RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Entre los investigadores científicos serios existe un dicho que reza: “publish or perish” en el lenguaje común podría traducirse “escribes o ni quien se vaya a acordar de tu existencia, salvo los muy cercanos”. Eso mismo sucede en todas las ramas en donde algún mortal simple está involucrado en plasmar ideas por escrito. Nada de que el mundo entero ande presto a ver que se le ocurre opinar a tal o cual escribidor.
En los tiempos que corren todo es efímero y por ello se requiere la presencia constante pues, de lo contrario, ipso facto, el escribidor acaba transformado en una remembranza muy lejana y siempre habrá alguien con igual o mayor capacidad para cubrir el espacio. O como alguien precisara, escribir es similar a montarse en una bicicleta, al momento en que dejas de pedalear allá vas a dar con toda tu humanidad al suelo.
Todo eso revoloteó por nuestra mente durante estas casi dos semanas en que la tecnología, que no tiene palabra de honor, nos hizo quedarnos sin acceso a redes y cuentas y, por consiguiente, sin acudir como lo hemos hecho desde hace dos décadas a nuestra cita sabatina. Una vez resuelto el incidente, procedamos con el texto que se salvó de ser archivado en la nada.
Durante las primeras semanas de noviembre de 1910, como lo hemos descrito en las dos colaboraciones anteriores, plumas diversas insistían en plasmar en las páginas de los diarios mexicanos una versión cuasi paradisiaca, por quien sabe que razón no aceptaban que había problemas. Reiteraban que las manifestaciones de descontento ocurridas no iban en contra del gobierno mexicano, así que no había motivo para preocuparse.
Lo que no quisieron reconocer era que la olla de presión empezaba a silbar y eso era señal de que algo se cocinaba en su interior. Pero dejémonos de símiles culinarios y vayamos a loa hechos acaecidos ente el 15 y 22 de noviembre de 1910.
El día 15, El Imparcial, además de responder al jefe de policía, Félix Díaz, y los periodistas que buscaban presentarlo como la víctima, este diario lo acusaba de ser un hombre de odios y rencores quien con su defensa y ataque buscaba complacer al gobierno y la embajada estadounidense, así como a los originarios de esa nación quienes vivían en México.
En igual forma, se destacaba que dos cruceros japoneses llegarían a México en diciembre. Asimismo, continuaba con el asunto del linchamiento del ciudadano mexicano en los EUA y como resultado de las protestas realizadas en México, ya se habían dictado veinte autos de formal prisión en contra de los manifestantes que perturbaron la paz.
Destacaba que, ante los disturbios que esto ocasionó en México, el gobierno federal recomendó a los gobernadores de Coahuila, Nuevo León, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas, así como al jefe político de Baja California que evitaran desordenes. Por otra parte, en La Patria, se lanzaban loas a los protestantes calificándolos de haber dado un ejemplo de virilidad, al tiempo que negaba se hubiera suscitado disturbio alguno. Ireneo insistía en su visión paradisiaca de las cosas.
En la edición del miércoles 16, El Imparcial destacaba que terminaba el diferendo entre México y los EUA por el linchamiento del ciudadano Rodríguez quien, entre paréntesis, resultó nativo de Zaragoza, Coahuila y cuyo padre, de nombre Benito, vivía en Eagle Pass, Texas. Conforme a lo informado por el secretario Creel, el gobierno de Washington prometió castigar a los culpables de la lapidación y pagar una indemnización a los deudos. Por su parte, El Heraldo Mexicano, en su edición vespertina, destacaba que, en Orizaba, Veracruz se descubrió un complot antigobiernista.
