Por: Armando Ríos Ruiz
Desde el comienzo de este sexenio, el Primer Mandatario inició el ejercicio más accidentado y pernicioso de que se tenga memoria. No conforme con discurrir todos los desatinos posibles, también impuso la disparatada idea de exhibirlos con una gran inconsciencia y como si se tratara de genialidades, que a la fecha han convertido su figura toda en un gigantesco disparate.
Llenó su mañanera con remedos de periodistas que van a ocupar el espacio a cambio de un sueldo por no escribir en ningún medio. Raras veces ha permitido la entrada de los auténticos, que siempre, sin fallar, lo han puesto en ridículo por conocer mucho los temas que le tratan y por aguantarle respuestas con cifras alegres que nada tienen que ver con la realidad.
Por eso se hizo celebre su frase “yo tengo otros datos”, que las redes sociales se han encargado de difundir siempre con burla, porque representa la salida fácil o el antecedente de la mentira siempre a flor de labios y también el intento de “matar el gallo”, como se dice vulgarmente cuando alguien desea poner un freno contundente a su favor, en una discusión.
Esos pocos periodistas, sin excepción, han hecho que la soberbia acompañada de una ignorancia supina, asomen irremediablemente en la figura presidencial, rebajada a los sótanos de la cordura por querer aparecer siempre como un superdotado, cuando en realidad se trata de lo contrario. O de un hombre con una evidente falta de inteligencia. Muchos que lo llamaban genio de la publicidad han tenido que aceptar, ahora, que está a años luz de serlo.
Cada día que se enfrenta a quienes él mismo se encargó de fabricar como enemigos, como Loret de Mola, Brozo, López Dóriga, Ciro Gómez Leyva y muchísimos más, resulta en serias desventajas porque inmediatamente asoma la diferencia de mentalidades y la distancia abismal en la manera de discutir con ellos, que lo rebasan con creces.
Hasta resulta incomprensible por qué ha permitido la entrada a Jorge Ramos, con acertada carrera periodística, titular hoy de Univisión, quien cada vez que participa en una mañanera despoja al Presidente de su investidura para colocarla en los laberintos de la falsedad, con respuestas que jamás vienen al caso, emitidas para salir del atolladero en que se mete por sí solo.
No le gustan los periodistas serios. O los quisiera desprovistos de la mínima inteligencia y plegados a sus caprichos. No los quiere críticos, cuando esta es una de sus principales funciones. Los quiere como los que van a sus mañaneras a sentarse y a aplaudir las respuestas sórdidas, fuera de contexto y muy alejadas de la realidad o dentro de esa realidad que sólo él vive.
No ha existido una ocasión en que Jorge Ramos no lo haya hecho ver mal. Pero la última fue desastrosa para el interrogado, quien se atrevió a decir como siempre una serie de barbaridades, como aquello de que la criminalidad ha descendido, aún cuando las cifras recabadas por el periodista en el archivero de su mismo gobierno, arrojan datos espeluznantes. Obviamente, el necio y el pagado de sí mismo jamás admitirán que están equivocados.
Se acuerda de Jenaro García Luna cuando quiere desembarazarse de la pregunta incómoda. Esto le ha valido que otros digan que nada más hace falta responsabilizarlo de haberle quemado los pies a Cuauhtémoc. En cualquier momento, también podría afirmar que quien realmente está detrás de la venta de medicamentos en Quintana Roo, es el ex policía de Felipe Calderón.
Por cierto, Jorge Ramos lo dejó tan fuera de sí en esta mañanera, que cuando le preguntaron sobre el hackeo a 267 periodistas de sus conferencias matutinas, dijo que fue orquestado por sus adversarios, pero sin ofrecer la mínima prueba. Inmediatamente encontró culpables sin mediar una investigación. Su olfato de sabueso policíaco no puede fallar.
Germán Martínez dijo que el único responsable es el mismo Presidente, porque tiene obligación de cuidar los datos que le guardan en una base datos. Pero si los hackers fueron capaces de penetrar a la misma Secretaría de la Defensa, ¿qué no pueden hacer con la presidencia, que es más vulnerable?
Solo que, para el Primer Mandatario, siempre serán culpables los que su obsesión les señala. Antes no pensó en esta otra ocasión en García Luna, amo y señor de sus desvelos, junto con el ex Presidente Calderón.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político