La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Hay personajes a los que pedirles sean inteligentes es un acto discriminatorio
Dante Delgado, es un político con oficio, sin duda. Sin embargo, su desmedida ambición, está tirando por la borda el prestigio que había logrado acumular, sobre todo, porque a pesar de estar en la cárcel varios años, salió y construyó una nueva opción partidista.
Su pretensión de ganar posiciones electorales, lo han llevado a asociarse con personajes de toda laya, lo único que le importa es pepenar votos, es decir, la solidez intelectual o la congruencia ideológica de sus aliados, pasan a segundo término.
Su visión de la ‘nueva forma de hacer política’, implica, incluso, elementos discriminatorios, porque el fenotipo idóneo que, para su mercadotecnia electoral, genera más votos, es el de las y los güeritos, los llamados ‘niños bien’, cuestión de hacer una somera revisión de sus ‘casos de éxito’, desde luego, con sus honrosas excepciones.
El asunto radica, en que la postulación de los también llamados ‘influenciadores’, ha degradado el quehacer político, lo cual provoca la banalización del debate público, ya que, se puede hacer desde el palco de un estadio, simulando una mesa de cantina o, en su defecto, con un pegajoso estribillo y/o usando prendas de vestir fosforescentes.
Ignoramos, si en el año 2030, Movimiento Ciudadano esté en posibilidades de ganar la presidencia de la República, de hacerlo, sería histórico, pero, de lo que sí estamos ciertos, es el hecho de que Dante pasará a la historia como uno de los grandes frívolos de la política contemporánea, no como un Winston Churchill tropical, su sueño más preciado.