Adjudicaban que la detención de los involucrados se realizó gracias a una denuncia que recibió Félix Díaz quien envió a esa ciudad a su lugarteniente Francisco Chávez. Mientras tanto, en La Patria, se realizaba una defensa rabiosa de Díaz, el sobrino, y mencionaban que la campaña en contra del jefe de la policía capitalina era orquestada por el grupo de Los Científicos quienes controlaban El Imparcial e iba, también dirigida, en contra del presidente Díaz Mori. Al respecto, Ireneo Paz argüía que eso eran “maquinaciones perversas de un grupo político que trabaja en la sombra para desprestigiar a nuestro primer magistrado y para eclipsar la gloria inmensa del gobernante sin mácula que ha regido durante más de treinta años los destinos de la patria”.
Mientras tanto El Periódico Oficial de Coahuila, se encargaba de asuntos más mundanos cuando anunciaba que allá por los rumbos del pueblo, entonces Ciudad Porfirio Diaz, el Congreso del Estado aprobaba “las bases para el contrato de prórroga de hipoteca que otorgará el Ayuntamiento de Ciudad Porfirio Díaz, en favor de las señoritas [‘de las de antes’ como decían en el pueblo] Virginia, Flavia y Guadalupe García, [quienes vivían en lo que hoy es el edificio de la Casa de las Artes] por la cantidad de veinte mil pesos en que se encuentra grabado el Teatro Acuña”, [un sitio del que nosotros solamente conocimos sus ruinas]…
Para el día 17, los diarios empezaban a tomar más en serio lo descubierto en Orizaba. En las páginas de El Tiempo, El Heraldo Mexicano y El Imparcial, se realizaba una narrativa extensa sobre quiénes eran los detenidos. En el primero de los diarios, la nota partía de una pregunta: “¿Estamos en presencia de los preparativos para una revolución en México?” Para el segundo, aquello lucía como parte de una conspiración que se extendía por toda la república.
En el caso del tercero, afirmaba que la autoridad ya tenía todos los hilos de la trama en donde “falsos hacendados habían comprado algunas armas a pretexto de poner defensa a sus haciendas contra los abigeos”. A la par, se reproducía una nota de The New York Herald en la cual se mencionaba acerca de “la captura de algunas armas y varias cajas de tiros, anoche [el día 15] en San Antonio, Texas por varios agentes del gobierno, [al día siguiente, se recogieron] otras pequeñas partidas de armas, una a treinta millas al sur de Del Río, otra cerca de Brownsville y la tercera frente a Nuevo Laredo”. El gobierno mexicano sentía que iba retomando los hilos y aquello no pasaría de una alharaca.
El 18 de noviembre, en El Diario, este publicaba las fotografías de los detenidos, y se describía como se dio la participación de los compradores de armas, Ramón Rosales, J. Jesús Silva, Francisco Cosío Rovelo, Abel C. Serratos, Sabás Montaño Portero y Alfredo Robles Domínguez. Aunado a esto, daba a conocer que el proveedor de los rifles y municiones las decomisados en San Antonio respondía al nombre de Hugo Griesenberck quien negó que dicho armamento fuera destinado a insurrección alguna en México, aun cuando se comprobó su amistad con Madero.
A la par, se acusaba a Ricardo Flores Magón, calificándolo de “conocido agitador”, de haberse unido al coahuilense…para provocar una revolución en México para derrocar al gobierno”. En medio de todo eso quedaba tiempo para anunciar que, el 27 de noviembre, “ha ofrecido concurrir a la tómbola de caridad [ que se celebraría en La Alameda] la Sra. Doña Carmen Romero Rubio de Díaz”. Por su parte, El Imparcial revelaba “como fue descubierta la intentona de motín que se preparaba para el domingo próximo.
Había focos de desorden en varias ciudades del país, pero las principales estaban en Pachuca, Orizaba, Puebla y a lo largo de la Frontera Norte”. Asimismo, destaca que Madero estaba estrechamente vigilado en San Antonio por un sujeto identificado como teniente García. Mientras que, en su editorial en La Patria, Ireneo Paz calificaba al grupo de insurrectos como la Carabina de Ambrosio, Victoriano Agüeros en El Tiempo afirmaba que “la revolución maderista ha sido sofocada a tiempo”. La prisa le ganaba a este par.
