Joel Hernández Santiago
No es sólo el 8 de marzo de cada año… no es una fecha fatal en la que habrá de reconocerse la importancia de la mujer en la vida de un país, de una Nación, de un Estado. Es todos los días. Sí, a fuer de lugar común, la mujer merece el respeto y la consideración, la igualdad y la justicia pareja, todos los días del año, de la vida toda. Pero resulta que no es así…
Y aunque se diga desde Palacio Nacional que el tema de la mujer es prioritario en las políticas públicas de desarrollo e igualdad social y justicia, pues no… Si no, entonces ¿cómo se explica que este viernes salieran mujeres-mujeres-mujeres por todos lados desde todos los confines del país para gritar, exigir, reclamar justicia, igualdad, respeto y ya no más agravios, ya no más injusticias, ya no más feminicidios, ya no más desaparecidas, ya no más silencio-no más silencio-no más silencio.
Y como respuesta, el gobierno federal, desde el emblemático recinto, que ahora es fortaleza temerosa, dice que nunca antes ningún gobierno había dotado de posiciones de gobierno, de función pública, a tantas mujeres como ocurre durante este gobierno de la 4-T-. Si, pero no.
Resulta que no es un asunto de cantidad en gobierno. No es un asunto de igualdad de género y obligar a que se cumpla esa cuota sin sentido de justicia y de igualdad.
Un ejemplo que va a contracorriente de lo que se dice, cuando se hizo la consulta interna en Morena para decidir quién sería el o la candidata para contender por el gobierno de la Ciudad de México, resultó ganador por mucho el señor Omar García Harfuch, pero nada, que en nombre de la equidad de género se nombró a la segundo lugar de la consulta: Clara Brugada… como ocurrió hace años con ella misma al quitarle la ganancia a aquel famoso “Juanito” con todo y su banda tricolor.
Y sí, hay muchas mujeres en el gobierno de la 4-T-. Pero lo dicho, no es cosa de cantidad sino, también, de calidad profesional, de capacidad para la tarea que habrá de realizarse, de conocimiento, de experiencia, de inteligencia, de sentido común, de justicia.
Porque también es corrupción cuando se acepta un cargo para el que no se está capacitada, como es el caso, por ejemplo, de la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra y tantas más que no saben el piso en el que están paradas, simple y sencillamente porque el presidente mexicano decidió que ahí estuvieran, y obedecen y quieren estar.
Porque ¿de qué sirve una equidad de género si las mujeres que se coloca en niveles de mando superior están supeditadas a los mandatos y mandamientos de un hombre, que les dice qué, cómo y cuándo deben hacer esto u lo otro? Y obedecen.
¿De qué sirve que la señora Claudia Sheinbaum hable de defensa de la mujer cuando ella misma es calca exacta de lo que dice un hombre desde Palacio Nacional cada mañana? ¿Y cada una de las nombradas por el Ejecutivo? Eso es: a la manera del Marqués de Croix que en pleno despotismo ilustrado en la Nueva España dijo que “… nacieron para obedecer y callar y no para meterse en altos asuntos de gobierno”. ¿Eso es equidad de género? ¿Eso es respeto a la mujer? ¿Ese es el respeto que exigen las mujeres?
Pero “ya baste de rigores, ya baste”, dijo Sor Juana. La misma que refutó a la carta a Sor Filotea de la Cruz –un hombre con seudónimo de mujer–, quien la acusó de abandonar sus responsabilidades como mujer en claustro. Contestó como mujer y ser humano pensante-inteligente y participativa.
Así, este viernes salieron miles-miles-miles de mujeres para gritar a los cuatro vientos que son ellas las que exigen, son ellas las que habrán de poner las reglas de su defensa y de su presencia y del respeto y salvaguarda que merecen.
Porque no es buen gobierno ni es justo en un país en el que se defiende con abrazos y no balazos al crimen organizado, en tanto que se agravia día a día, minuto a minuto a las mujeres del país; son las que sufren en carne propia la violencia, la desigualdad, la afrenta, el crimen, el feminicidio.
Salieron en muchas capitales del país. Fue un día emblema, pero es todos los días de su vida cuando requieren esa igualdad, ese respeto, ese cuidado y esa justicia laboral y social. Y lo hicieron en una ciudad cuyo gobierno es adverso a ellas; lo hicieron en un país cuyo gobierno les esa adverso. Y lo hicieron en una ciudad amurallada…
Y así gritaron contra la violencia machista. Lo hacían con coraje, con rabia con la que advirtieron que “ya nadie las volverá a callar”. Eso es: En una Ciudad amurallada que hace oídos sordos a su sufrimiento, ellas se impusieron y salieron para demandar justicia por sus muertas y desaparecidas, a denunciar a sus agresores y exigir un país más justo e igualitario para todas.
Por supuesto, en la marcha hubo agravios de unas cuantas en todo el país, aquellas que ocultas en máscaras destruyen a su paso, irrumpen, violentan, dañan lo que es de todos en México… Es una forma de expresión que no corresponde con el espíritu inteligente del movimiento. ¿Por qué así?
En todo caso ahí está el gran movimiento de las mujeres que surgen de todos los estratos sociales, de todas las capacidades intelectuales, de toda formación académica o escolar, de todo el país y de un solo país, el país de las mujeres en pie de lucha y que ya nunca más guardarán silencio.
Y gritos de apoyo ese día: “¡No están solas!”, “¡Si el Estado las abandona, nosotros las cobijamos!” y “¡Fuimos todas!”. Y: “¡No somos una!, ¡No somos 100! ¡Pinche gobierno, cuéntanos bien!”, gritaban enardecidas.
Quienes estuvieron en la marcha lo cuentan. Lo dicen. Lo exaltan.
Mientras tanto, Palacio Nacional mira con desdén a esas 180 mil que salieron en la capital del país. No importa. Si importa que ya no habrá silencio. Y que este grito estará en las urnas el 2 de junio próximo. Ese será el castigo más doloroso para el régimen actual: el voto justo e inteligente.