Norberto Maldonado
La evolución de la tecnología y su relación con la guerra ha sido, sigue y seguirá siendo un tema central en la historia de la humanidad. Desde el primer arco y flecha, hasta los drones autónomos y la inteligencia artificial (IA) moderna, nuestro poder para hacer frente a los conflictos ha evolucionado significativamente.
Resulta muy interesante cómo la tecnología ha influido en la guerra a lo largo de los tiempos y la creciente importancia de la IA en la guerra actual. También, se vuelve muy importante hablar sobre las implicaciones que esta evolución tecnológica tiene para la humanidad, así como las cuestiones éticas y los desafíos que plantea.
Comenzando por analizar la guerra con una mirada retrospectiva y en cifras, la historia de la humanidad está marcada por conflictos armados. De los 3,400 años de historia registrada, 3,132 han estado marcados por conflictos armados: esto es más del 92 por ciento.
En el siglo XX hubo una serie de conflictos devastadores los cuales, si tan solo nombramos las dos Guerras Mundiales, nos damos cuenta de millones de vidas perdidas. En este siglo, más de 108 millones de personas perdieron la vida en conflictos, superando la población total de países como México o Japón. A ello se suman las múltiples guerras activas actualmente en el mundo, con consecuencias graves y muy tristes para sus poblaciones.
El tamaño de las fuerzas militares en el mundo y los gastos militares son igualmente impresionantes. En 2003, se contabilizaron 30 guerras activas, mientras que las fuerzas armadas globales superaron los 21 millones de personas. Los gastos militares alcanzaron los $1.9 billones de dólares en 2019, siendo Estados Unidos el país con el presupuesto de defensa más alto alcanzando los $732 mil millones de dólares; una cuota que en el 2023 ascendió 857 mil 900 millones.
Por su parte, la tecnología de la IA ha hecho lo suyo y transformado cómo se libran las guerras. Como ejemplos de esto tenemos a drones autónomos como el MQ-9 Reaper de EE.UU. y el CH-7 chino, los cuales realizan misiones de reconocimiento y ataque de manera autónoma. Los sistemas de defensa como el S-500 ruso, el Iron Dome de Israel y el Aegis Combat System de EE.UU. emplean IA para interceptar amenazas.
La IA también se utiliza en el reconocimiento, como en el programa Project Maven del Pentágono, y en la robótica autónoma, con robots como el Spot de Boston Dynamics. Además, se ha convertido en una herramienta clave en la inteligencia y estrategia militar, permitiendo entrenar a las fuerzas armadas en escenarios virtuales.
Como superpotencias que son, China, Rusia y Estados Unidos son líderes en el desarrollo de la IA en el ámbito militar. China ha invertido considerablemente en IA y ciberseguridad, mientras que Rusia ha llevado a cabo operaciones de ciberespionaje complejas. Estados Unidos también ha invertido en IA para defensa, ciberdefensa y proyectos avanzados como el Sea Hunter.
Además, el mercado mundial de IA en defensa es uno que experimenta un crecimiento constante. Incluso se prevé que alcance un valor estimado de más de $16 mil millones para 2025. Empresas como Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman lideran el desarrollo de sistemas autónomos y de reconocimiento.
De todo esto, es importante destacar que la incorporación de la IA en la guerra plantea cuestiones éticas importantes, como la autonomía versus el control humano; la responsabilidad y culpabilidad en caso de errores; la desigualdad en el acceso a esta tecnología y la preocupación sobre la privacidad y los derechos humanos. La falta de regulaciones podría llevar a un desarrollo sin restricciones, creando sistemas de armas potencialmente inestables.
La ONU está consciente de esto e incluso pidió proteger a humanos de posibles robots armados fuera de control. El secretario de la ONU, Antonio Guterres, y Mirjana Spoljaric, presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja, declararon que lidiar con estas armas es una “prioridad humanitaria”; de modo que la organización pidió al mundo estar prevenidos ante las fallas en los avances de la inteligencia artificial.
Por supuesto que el avance de la IA en el ámbito militar plantea amenazas significativas. Los errores autónomos, la escalada rápida de conflictos, la despersonalización de la guerra, la dependencia tecnológica y el riesgo existencial son preocupaciones reales.
Es evidente que la IA está redefiniendo la guerra y, con ello, plantea tanto beneficios como riesgos significativos. Es esencial que las naciones colaboren en la regulación de esta tecnología para garantizar que se utilice de manera responsable y segura. La pregunta de si estamos en peligro como humanidad no tiene una respuesta sencilla, pero debemos abordarla ahora, antes de que la tecnología avance más allá de nuestro control. El futuro de la humanidad depende de cómo manejemos esta revolución tecnológica en la guerra.