La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La genética se impuso: presupuesto mata sedición
Después de varias semanas de espera, Marcelo Ebrard ratificó que él milita en la 4T, o sea, no rompe con MORENA, lo que anula la posibilidad de que contienda en las elecciones por otro partido.
La decisión fue ponderada, al postularse por otras siglas, habría conseguido una votación notoria, pero no le daba para ganar la presidencia, lo cual, al final del día, lo ponía en una situación vulnerable, quedaba a merced de los rencores del sector de los ‘puros’, quienes ya han demostrado como se las gastan en sus afanes vindicatorios.
Así las cosas, después de un sexenio auto exiliado, Marcelo no quiso repetir la experiencia, con lo cual abre la puerta a conseguir una posición legislativa, en el Senado lo más probable, para desde la curul, buscar la ansiada candidatura presidencial en el 2030. En términos prácticos, todavía le da la edad.
Desde luego, Ebrard jugó para sus muy particulares intereses, dejando con un palmo de narices a los que apostaban por una ruptura con el presidente López Obrador. Su cálculo, suponemos, concluye que Claudia Sheinbaum se alzará con la victoria, por lo que eludió un conflicto, insistimos, que lo habría llevado, de nuevo, al ostracismo.
Intentará llegar en el futuro, está en su derecho, sin embargo, su rebelión acabó en un parto de los montes, circunstancia que lo marcará de por vida: no es un político con templanza.