* Desconozco qué tanto están dispuestos a sacrificar los mexicanos, todos, para que el caudillo del siglo XXI satisfaga sus pulsiones más íntimas y descabelladas y, sin miramientos, transitar -guiados por él- del más denodado esfuerzo para involucionar, de la democracia a la humillación de la cerviz y aceptar, sin chistar, un autoritarismo, una dictablanda o dictadura, y adentrarnos en un proyecto personal, no de la nación, que destruye al Estado y pulveriza a las instituciones, ya mandadas al Diablo
Gregorio Ortega Molina
Los más íntimos de los deseos y las más dañinas de las perversidades, se manifiestan en pensamiento, tiempo y acción en momentos insospechados, pero no pocas veces coinciden con fechas históricas que los motivan y verbalizan.
En la antesala del 18 y 21 de marzo, dos hitos históricos que mueven los sentimientos y las pulsiones de poder de Manuel Andrés López Obrador y, además, en los prolegómenos de la preparación de los días santos y, al final, la celebración de la Pascua: expiación y redención o, si se prefiere, renacimiento.
Imposible determinar hace cuánto tiempo cultiva y acaricia el deseo de sentir, ser, pensar, tomar decisiones y ser tan grande como Lázaro Cárdenas y Benito Juárez. Está consciente de que el tiempo legal y constitucional se le escurre entre los dedos y destruye, esa pérdida, sus ensueños. Es entonces que se manifiesta y verbaliza la manera en que puede obtener esos meses, años tan necesarios para fusionarse en cuerpo y alma con sus héroes, aunque deba pasar por el trauma del auto golpe de Estado técnico, para realizarse históricamente como él lo desea. ¡Al Diablo con las instituciones!, se repite y piensa hasta el agotamiento.
Pasado el tiempo de la expiación, se dispone a dar el salto al renacimiento, a la restitución del enorme capital político en el que se reúne y cobija la voluntad de muchos mexicanos, para aplaudir todas y cada una de sus decisiones, incluso las insensatas, las que lesionan al Estado, destruyen la confianza, borran la idea de Patria y hacen desaparecer lo que fue un proyecto de nación. ¿Son suficientes los plásticos del bienestar, para aplicar a nuestra Historia un borrón y cuenta nueva?
Desconozco qué tanto están dispuestos a sacrificar los mexicanos, todos, para que el caudillo del siglo XXI satisfaga sus pulsiones más íntimas y descabelladas y, sin miramientos, transitar -guiados por él- del más denodado esfuerzo para involucionar, de la democracia a la humillación de la cerviz, y aceptar, sin chistar, un autoritarismo, una dictablanda o dictadura, y adentrarnos en un proyecto personal, no de la nación, que destruye al Estado y pulveriza a las instituciones, ya mandadas al Diablo.
Supuse que deseamos vivir en libertad, tener empleo, salud, la posibilidad de educar a los hijos y de disfrutar lo que es esta Patria nuestra, pero con pesar constato que no muchos desean construir su destino, lo dejan en manos del caudillo.
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