* Y lo que sucede en el mundo agrícola y pecuario, en medio de una de las peores crisis climáticas, dista mucho de infundir entusiasmo. La sequía no se limita a los recortes de agua: afecta la producción de alimentos y disminuye la generación de energía hidroeléctrica
Gregorio Ortega Molina
¿Cuántos millones de habitantes poblaban el mundo en 1929, cuántos hoy en día? La pregunta dista mucho de ser ociosa, porque nos da idea de la magnitud de las consecuencias de un crack económico similar al de hace una centuria.
Hoy padecemos diferentes derivaciones de un problema idéntico: codicia y ambición. Sólo basta observar con los ojos abiertos, la empatía despierta, el interés político y económico en alerta. Los hechos que se suceden en los ámbitos internacional y local en efervescencia, debieran bastarnos para que las señales de alarma dejen sorda a la camada de líderes mundiales ineptos.
Las batallas armadas libradas en buena parte del mundo, tienen un origen similar y con consecuencias idénticas: concentración de poder y expansión de territorio, por un lado, por el otro, la expulsión de miles o cientos de miles de personas de sus ciudades y patrias. Los muertos dejan de tener un costo en dinero, los desplazados forzosamente incrementan el gasto “inesperado” en las naciones por donde se mueven.
Pero hay otras guerras. La del narcotráfico, con tanta violencia, es la más cruenta socialmente, y la más dañina política y económicamente, porque esos muertos vivos se suman a los migrantes ilegales que deambulan por las urbes. Basta con ver las imágenes de ciudades como San Francisco, Tijuana, Nueva York, Ciudad de México, París, Madrid, Roma. Las víctimas del fentanilo se suman al costo económico de los ilegales, destruyen los sectores de la salud, e inclinan el desánimo en esas poblaciones que se creyeron seguras y ajenas a lo que pasa en el mundo. Lo que hoy padecemos es parte de la globalización.
Las batallas por la salud y el desempleo desequilibran todos los presupuestos de egresos, porque sólo uno o dos laboratorios deciden la fabricación de medicamentos similares, y porque la automatización primero, y la inteligencia artificial ahora, abaratan los costos de la producción, pero nadie incrementa los salarios de los que conservan la chamba.
Y lo que sucede en el mundo agrícola y pecuario, en medio de una de las peores crisis climáticas, dista mucho de infundir entusiasmo. La sequía no se limita a los recortes de agua: afecta la producción de alimentos y disminuye la generación de energía hidroeléctrica.
El panorama es siniestro a corto y mediano plazo, y no asoman líderes capaces de enfrentar el problema y decidirse a modificar los paradigmas del desarrollo. Es posible, muy posible, una futura crisis económica al cumplirse los cien años de 1929.
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@OrtegaGregorio