Decía Don Ricardo Franco Guzmán, en sus añoradas cátedras universitarias, que cuando uno litiga en materia penal se encuentra que las relaciones entre jueces y postulantes no son del todo cordiales como deberían de ser. Hay jueces que ven a los postulantes como sus enemigos naturales y así a la inversa. La verdad es que son posiciones condenadas a entenderse, pero no siempre es así. Hay órganos jurisdiccionales que denigran a la justicia.
Las relaciones entre litigantes y juzgadores no mejoran mucho cuando existen actuaciones de jueces ignorantes, corruptos, arbitrarios, prepotentes, como aquellos que sin justificación pasan por alto el contenido de las normas insertas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como es lo obligado. Es más, interpretan lo que dice la ley a su burda conveniencia y capricho.
Muchos abogados penalistas hemos y han vivido largas esperas para desahogar una importante audiencia, después de esas incomodas e incomprensibles dilaciones en los pasillos de los recintos de justicia, la víctima y sus asesores, por un lado, el imputado y sus defensores por el otro, el agente del ministerio público en la aproximación, todos observando con respeto, esperan la llegada del juez.
Cuando éste ingresa a la sala, lo primero que expresa es: -“hagan favor de sentarse”-, lo cual indica con un gesto incomprensible para las partes, con posterioridad examina “sus papeles”, presuntamente derivados del motivo de la audiencia planteada por algunos de los concurrentes.
Pasa una página, después hojea la otra, después otra y por último otra más, para concluir la lectura. Entonces, sin dirigirse a nadie en particular, exclama:
“—¡Qué barbaridad!. Los argumentos y la ley no tienen ni pies, ni cabeza. Desde luego lo voy a rechazar. ¿Quién se atrevió a redactar nuestra Constitución Política?—”.
Continúa su perorata expresando: —“Esos de la Asamblea Constituyente ya se murieron”—.
Posterior a ello, esas togas de indignidad, inician hábiles alocuciones que contienen solo verborrea jurídica, para justificar su ineptitud.
La justicia no los acompaña. Ellos se encuentran ocupados en otros menesteres. Vaya forma de impartirla.
Por fortuna, también nos ilustró el decano de los abogados penalistas y catedráticos de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, y para ello dijo: “existen jueces de excelencia, de probidad, de conocimiento, de imparcialidad, de justicia”.
Esos son los jueces que requiere México y no los afines a la Cuarta Transformación de la Nación.
Es cuánto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz
Presidente de la Academia de Derecho Penal
Del Colegio Nacional de Abogados Foro de México.