En su editorial del 19, Regeneración aseguraba que “está para caer el fruto bien maduro de la revuelta intestina…” Mientras que don Victoriano tuvo que publicar en el titular de El Tiempo: “La revolución anunciada desde hace tiempo y que debía de estallar mañana día 20, según se decía, se anticipó. Ayer se levantaron en armas los partidarios de don Francisco I. Madero Los revolucionarios iniciaron el movimiento en Puebla”. El Heraldo Mexicano señalaba que los enfrentamientos dieron por resultado que ciento sesenta personas perdieran la vida. En ese entorno, no podía faltar la voz de Ireneo Paz quien en La Patria calificaba a los insurrectos como “un grupillo sin significación que no está causando sino males sin cuento en el extranjero…esos infelices alborotadores, ayunos de patriotismo y que desconocen los beneficios de México debe a sus gobernantes actuales…” En ese contexto, el de los beneficios, en Colima, el gobernador Enrique Octavio De La Madrid Brizuela (abuelo del expresidente don Miguel y bisabuelo del Enrique Octavio actual) publicaba en el Periódico Oficial de Colima que la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas le había informado que el gobierno federal y la Compañía Unida de Muelles de Ciudad del Carmen, representada por Joaquín Casasús, construirían un muelle en Isla del Carmen, Campeche.
Por su parte, en El Imparcial, se destacaba que el anterior fue un día sangriento en Puebla en donde en la calle de Santa Clara fueron disparados más de diez mil tiros. Uno de ellos impactó en el inspector de policía, Miguel Cabrera quien falleció. A la vez, era mencionado que aun cuando todo estaba tranquilo, la frontera estadounidense estaba muy vigilada. Asimismo, en una nota fechada el 18, se aseguraba que Madero había declarado que “mañana dormirá a las márgenes del Río Bravo y pasado mañana atravesará la línea divisoria y penetrará a territorio mexicano”. Sin embargo, se aseguraba que “es tan estrecha la vigilancia que se ejerce…que se tiene la seguridad absoluta de que en el momento en que pise territorio mexicano será abatido”.
El día 20, solamente se publicó El Imparcial, no se crea que ya había sido instituido como fecha cívica, era domingo y ese día los otros diarios no aparecían. La nota principal giraba en torno a la muerte de Aquiles Serdán quien fuera encontrado en el sótano de su casa “entre un arsenal de armas, proyectiles y proclamas”. A la par, aseguraba que Madero “salió ayer huyendo de San Antonio, Texas…no encontrara ya asilo ni en México, ni en los Estados Unidos, porque se asegura, estos ya concedieron su extradición”.
En la edición del lunes, en El Tiempo se afirmaba que circulaban rumores de que en casi todo el país estalló la revolución de la cual Madero negaba ser el promotor. Por su parte, El Imparcial informaba que se desconocía el lugar en donde se ocultaba Madero y que un grupo de obreros armó un escándalo en Rio Blanco, Veracruz. Eso sí, se aseguraba que “la fuerza federal domina en absoluto la situación”. Mientras que en el Distrito Federal reinaba la calma.
En ese contexto, el ministro de guerra, el general Manuel González Cossío, manifestaba en El Heraldo Mexicano que “Fue una Revolución de mentiras”. Asimismo, para confirmar que nada pasaba, se anunciaba que al día siguiente estarían a la venta las tarjetas para la kermesse del día 27 en La Alameda. Y para cerrar, Ireneo volvía a hacerse presente en La Patria, ahora en plan de consejero-pacificador al dirigirse a los insurrectos a quienes decía entender en su enojo, pero que continuaran trabajando por la vía política para obtener el poder. Les recomendaba: “Seamos patriotas antes que egoístas, ambiciosos y revolucionarios.
