Magno Garcimarrero
Tuve que ir a la preciosa región de la Costa Esmeralda, para enterarme de que las plantas y los frutos también enferman, lo que preocupa a los agricultores a pesar de los curiosos nombres de esos padecimientos vegetales.
Cuando oí hablar del “amarillamiento letal del coco”, esbocé una sonrisa, pero conforme iba recibiendo la explicación de semejante enfermedad cuyo vector es un insecto, me fui poniendo serio y formal, porque me di cuenta del daño que causa.
Me esperaba sin embargo otra sorpresa, que llegó cuando se habló del virus de “la tristeza de los cítricos” (CTV) por las siglas en inglés: citrus tristeza virus.
De pronto me imaginé un pomelo llorando, una mandarina a moco tendido y también me ganó la risa antes de recibir la explicación del padecimiento.
Se le puso nombre en Brasil, en el idioma portugués, del que opino que es el más bello del mundo, así que entendí el grado de poesía que conlleva la designación de la enfermedad.
Pero me faltaba conocer un padecimiento más contundente, la elefantiasis del plátano, esa si me condujo hasta la incredulidad.
¿Cómo? Pregunté creyendo no haber escuchado bien, o tal vez pidiendo una explicación que reprimiera la risa que me ganaba. Llegó la explicación oportunamente:
“Esta enfermedad se caracteriza por un crecimiento exagerado del cormo, cuyo agente es aún desconocido, con posterior arrugamiento y pudrición de la base de las calcetas que termina con el volcamiento total de la planta”.
¡Sopas!
Como no entendí muy claramente la explicación, me puse serio y preferí quedarme con el puro nombre: “elefantiasis del plátano”.
Cuando volví a mi casa y conté todo esto, nadie me creyó, dijeron que seguramente estaba inventando cosas para hacer reír, como siempre, y cambiaron de tema.
Si de veras se tratara de inventar, yo podría agregar cosas como “El arrugamiento senil de los kiwis”, “La flacidez vetusta de las toronjas”, el “ahuecamiento crónico de la chirimoya”… Agregue usted otro igualmente sugerente.
M.G.