Puras patrañas; los “chapulines” sólo responden a sus propios intereses.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político