Considérese que no es a los hombres del gobierno a quienes se daña, sino a la nación entera a la que se sacrifica”. Al parecer el ciudadano Paz olvidaba cuando, en 1870, él en compañía de otros fulanos se sublevaron en contra del gobierno del estadista Juárez García y de cómo las fuerzas del entonces teniente coronel Eugenio de Jesús González González les infringieron derrota atrás derrota en San Luis Potosí, Jalisco hasta que, en Charco Escondido, Tamaulipas, lo apresaron y de no haber sido por la intervención del general Sostenes Rocha Fernández, lo hubieran fusilado. Pero en 1910, los llamados a la paz caían en oídos sordos, al tiempo que los rumores eran la constante.
En su edición del día 22, El Heraldo Mexicano aseguraba que como resultado de un cateo practicado en las viviendas marcadas con los números 167 y 198 de la calle del Sol, se encontraron “documentos en los que se tramaba un drama horripilante y sangriento.” En ellos, se leía acerca de los planes para asaltar los domicilios del vicepresidente Corral, Rosendo Pineda, Pablo y Miguel Macedo, Guillermo Pous y Luis Del Toro” con objeto de asesinar a estos señores y colgarlos después de los cables de la luz eléctrica” para, posteriormente, “arrancar a los cadáveres sus lenguas y enviarlas como un presente al excandidato Madero.”
Aunado a ello, anunciaba que Gómez Palacio y Lerdo estaban en manos de los sediciosos, además de que en el ataque a Torreón utilizaron armamento moderno. Ante esa situación, sé ordenó al el Onceavo Regimiento estacionado en Tacubaya que marchara hacia el norte/.
Por su parte Ireneo, en La Patria, buscaba endilgar toda la responsabilidad de los desórdenes al vicepresidente Corral por el descontento que prevalecí hacia su persona, ante esto Paz le pedía que renunciara al cargo para que la tranquilidad retornara. Vaya usted a saber que andaba bebiendo el abuelo de su nieto. Pero si de extraviados se trataba, nada como La Iberia en donde se aseguraba que el arzobispo José Mora y Del Río era la mano que mecía la cuna de la revuelta maderista ya que en el periódico católico El País, se publicaban notas en contra del gobierno.
La Opinión, editado en Veracruz, reforzaba lo anterior al citar las palabras del embajador Henry Lane Wilson quien, también, culpaba a El País por el carácter inflamatorio de sus noticias. Por su parte el secretario de estado, Philander Chase Knox, aseguraba que “tiene informes del presidente Díaz de que el gobierno es fuerte y reprimirá todo desorden”.
En ese tenor, de todo bajo control, se expresaba El Imparcial en donde se aseguraba que lo ocurrido en Río Blanco y Gómez Palacio era obra de agitadores ya que los obreros eran leales y ajenos a los desórdenes. Ante las noticias de que, en Juchipila, Zacatecas se habían desatado enfrentamientos que dejaron un saldo de entre cien y quinientos muertos, según quien la difundiera, recurría a las declaraciones del gobernador del estado, a quien identificaba como Lic. Zarate, para desmentirlas por carecer de verdad. Mientras tanto, en los EUA, las tropas se movilizaban en la frontera con México bajo la premisa de que era necesario hacer respetar las leyes de neutralidad.
A pesar del estado de las cosas, había quienes insistían en que todo estaba bajo control. Uno de ellos era Victoriano Agüeros quien, en El Tiempo, sin recato cantaba responsos por la revuelta al asegurar que: “La revolución expiró al nacer. El gobierno ha sofocado el movimiento. Sin embargo, en el rescoldo hay brasas.”
Mientras citaba a las agencias noticias internacionales las cuales aseguraban que Madero había cruzado a México, terminaba por preguntarse: “¿En dónde se encuentra el excandidato derrotado?” En la colaboración próxima nos ocuparemos de reseñar cual era el estado de la revolución incipiente a finales de noviembre de 1910. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (23.47.178) Eso del “lapsus mental”, “ya se me fue el discurso”, no recordar el titulo del libro que trata sobre su vida y no saber cómo improvisar no son asunto de carcajadas, son asomo de una enfermedad neurodegenerativa ocasionada por la contaminación ambiental. Allá aquellos que opten por jugarle al “tío Lolo”.