Joel Hernández Santiago
Si no fuera porque es una tragedia política-electoral, aquí podría caber aquello de “el miedo no anda en burro”, o acaso aquello de “más vale que digan aquí corrió, y no aquí quedó” o quizá “más vale la graciosa huida, que la apasionada entrega”… y así por el estilo. Es el tema: renuncian candidatos a seguir en campaña para puestos de elección popular.
El tema es delicado. Muy serio. En la historia del país pocas veces habían ocurrido fenómenos políticos como el que se conoció en las elecciones de 2021 y mucho más ahora en lo que va de las campañas para las elecciones del 2 de junio de 2024. Son candidatos o candidatas que se habían empeñado en ganar una elección por vía del sistema de partidos y democracia.
Son personas que se consideraban aptas o con la fuerza política suficiente o los apoyos necesarios para contender y ganar. Porque cada uno de los que participan suponen que pueden ganar en base a su experiencia, en sus virtudes políticas o acaso por sus intereses particulares.
Así que fueron registrados o registradas como candidatos de tal o cual partido y enseguida habrían de exponer sus razones y propuestas políticas y de gobierno en vista de la situación que perciben en su entorno. Pero ese entorno no siempre es el Mundo de Oz. No siempre es el lugar en donde podrían ejercer su gobierno si ganaran. Hay otros datos por ahí. Y otros intereses.
Y hay también violencia en el país. Ya se ha dicho aquí mismo, en lo que va del inicio de campañas el 1 de marzo y a la fecha han sido asesinados por lo menos 17 aspirantes a puestos de elección popular de distinto partido; muchísimos más son amenazados, otros perseguidos o violentados por no querer ser parte de intereses ajenos a lo político.
Se han hecho advertencias al Instituto Nacional Electoral (INE) para que exija protección para todos los candidatos en todo el país. Se argumenta desde la secretaría de Gobernación que muchos de ellos no la han solicitado o no la quieren.
No. No es un asunto de voluntad, es asunto de indispensable responsabilidad y necesidad. Cuidarlos es cuidar el proceso electoral y cuidar a la democracia… Sí, pero no. No ocurre y las consecuencias están a la vista. No sólo por la muerte de candidatos, sino que ahora muchos están renunciando a continuar sus campañas en un ambiente peligroso y descuidado. Temen que les ocurra algo irreparable.
Un ejemplo de esto es lo que ocurrió apenas. De pronto, de un sólo tajo, se anuncia que en el estado de Zacatecas al menos 200 mujeres renunciaron a contender por presidencias municipales. Hay distintos argumentos. Pero en la mayoría de los casos quieren evadir una realidad absoluta: el miedo; niegan que es por temor a ser agredidas en su persona y las explicaciones varían:
Según información del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Zacatecas, una persona renunció por sufrir violencia política en razón de género; otras razones expuestas son: “por haber sido registradas sin su consentimiento; por cuestiones personales; para cambiarse de partido político y de cargo; por cuestiones de inseguridad; de estudios; por falta de tiempo; por no estar interesadas en participar; por presentar documentos para que el partido no perdiera su lugar o cuestiones de salud.”
A la vista del panorama violento que se vive hoy en Zacatecas, es lógico reflexionar en las razones de fondo de estas renuncias intempestivas.
Otro ejemplo es el de Michoacán. Ahí, hasta el 24 de abril, han sido presentadas más de 190 renuncias de candidatos registrados ante el Instituto Electoral de Michoacán, según informó el mismo IEM. De éstas, siete han sido a para presidencias municipales; otras son sindicaturas y regidurías, tanto propietarias como de suplentes de todos los partidos políticos, así como de las candidaturas independientes.
Es un caso similar al de Zacatecas. La violencia en Michoacán se impone en lo electoral. Y esto genera que los candidatos decidan “dejar la fiesta en paz”. Renuncian.
Pero ¿quién ocupará su lugar? ¿Es ese el gobierno que se quiere para todos estos estados o municipios? ¿Y quién protegerá a los ciudadanos de hechos arbitrarios o dañinos en sus personas o patrimonio?
Y así como en Zacatecas y Michoacán, otros estados de la República registran renuncias sorpresivas. ¿Quién ha permitido esto? ¿Quién mira hacia otro lado para evadir la responsabilidad de este panorama lamentable? ¿Quién cuida la seguridad de todos en el país?
En efecto, lo ideal es “llevar la fiesta en paz”. Llevar a cabo un proceso electoral transparente, justo, plural, democrático en el cual se exprese la voluntad de cada uno de los ciudadanos que acudan a las urnas y ocupe el gobierno a quien todos, en mayoría elijan…
Es el ideal. Pero ahora esto es un sueño… ‘y los sueños, sueños son’, como dijera Calderón de la Barca.