* Hoy la iniquidad abunda, fuera y dentro de la Iglesia, por eso condenan la tan pasajera moda de la teología de la liberación, olvidan a Sergio Méndez Arceo, Ernesto Cardenal, Óscar Arnulfo Romero y a Camilo Torres, y cierran los ojos ante los pederastas y los violadores, o ante el comportamiento de esos obispos que se sirven con la cuchara grande del dinero de los feligreses
* Creo que es fácilmente reconocible la mano de don Manuel Andrés López Obrador. Quiere transfigurarse en víctima, y para ello es capaz de recurrir a la insidia, el montaje y la iniquidad de que hace gala. Insisto, vean el rostro de satisfacción de la Sheinbaum
Gregorio Ortega Molina
Puede explicarse, pero es injustificable, la incursión de los clérigos en asuntos bélicos y en actividades de la administración pública, aunque quizá no su opinión en los asuntos de Estado que atañen al bienestar de la comunidad gobernada, sin limitarse a los feligreses.
Incursionar en este tema debe partir de lo expuesto por la teóloga Isabel Cabrera en El lado oscuro de Dios: “El encuentro del hombre con Dios no tiene por límite la moral. La ética es para los hombres. Dios no tiene por qué ceñirse a nuestros anhelos morales”.
A partir de este aserto podremos leer mejor La cruzada de los niños, de Marcel Schwob, o El nombre de la rosa, de Humberto Eco, o a Leopold Von Ranke y su Historia de los Papas. La lista es larga, pero nos acerca al uso que del término guerra justa hizo la Iglesia.
Las guerras de religión, la lucha por la Reforma, la defensa de los Estados Pontificios, también fueron verdaderas carnicerías. Y en sus confrontaciones teológicas entre grupos y órdenes religiosas por hacerse con la verdad, llegamos a comprender lo que Sergio Quinzio exhibe en Mysterium iniquitatis: “En la Iglesia, a medida que nos hemos alejado de los orígenes, nadie ha vuelto a hablar de este <<misterio de la iniquidad>>, cuyo recuerdo y significado se ha perdido. Darse cuenta de ello significa ser consciente de una trágica contradicción…”.
Hoy se han empeñado, sobre todo los editores de prensa, en confundir inicuo con inocuo. Distan de ser sinónimos, aunque muchas personas conjunten los dos “atributos”: son inicuas por su comportamiento y manera de ser, y son inocuas por su tontería, se pequeño poder, su nula inteligencia. Hace mucho que pululan en la administración pública, y puede constatarse cómo nos va con ellos a la cabeza de los gobiernos que han presidido.
Hoy la iniquidad abunda, fuera y dentro de la Iglesia, por eso condenan la tan pasajera moda de la teología de la liberación, olvidan a Sergio Méndez Arceo, Ernesto Cardenal, Óscar Arnulfo Romero y a Camilo Torres, y cierran los ojos ante los pederastas y los violadores, o ante el comportamiento de esos obispos que se sirven con la cuchara grande del dinero de los feligreses.
El deber cumplido entre los clérigos es un signo de obediencia absoluta al mandato divino, y por ello incluyen el pecado de omisión entre aquellas faltas por las que ha de solicitarse el perdón. La ascesis, para ellos, es un obsequio al hecho de cumplir con “su” deber.
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Obvio, en el oficio de mandar también existe la ascesis, como la que les facilita suponer que los gobernados somos tontos mientras ellos se elevan, ascienden a la cúspide de su Olimpo, ya sea en “La Chingada”, en Palacio Nacional o en Macuspana, con escala en Motozintla.
El rostro de Claudia Sheinbaum al momento de ser fotografiada por el celular de un encapuchado, lo expresa con claridad, los del montaje son ellos, los de la 4T, en su firme deseo de quedarse en lo atemporal.
¿Qué opinan en Latinus? Les comparto el deslinde: “Ayer (21 de abril), un grupo de encapuchados abordó a Claudia Sheinbaum durante su gira por Chiapas para exponerle sus demandas. El presidente Andrés Manuel López Obrador y su candidata dijeron que Latinus pudo haber estado detrás del hecho. Ambos consideraron <<extraño>> que fuéramos el único medio presente en ese momento.
“Manifestamos un rotundo rechazo a las declaraciones irresponsables e insidiosas del mandatario y su candidata presidencial…”.
Creo que es fácilmente reconocible la mano de don Manuel Andrés López Obrador. Quiere transfigurarse en víctima, y para ello es capaz de recurrir a la insidia, el montaje y la iniquidad de que hace gala. Insisto, vean el rostro de satisfacción de la Sheinbaum.
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