* ¿Ha cambiado algo? Los moditos de asesinar pueden variar, pero el resultado siempre es el mismo, se convierte en ese infierno bíblico tanto anunciado: allí será el llanto y la desesperación. A los deudos les llega ese castigo, y para mayor sufrimiento moral, para destruir su razón y secar su corazón, los mantiene vivos
Gregorio Ortega Molina
El desasosiego es constante, está conmigo las 24 horas del día. Afecta mi sueño e interrumpe mi quehacer. De los rostros y llantos y lágrimas de las mujeres migrantes y sus vástagos, nos llevan al acoso de las muertes de civiles propiciada por la invasión rusa a Ucrania.
Lo mismo edificios destruidos que vidas cercenadas. Las imágenes difundidas son el testimonio de ese sistemático genocidio, lo mismo rostros y cuerpos descompuestos de adultos, que de menores deseosos de huir para hacer realidad su promesa de vida, pero quedaron sobre el asfalto de las carreteras o bajo los escombros de los edificios o tendidos en las camas de los hospitales.
Los cuerpos inertes y despojos allí están, exhibidos para hacer constar la crueldad humana, idéntica en este conflicto de origen económico, a lo que sucede entre hebreos y palestinos. Una muerte o mil, el crimen es el mismo. Matan civiles, perecen niños, se muestran sus cadáveres en los brazos de los padres, o arrullados en los senos de las madres, conminados a dormir el sueño eterno, que se les anticipó por años, por muchos años.
Otra vez los Tiempos oscuros de John Connolly: “Había descubierto que le fascinaban las acciones de las dictaduras militares de Argentina y Chile, que de manera rutinaria <<desaparecían>> a aquellos con quienes mantenían diferencias, dejando que las familias lloraran por fantasmas, casi seguras de que sus seres queridos habían muerto, pero incapaces de asumirlo del todo hasta que pudieran identificar los restos y éstos reposaran en la tierra, aunque las posibilidades de que se diera el caso eran remotas dado que los métodos de eliminación preferidos por los militares incluían el arrojar los cuerpos atados de los cautivos vivos al mar desde un avión o, en el caso chileno, utilizando como lastre traviesas de ferrocarril para asegurarse que los cadáveres no emergieran”.
¿Ha cambiado algo? Los moditos de asesinar pueden variar, pero el resultado siempre es el mismo, se convierte en ese infierno bíblico tanto anunciado: allí será el llanto y la desesperación. A los deudos les llega ese castigo, y para mayor sufrimiento moral, para destruir su razón y secar su corazón, los mantiene vivos.
De la misma manera que Caín ejecutó a Abel, los humanos continuamos matándonos unos a otros, por encima del llanto y la desesperación.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio