Roberto Abe Camil*
La violencia e inseguridad pública que se han adueñado de la vida cotidiana de los morelenses en la presente administración, se recrudeció en las últimas jornadas, lesionando aún más a una sociedad que no porque parezca haber perdido la capacidad de asombro ante el flagelo del crimen, por ello deja de sentirse agraviada. Al secuestro y asesinato del productor y comunicador Roberto Carlos Figueroa le sucedió el secuestro alrededor de 24 horas después de Monseñor Salvador Rangel Mendoza, O.F.M., Obispo Emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa en el vecino Estado de Guerrero, y quien, en razón de su retiro por edad conforme a lo dispuesto por el Derecho Canónico, reside en Jiutepec, Morelos.
El religioso de 78 años, es oriundo de Tepalcatepec en la Tierra Caliente de Michoacán que colinda con Jalisco, franciscano al igual que el Papa Francisco, es uno de los cuatro obispos de esta histórica orden en México. Es un hombre que predica con el ejemplo y da cuenta de ello profesando con congruencia las prendas que distinguen a la Primera Orden de San Francisco desde su fundación por el santo oriundo de Asís en el lejano 1209. Don Salvador, como es llamado por propios y extraños, es sin duda alguna un digno sucesor de Fray Martin de Valencia y los “Doce Apóstoles de la Nueva España” primeros evangelizadores del actual territorio mexicano, que desembarcaron en mayo de 1524.
La trayectoria de Don Salvador lo ha llevado desde profesar su ministerio sacerdotal en parroquias de la Arquidiócesis de Morelia, a incorporarse posteriormente a la Custodia que de Tierra Santa ejercen entre otros, los franciscanos en Jerusalén y sitios aledaños, ahí fue uno de los guardianes del Santo Sepulcro. Pero la presencia de Don Salvador en Israel no se limitó a la custodia ceremonial que se da de los lugares santos, sino que fiel al espíritu de concordia que es acento en su vida, bregó por la conciliación y la paz con los palestinos, es un experto en el islam y domina el árabe de manera fluida, es a su vez también un erudito en Gematría, el estudio aplicado al Nuevo Testamento de la numerología.
Su labor en Medio Oriente, inevitablemente nos remite a la figura de otro distinguido prelado, el Arzobispo italiano Pietro Sambi, quien desplegó en vida una intensa carrera diplomática, que lo llevo a estar al frente de Nunciaturas Apostólicas en África, Asia y Medio Oriente. Monseñor Sambi fue durante la primera década de este siglo, Nuncio Apostólico en Israel y Delegado Apostólico en los territorios palestinos, se mostró como un actor decidido en aras de la paz judeo palestina, Sambi murió en 2011 mientras se desempeñaba como Nuncio Apostólico en Estado Unidos.
Al volver de Tierra Santa, Don Salvador fue rector del Seminario Franciscano de Celaya y poco después ecónomo y administrador de la Pontificia Universidad Antonianum en Roma. Para este siglo se encontró de nuevo como vicario en su Arquidiócesis natal, poco después a principios de 2009, el Nuncio Apostólico Chistophe Pierre, actual Nuncio en Estados Unidos, le comunicó que el Papa Benedicto XVI lo había nombrado Obispo de Huejutla en Hidalgo.
Con la llegada del Papa Francisco, Don Salvador fue designado en 2015, Titular de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa en Guerrero. Sin temor a exagerar, Don Salvador entonces se enfrentó a un reto para el cual se había preparado desde los lejanos días de su ingreso al seminario de la Orden de Frailes Menores. El nuevo Obispo encontró una Diócesis desbordada no solo por la ancestral miseria y necesidades de las comunidades guerrerenses sino por la violencia y el crimen organizado recrudecido en todas sus expresiones.
Ahí aun a costa de su vida e integridad física, ha estado amenazado de muerte, no se cruzó de brazos, ni se limitó solo a administrar el culto y a las tareas espirituales, sino de manera valiente atendió las causas sociales al buscar de manera directa a los delincuentes para negociar y bregar por la paz social y la seguridad de su grey.
Esta postura no lo eximió de la polémica, hubo quien de manera severa juzgó al Obispo por conferenciar con delincuentes o abrogarse facultades que según ellos solo competen a las autoridades. Sin embargo, Don Salvador con paciencia y congruencia franciscana, los desarmó y justifico su actuar al decir :” yo soy franciscano de corazón, mi labor es de paz y bien, y cueste lo que cueste voy a pacificar, así tenga que hablar con quien sea” afirmó también que debió actuar conforme al carisma de los miembros de su orden, quienes no pueden sentirse más o menos que otros ni mucho menos juzgar, ellos se deben sentar a hablar con el peor de los pecadores y su labor siempre será tender puentes.
La obra de Don Salvador, buscando la paz en su territorio episcopal, fue no solo un extraordinario esfuerzo a favor de la paz y de reconstituir el tejido social guerrerense, sino que abonó a que las elecciones de 2018 no bañaran en sangre a la entidad al lograr una tregua con los delincuentes. Su postura no solo dio cuenta de una vida ejemplar como prelado y hombre de fe, sino también como la de la trayectoria de un mexicano ejemplar que nos ha enorgullecido allende nuestras fronteras. Hoy con pena, Don Salvador se enfrenta a una nueva batalla: reponer su salud tras el secuestro y agresión sufridos en Jiutepec, es un hombre tenaz y valiente que sin duda sabrá superar esta dura prueba y los morelenses tendremos la dicha de contarlo entre nosotros por mucho tiempo, mientras tanto las autoridades locales tienen la grave asignatura de procurar seguridad y justicia, dar con los responsables y que este infamante crimen no quede impune.
*Escritor y cronista morelense.