La corrupción, ese cáncer con el poder de acabar con las sociedades, tiene un costo monumental. El Banco Mundial estima que representa cerca del 5% del Producto Interno Bruto global anualmente. En México, esta realidad es aún más dramática. Según Transparencia Internacional, el país figura entre los más afectados por la corrupción en América Latina, con un coste que asciende a cientos de miles de millones de pesos cada año, desviando fondos cruciales de servicios esenciales y aumentando los costos para los negocios.
Pero, ¿qué si hubiera una forma de combatir este flagelo con la misma herramienta que lo facilita: la tecnología? Estonia y su gobierno digital, nos muestran un camino con su uso del blockchain en contratos gubernamentales, un ejemplo de cómo la digitalización y la transparencia pueden ir de la mano. Imaginemos un México donde los procesos de licitación y contratación pública se gestionen a través de esta tecnología, reduciendo la corrupción y cuidando los fondos públicos.
No nos detengamos ahí. En Corea del Sur, las plataformas en línea para denuncias anónimas han empoderado a los ciudadanos en la lucha contra la corrupción. México podría beneficiarse enormemente de una iniciativa similar, protegiendo a los denunciantes y fomentando una cultura de responsabilidad. Además, el big data se ha convertido en un aliado crucial en la Unión Europea para detectar fraudes en transacciones financieras. La adopción de esta tecnología en México podría significar un antes y un después en la forma de analizar y prevenir la corrupción en los gastos gubernamentales.
Además, la Inteligencia Artificial (IA) tiene un papel crucial en esta batalla. Mediante el análisis avanzado de datos y el aprendizaje automático, la IA puede identificar patrones de corrupción que serían imposibles de detectar para un ser humano. Puede monitorear transacciones gubernamentales en tiempo real, alertando sobre irregularidades y desviaciones sospechosas. Esta tecnología no solo podría automatizar y optimizar procesos que actualmente son susceptibles al error humano y la manipulación, sino que también podría ser una herramienta predictiva, identificando riesgos de corrupción antes de que estos se materialicen.
Mirando a Ucrania, el sistema de subastas electrónicas ProZorro ha revolucionado las licitaciones públicas, reduciendo las oportunidades de soborno y malversación. Un sistema similar podría transformar el panorama de las licitaciones en México, haciéndolas más transparentes y accesibles.
No podemos subestimar el impacto social y económico de la corrupción en México. Va más allá del desvío de fondos; perpetúa la desigualdad, desincentiva la inversión y erosiona la confianza en nuestras instituciones. La tecnología, con su capacidad para ofrecer transparencia y eficiencia, se presenta como una aliada clave en esta lucha. Sin embargo, su éxito dependerá de la voluntad política para implementarla y de un compromiso social hacia la transparencia y la rendición de cuentas.
Si México lograra erradicar la corrupción, el cambio sería no solo transformador sino también inspirador. Imaginemos un país donde los fondos destinados a infraestructura, educación y salud llegan a su objetivo sin desviaciones, donde la confianza en las instituciones públicas se restaura y fortalece. Las empresas, tanto nacionales como internacionales, verían a México como un terreno fértil para la inversión, libre del soborno y la incertidumbre. En este nuevo panorama, el desarrollo económico se aceleraría, creando más oportunidades para todos y cerrando brechas de desigualdad. La transparencia y la rendición de cuentas no serían solo ideales, sino prácticas cotidianas en la gestión pública, estableciendo un nuevo estándar de gobernanza.
Es hora de abrir el diálogo y tomar acción. ¿Cómo pueden las tecnologías emergentes transformar México en un país más justo y transparente? Espero que esto sirva como un llamado a la reflexión y a la participación activa. México tiene la oportunidad de liderar en América Latina adoptando estas tecnologías, no solo para mejorar sus procesos gubernamentales, sino también para reconstruir la confianza de sus ciudadanos en el sistema.
Norberto Maldonado Espíritu