A Gonzalo Garita.
In memoriam.
El mes de febrero de marcado acento en el calendario cívico mexicano, entraña efemérides de importancia, particularmente asociadas a la historia militar mexicana. Al recordar la Marcha de la Lealtad y el inició de la Decena Trágica el 9 de febrero de 1913, es ineludible mencionar las prendas que distinguen a la juventud militar mexicana, de lo cual se ha dado cuenta en este espacio con motivo de los recientes actos alrededor del Bicentenario del Heroico Colegio Militar, pero en esta ocasión, sin menoscabo del histórico devenir de los cadetes, es obligado hacer un reconocimiento a sus mandos, a aquellos que han contribuido y contribuyen a la forja de los futuros oficiales del Ejército Mexicano. Es imposible referir a todos, pero si se puede hacer mención a unos cuantos que sin duda representan en liderazgo a la inmensa mayoría de ellos.
En julio de 1840, se dio un levantamiento militar en la Ciudad de México en contra del general Anastasio Bustamante, presidente de la república. Los sublevados lograron tomar Palacio Nacional y apresar al presidente en sus habitaciones, intentaron tomar el Colegio Militar, pero fracasaron ante la acción decidida del director, general de brigada Pedro García Conde, quien apostó en las azoteas a los alumnos como tiradores, impidiendo la toma del recinto. Después al frente de los muchachos reforzó a las tropas leales, ahí cayó Juan Rico, primer cadete en morir en combate, varios alumnos fueron heridos, los cadetes a su vez maniobraron con pericia piezas de artillería causando bajas considerables a los rebeldes. La rebelión pudo ser dominada y el presidente liberado. Al volver todo a la normalidad, el Colegio Militar fue reconocido y condecorado en la plaza de la constitución por el general Gabriel Valencia, jefe de la Plana Mayor del Ejército.
La actuación de García Conde, fue decisiva para inspirar el brillante desempeño de los jóvenes, García Conde añadió un blasón de lealtad y liderazgo a su notable trayectoria que lo hizo pasar a la historia como uno de los más destacados ingenieros militares del siglo XIX y cartógrafo militar por antonomasia, fue quien delineó la frontera norte tras el desastre de 1848. A su vez, fue sobrino del brigadier Diego García Conde, fundador de la Academia de Cadetes en 1823, antecedente previo al actual Heroico Colegio Militar.
El porfiriato representó la época de oro del Colegio Militar, asentado de nueva cuenta en el Castillo de Chapultepec donde compartió residencia con el presidente de la república. En este periodo se formaron cuadros muy competentes en las armas del añejo Ejército Federal, particularmente artilleros: Manuel Mondragón de reconocida capacidad profesional, inventor de fusiles y cañones, pero vinculado con actos de corrupción, deslealtad y traición, Guillermo Rubio Navarrete capaz, recto y ajeno a inmiscuirse en política y Felipe Ángeles el más notable de nuestros artilleros, hombre de talante intelectual y progresista.
Al estallar la Decena Trágica el 9 de febrero de 1913, los alumnos como es recordado, escoltaron al presidente Madero del Castillo de Chapultepec a Palacio Nacional. Su actuación no se limitó a una columna de honor, sino que brindaron seguridad en el trayecto y al llegar al centro de la ciudad, se incorporaron a las fuerzas leales combatiendo los sublevados. No pocos de ellos fueron ascendidos a oficiales durante los combates. El valor de los cadetes en una de sus gestas más reconocidas, no hubiera sido posible sin el ejemplo y trayectoria de sus dos mandos: Ángeles y Hernández Covarrubias. El general Felipe Ángeles se mantuvo leal hasta el último momento y a la muerte de Madero se incorporó a la revolución, no en vano Ángeles era muy querido por los jóvenes pues previamente fue director del colegio en 1912.
A Felipe Ángeles lo substituyó como director, el Teniente Coronel Víctor Hernández Covarrubias a quien le correspondió mandar a los cadetes en la Marcha de la Lealtad. Hernández Covarrubias fue un soldado de una pieza, querido y reconocido no solo por los aguiluchos sino por propios y extraños, tanto así que entre 1921 y 1923, ya como general, fue de nueva cuenta director del Colegio Militar.
La pinza se cierra con dos magníficos militares, el Coronel Rodolfo Casillas y el Teniente Coronel Jesús Loreto Howell, que, si bien no fueron directores del Colegio Militar, fueron director y subdirector respectivamente de la Escuela de Caballería del plantel. A ellos les incumbió organizar a los jóvenes dragones en la Columna de la Legalidad que acompañó al presidente Carranza camino a su sacrificio en mayo de 1920.
Casillas y Loreto Howell a su vez encabezaron el 9 de mayo de ese año, a sus cadetes en la última carga de caballería al sable de la historia de México y en la cual el Colegio Militar derrotó a Ricardo Reyes Márquez y Máximo Rojas quienes atacaron el convoy del presidente Carranza, escribiendo así una de las gestas más destacadas en defensa de las instituciones nacionales.
Pedro García Conde, Felipe Ángeles, Víctor Hernández Covarrubias, Rodolfo Casillas y Jesús Loreto Howell no son como ya se mencionó, los únicos, pero si sólidos referentes de lealtad para el Ejército Mexicano, así como en momentos graves supieron ser también, inspiración y ejemplo para los cadetes, tanto en las aulas como en la línea de fuego.