KAIRÓS
Francisco Montfort
Es la organización el seno de donde surgen nuevas cualidades. La organización molecular adecuada permite que dos gases se conviertan en agua. La organización también es el arreglo promotor de constreñimientos, defectos. Para una organización exitosa, la relación entre ambas funciones debe inclinarse hacia la promoción de cualidades.
Un ejemplo reciente de organización política virtuosa es el Estado español. Transitó, en una generación, desde una dictadura a consolidar un régimen político democrático, desconocido en la historia de esa nación.
Este Estado nuevo promovió una dinámica económica que le permitió multiplicar el ingreso per cápita a niveles promedio de la Europa desarrollada, construir un robusto sistema de servicios sociales de bienestar de alcance universal y modernizar saberes, conductas y valores de sus ciudadanos.
Una organización política diseñada para promocionar más constreñimientos que cualidades es el actual Estado mexicano.
Desde los años sesenta era evidente que nuestro Estado no conseguiría resolver ninguno de los grandes problemas nacionales. El arreglo institucional mostraba ya rasgos de disfuncionalidad inclusive para mantener la legitimidad del dominio del sistema priista.
Luis Echeverría cometió la insensatez de pretender regresar el reloj histórico a la época cardenista, justo en el momento en que las naciones desarrolladas iniciaban reformas de los Estados exitosos de la posguerra. Conocemos los resultados.
La quiebra económica y financiera del país en 1982 fue también el réquiem del sistema político. Miguel de la Madrid gerenció el desastre heredado. Inició la contención del presidencialismo de tipo absolutista mediante una reorganización del Estado. Sería Carlos Salinas de Gortari quien modernizaría la organización.
Han sido notorias la emergencias o cualidades nuevas propiciadas por esa labor. El país moderno se mueve todavía bajo las cualidades afianzadas en estos últimos 30 años.
Los posteriores presidentes apenas afinaron algunos detalles. Descuidaron este proceso transformador, salvo Ernesto Zedillo. Pero todos esos esfuerzos fueron insuficientes para construir un Estado exitoso: organización promotora incesante de nuevas cualidades.
A partir de 2018 las restricciones volvieron a parasitar el Estado. El Estado mexicano ha llegado a una situación límite en la cual las reformas, en lugar de resolver problemas, tienden a complicar los ya existentes, y a nutrirlos con nuevas dificultades.
Las reformas al Estado del señor López en salud, desarrollo social, energías han sido desfavorables para la sociedad. Sus últimas propuestas para reorganizar el Estado apuntan nuevamente a un sistema cardenista autoritario. De aplicarse esas reformas, México se hundiría bajo una espiral descendente. Lo conduciría al pozo de la escala de países inviables. Así lo muestran las evaluaciones de algunas variables que lo colocan entre las peores naciones, según evaluaciones internacionales.
La señora Sheinbaum propone, y está obligada, a poner en práctica las reformas cardenistas del señor López. Además, por su talante, y porque aprendió a gobernar de la mano del señor López, caminará inexorablemente por los caminos ya trazados por su progenitor político.
Ella se sentiría a sus anchas con un poder sin límites. Su formación académica, y su praxis política en la Facultad de Ciencias de la UNAM, (marxismo ortodoxo, de cubículo, sin contacto con la realidad, cuya primera víctima fue, precisamente, la UNAM a manos del CEU) la convierten en una persona poco flexible, dogmática y autoritaria.
La señora Gálvez, sin explicitarlo, propone atemperar el presidencialismo desbordado. Si gana, el ambiente político inmediato a su toma de protesta dificultaría los acuerdos para pensar en reformas profundas del Estado y de muy largo aliento.
Durante el gobierno de Vicente Fox, más para obstaculizar su labor y más para dejar sangrar la herida de la pérdida del poder presidencial, en el PRI tomó forma un proyecto para introducir algunas figuras de reorganización que facilitaran el tránsito hacia el establecimiento de un gobierno parlamentario.
Hoy pueden repensarse esas propuestas y sugerir otras para allanar el camino de un cambio de régimen, que nos permita abandonar el arcaico presidencialismo a la mexicana. Tenemos que encontrar un camino que establezca:
1)incentivos poderosos para la clase política; 2) la renovación de los partidos políticos; 3) la promoción de nuevas cualidades para el sistema económico (sin capitalismo de Estado ni de cuates y con economía informal marginal); 4) generación de servicios sociales de un auténtico Estado de bienestar; 5) reducción sustancial de la corrupción; 6) primacía de la ley y contención de la inseguridad y del poder de los criminales.
Tarea gigantesca. Pero…si lo hicieron pequeñas ciudades/Estado como Corea y Singapur; y el Estado nación español ¿qué nos impide a los mexicanos lograr esta hazaña?
francisco.montfort@gmail.com