De memoria
Carlos Ferreyra
La foto que publicamos en nuestro “Adiós al periodismo”, es diferente a la que reproducimos hoy. La anterior fue captada en la vieja glorieta de Caballito cuando circulaban de Bucareli a Rosales y se le atribuye a Francisco Pico.
La primera fotografía de los voceadores malabaristas fue captada mucho antes por el holandés Francis Sttopelman, un sujeto siempre sonriente, buen compañero en las tareas informativas y muy inquieto en la búsqueda de la gráfica más ilustrativa.
Ambas tomas parecerían destacar las habilidades funambulescas de los repartidores de periódico, pero en realidad lo que permiten es certificar la muerte del periodismo impreso.
Cada bicicletero surtía a un máximo de dos puestos de periódicos repartidos por toda la geografía de la capital.
Los puesteros desarrollaron el arte visual al máximo colocando portadas y páginas interiores a la vista de un público al que ellos tenían totalmente ubicado en cuanto interese informativos y visuales.
De hecho, los puestos se complementaban unos con otros y era ese a cotidiana los transeúntes que se detenían a leer lo que estaba en exhibición para después escoger el periódico que más les pudiera interesar.
En la madrugada la calle de Bucareli, entre Reforma y Morelos, se constituía en un tenderete al que llegaban los camiones repartidores procedentes de cada medio y dejaban los “amarres” o paquetes cada uno con determinado número de ejemplares.
El principal entre los distribuidores era un señor de apellido Flores que tenía la concesión importantísima del reparto de Excélsior y sus publicaciones como “Jaja”
y “Revista de revistas”.
En páginas cuadriculadas anotaban el número de impresos entregados a los subdistribuidores por ejemplo Guatemala, atrás de la catedral, que se hacía cargo de surtir a toda esa parte del primer cuadro de la ciudad.
La escena de los malabaristas era totalmente común. Con diferentes alturas por el número de ejemplares se les veía partir para surtir sus propios comercios.
La foto de Francis que hoy reproducimos, fue captada afuera del edificio del periódico “La prensa”, causó mucha curiosidad porque dio la vuelta al mundo y el mundo entero quería saber si se trataba de una exhibición.
Difícil convencer a los periódicos, al menos en mi área que era Centroamérica, de que la foto era real, era diaria y habitual. No lo pudieron creer.
En la esquina de Reforma y Artículo 123 se encontraba uno de los expendios mejor instalados en la zona.
Era propiedad de un matrimonio de edad avanzada que tenían una hija jovencita a la que cuidaban como a la niña de sus ojos. En ese puesto vendían más diarios Excélsior que en el propio medio cuya sede estaba a unos cuantos metros.
Con el tiempo y ante la disminución progresiva de lectores, los puesteros comenzaron a vender lotería, dulces y algunas artesanías ligeras.
Poco a poco y sin céntrico han desaparecido. Ya nadie sale a la calle para buscar el periódico y si acaso, buscará en alguna tienda de conveniencia o algún comercio con mayor amplitud de mercadería.
Las suscripciones también han ido desapareciendo.
El arguende, el chismerío de las redes sociales hacen realmente inútiles los esfuerzos de algunos medios que en forma heroica están optando por privilegiar la información sobre ciencias y técnicas.
El tiempo corre muy aprisa y poco vivirá el que no termine por ver las pompas fúnebres de los medios impresos.