Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Algunas estimaciones reales señalan que el “affaire” de las propiedades millonarias de la candidata de Morena a la gubernatura de Veracruz, Rocío Nahle García, le habrían costado ya una caída de entre diez y 15 puntos, con lo que su ventaja inicial sobre el candidato del frente opositor, José Francisco Yunes Zorrilla, se habría esfumado.
Eso tiene verdaderamente preocupados a sus promotores y operadores en Veracruz, pues la ex secretaria de Energía no ha tenido de otra que aceptar que es una muy próspera casateniente, cuya fortuna se hizo más grande precisamente en los años en los que fungió como funcionaria federal de la administración que promueve la “austeridad republicana”, y responsable además de la construcción de la refinería Olmeca-Dos Bocas, uno de los fraudes más grandes de la historia reciente de nuestro país.
La rimbombante refinería, obra “insignia” del obradorato –y sí que lo es, representa exactamente su esencia-, no solo no refina aún ni una gota de combustible, a pesar de haber sido “inaugurada” dos veces el año pasado. Dos Bocas ha sido y sigue siendo una sangría salvaje del erario, con costos de construcción triplicados respecto de su estimación original y que ya superan los 20 mil millones de dólares.
En ese mismo periodo, el patrimonio de la política oriunda de Zacatecas detectado en los estados de Tabasco, Veracruz y Nuevo León y ahora se adelanta que también en Estados Unidos, alcanzan la friolera de 100 millones de pesos.
¿Cómo le hizo una ex empleada de Petróleos Mexicanos para pagar un departamento de 28 millones de pesos en San Pedro Garza García, Nuevo León? ¿De dónde sacó una secretaria de Estado que no gana más que el presidente de la República para hacerse de una lujosa residencia de 12 millones en el fraccionamiento “El Country” en Villahermosa, Tabasco? ¿Cómo es que una joven sobrina suya “adquirió” una megamansión de 40 millones de pesos en el fraccionamiento “El Dorado” en Boca del Río, Veracruz, que le “renta” a su “tía Chío” (Javier Duarte dixit) mientras hace campaña por la gubernatura? ¿De qué manera su esposo José Luis Peña Peña, trabajador (doblemente) jubilado de Pemex se volvió propietario de casas y terrenos en zonas de alta plusvalía?
La falta de respuestas convincentes a todas estas interrogantes tiene la campaña de Rocío Nahle contra las cuerdas, a lo cual se suma que su ausencia de arraigo y la referencia a su verdadero lugar de origen (Río Grande, Zacatecas), realmente le ha hecho mella entre una población que no ve con buenos ojos que desde el Altiplano se imponga una “virreina” que ni siquiera conoce la entidad, como ella misma lo ha puesto de manifiesto en más de una ocasión.
Y por si no tuviese suficientes problemas, Rocío Nahle se ha encargado de excluir y alejar hasta a los de casa. Cada vez más operadores morenistas de tierra se abren de la campaña de una candidata cuya soberbia es tan grande como su fortuna inmobiliaria, mientras que en las esferas gubernamentales no están tan seguros ya de que su arribo a la gubernatura sea lo que más les convenga, habida cuenta de su carácter arrogante, rencoroso e irascible que deja salir a la menor provocación.
Tuvieron que pasar casi tres semanas de campaña para que el dirigente nacional morenista, Mario Delgado, viniera a Veracruz a apoyar a su candidata. Y la abanderada presidencial Claudia Sheinbaum –a quien la incontinencia e incompetencia del morenato veracruzano terminó por involucrarla en claros delitos electorales la última vez que vino a la entidad, al cierre de su precampaña- no ha puesto pie en Veracruz para arropar a Nahle, pues teme que el escándalo por la presunta corrupción de la zacatecana la termine embarrando.
Rocío Nahle se ha convertido en un verdadero lastre para el proyecto de continuidad obradorista, que si llegan a perder Veracruz se ve en riesgo incluso a nivel nacional, pues se trata del cuarto estado con el mayor padrón electoral de la República.
Por eso se ve así de descompuesta. Por eso ya sus “guarros” hasta agreden reporteros.
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