Página compleja en el libro de historia de nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación es lo que acontece en ésta Cuarta Transformación de la República. Empero, nuestro Supremo Tribunal no se cimentó con extravíos, ocurrencias o deseos de destrucción. La casa de justicia del pueblo mexicano, en cualquier tiempo, es el soporte y ejemplo sobresaliente de contribución para gestar un verdadero Estado de Derecho.
La historiografía de nuestro máximo Recinto de Justicia a lo largo de sexenios; desde que entró en vigor la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos hasta Andrés Manuel López Obrador, es realmente interesante, intrincada y, por demás variada. Sexenios de fácil y difícil sobrevivencia precedidas en algunos tiempos por obstáculos que afectaron su dignidad, en especial durante el neoliberalismo, donde nacieron conflictos y efervescencias motivadas por la corrupción de un tristemente célebre ministro.
Tampoco podemos asentar tajantemente, que ciertos sumisos al poder como Arturo Zaldivar Lelo de Larrea, hayan actuado indiscutiblemente en defensa de su anhelada independencia y autonomía, las cuales se conocieron en otras generaciones. No, simplemente, la historia de la máxima Casa Profesional de la Justicia registra que, en algunos años, sus togas fueron muy cortas de dignidad, consiguiendo penosamente la tilde de corrupción.
Por todo lo anterior, si se mira y estudia en su conjunto la historia de nuestro máximo recinto de justicia a lo largo de los sexenios, se podrá afirmar que pocas veces la justicia ostentó principios de dignidad e independencia tan ásperos y difíciles como en el neoliberalismo y en ésta Cuarta Transformación de la Nación.
Es cierto empero que esos sexenios desgarradores constituyeron ciertamente el desquiciamiento del Estado de Derecho. De ese dolor, de esa pérdida de dignidad y corrupción de unos, aparece un camino que se desea y puede ser realizable. Su depuración, atacando de fondo el fenómeno de corrupción.
Parece que es una ley de la naturaleza que el dolor se anteponga a la vida y que ésta resulte más preciada y amada como grande haya sido el sacrificio.
Así en el conjunto de nuestra historia jurídica de los recordados o malogrados sexenios, se puede apreciar que las luchas para obtener la dignidad de sus togas debieran de ser eficaces, para lograr y evitar el fenómeno de corrupción y obtener la independencia que en verdad merece la justicia de la República.
Una serie de acontecimientos nos lo explican sin necesidad de hacer planteamientos de mucha hondura. La corrupción de algunas togas, con especial mención a aquella perteneciente a un cártel inmobiliario, la sumisión a fuerzas ideológicas y políticas que se oponen al respeto irrestricto de la aplicación de la ley y algunas otras causas más permitirán esa confronta e investigación que como resultado dará que resplandezca el Estado de Derecho.
Un especial sentido de reverencia a la ley, de respeto por el marco de derecho, sea que se le entienda sólo como producto de la voluntad soberana y legítima del pueblo, sea que se le perciba como una exigencia natural de la abogacía independiente de la Nación o, en la majestad que conlleva a la justicia lograran que se fortalezca el cimiento de esa Suprema Corte que conlleve a una autonomía alejada del Poder Ejecutivo.
Es cuánto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal
del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, A.C..