De memoria
Carlos Ferreyra
El maestro Manuel Buendía usaba una fórmula para atraer la atención de sus alumnos: En su primera clase recordaba a los jóvenes el oficio reconocidamente más antiguo del mundo.
“Pero debió surgir de inmediato quien informara de la existencia de esa dama sus emolumentos y las artes ofrecidas a cambio. Así nació el periodismo”
Buendía sin proponérselo, marcaba la pauta que significó el avance de la sociedad. No es posible imaginar un suceso de interés universal que no haya sido festinado y publicado antes, durante y después.
La profesión del informador la transformaron en comunicador. Falso. El periodista en su esencia pura es quien da cuenta y detalla los sucesos de interés público. Reporta los acontecimientos y por lo tanto es un reportero.
Desafortunadamente el progreso mal entendido y peor manejado ha logrado convertir la esencia del periodismo en un conjunto de chismarajos, versiones falaces, opiniones sin fundamento y lo peor, han logrado crear mayoría y de alguna manera hacerse visibles como periodistas.
No. El periodismo como lo entendemos quienes hemos vivido por y para el oficio, es algo que ya terminó, pasó a los libros de cuentos infantiles y de aventuras fantásticas. El periodismo, pues ha muerto.
Resulta casi imposible seguir un suceso desde su génesis hasta su ocaso, ante la proliferación de textos, versiones y aseveraciones de quienes actual atosigan a los lectores con escritos mal pergeñados repletos de faltas gramaticales y claro, apoyando la versión más escandalosa y no necesariamente verdadera, del acontecimiento que los ocupa.
La desocupación de los profesionales de la información es verdaderamente triste. Un profesional de las noticias, por reducido que sea su salario siempre será más oneroso que el de quien gratuitamente surge y pretende constituirse en reportero.
Los periódicos lo estamos viendo, están cada día más famélicos y de hecho han optado por apoyarse más en los opinadores que en los informadores.
Quienes firman y acaparan el columnismo en los medios quizá sean dueños de un nombre que les sea atractivo a la gente, lo que no quiere decir en forma alguna que sean de interés para los lectores.
Una diferencia más en el mundo de la comunidad, como le dicen ahora, es que tradicionalmente los reporteros investigaban temas y se los daba casi digeridos a los analista.
Hoy los reportes de los hombres de la redacción importan menos que el boleto del estacionamiento mientras entregan su reporte de colaboración.
Particularmente no tengo ni la más remota idea de lo que va a pasar con el periodismo en el mundo. Lo que observo es un rechazo casi general a la lectura y una proclividad, docilidad a escuchar noticias y aceptarlas como se las entregan.
Los videos en las redes cibernéticas, también se han convertido en algo que parece imaginado para combatir la lectura.
Los textos requieren no solo la atención de los lectores, sino inclusive su imaginación y su concentración para entender lo que el autor le quiso mostrar.
Seguiremos, pues, en esta caída interminable hasta que un buen día nos enteremos que los periódicos impresos no existen más y que la profesión de la que hablaba el maestro pasó al sueño de los justos.