De memoria
Cierto.
Quienes hemos vivido durante el siglo pasado y seguimos vigentes en el presente somos los elegidos de los dioses para presenciar mayores avances de los registrados por la humanidad desde el surgimiento de la primer molécula o la creación del hombre, según la creencia de cada quien.
Pisar la luna era más que una utopía, una falta de respeto a las divinidades, que nos habían dado unas precarias alas para aprender a volar.
Comunicarse, ver los sucesos en cualquier punto del planeta en el momento en el que sucedieran, sólo podía imaginarlo algún desquiciado escritor de ciencia ficción.
Terminar con los flagelos periódicos, pestes, virus y otros bichos, era una esperanza que se expresaba ante los altares pero como tales, una esperanza.
Son millones los inventos y los avances de la ciencia en todos los sentidos. Imposibles mencionarlos en un comentario simple que sólo sirve para lamentar el retroceso humanístico de los seres humanos.
Así, tal como dimos paso gigantes en términos científicos, en igual medida pegamos brincos y retrocesos en la relación y el respeto a nuestros semejantes.
Seres como Temujin, Gengis Kan o los conquistadores de la antigüedad, palidecen ante la brutalidad, la bestialidad, la inhumanidad de locos como Hitler y su contraparte gringa que de un plumón y una firma borró del mapa cientos de miles de vidas con las bombas atómicas.
Recordemos que cuando se decidió lanzar los mortíferos artefactos sobre Japón, este país ya había rendido sus armas, no había pues motivo para ese más bestial crimen en toda la historia de la humanidad.
Cuando encontramos una deidad para venerar, debemos darle los rasgos de la supremacía racial.
Un hombre blanco de luenga cabellera rubia como el sol, ojos azules que parecen pequeños lagos, blanca su piel y hermosa su barba.
Ese es cristo pero según estudios antropológicos recientes Jesús, de origen palestino, fue un hombre de estatura más bien baja, grueso de cuerpo, moreno, nariz ancha de amplios poros, cejas muy pobladas y ojos grandes, negros, con largas pestañas, su pelo rizado de tipo negroide y la barba con las mismas características y toda su pelambré negra como ala de cuervo.
En la modernidad nadie quiere a un palestino como efigie y quizá por eso los judíos están empeñados en un exterminio que la comunidad internacional critica tímidamente, pero no se atreve a impedir.
En las familias anteriores al pasado siglo había unidad y cada uno de sus miembros era parte viva del grupo. Se sintetizaba la idea diciendo que la familia es la base de la sociedad.
Pero nos cayó la modernidad y dejamos que cada miembro de cada familia sea una individualidad soberana, ajena al resto de su grupo social. Esto ha generado una fractura de las familias en las que cada quien jala para su conveniencia, sin considerar a los demás.
No exageramos. Tradicionalmente las familias tenían días consagrados a la reunión con sus parientes, hora en la casa de uno, luego en la casa de otro.
También había la tradición de un día al año celebrar una reunión masiva, convocando a los familiares dispersos en todo el ámbito del país.
Esas reuniones ya no existen. Y bien puede el lector hacer un juego de memoria para recordar este tipo de actos en su familia y cuando fue el último que celebraron.
También pueden observar la disociación del primogénito que no busca ni protege a sus hermanos menores. Hace su vida como luego la harán sus hermanos.
En mi familia, la última reunión grupal convocando a todos los trasterrados que debieron salir de Michoacán y buscar la sobrevivencia en otras entidades fue una fecha inolvidable que Fernando Benítez convirtió en una novelita histórica bajo el nombre de El agua envenenada, pasábamos rumbo a Morelia cuando al cruzar ciudad Hidalgo había una revuelta general y estaban quemando la casa del cacique con su familia adentro.
Mi padre reconocía al sujeto que era un muy acreditado talamontes, sin embargo la furia del populacho hacía imposible un intento para ayudarlo, seguimos camino a nuestra reunión.
Si quiere el lector enterarse completo del suceso en la que fue la antigua capital Purépecha de Tajimaroa, le sugerimos leer la obra de Fernando Benítez.
Con esta muestra de bestialidad empezamos a observar que se extendían los linchamientos que, según el presidente López Obrador, son parte de usos y costumbres, por lo tanto permisibles.
Actualmente ya no hay familias del tipo muégano, ahora todos son semillas que se tuestan aparte.