Por Mouris Salloum George*
Los criminales buscaron eliminarlo a tiros por lo que sabía y por lo que denunciaba, pero consiguieron lo contrario: darle mayor presencia y trascendencia como ícono periodístico de una época. Tuvieron que planear su desaparición física y decidieron sorprenderlo por la espalda, al salir de su oficina, concluidas sus labores del día. Antes de que el comunicador pudiera reaccionar, el asesino material le incrustó varios disparos.
Así cayó fulminado Manuel Buendía, sobre la Avenida de los Insurgentes, en el cruce con Hamburgo, en la céntrica Colonia Juárez de la capital federal.
El influyente periodista planeaba otra denuncia, conforme a sus investigaciones sobre corrupción, pero fue sorprendido por el asesino y antes de que pudiera publicar su tema del momento fue silenciado por las balas fatales. Con su muerte, también quedaron heridos de gravedad la libertad de expresión y el derecho a la información en México, principios consustanciales de toda democracia.
Comenzó a correr mucha tinta sobre aquel magnicidio, sus motivaciones y complicidades. Los autores intelectuales del crimen, desde las altas esferas de la política, arrojaron pistas falsas para entorpecer las pesquisas judiciales. Tuvieron que pasar cinco años de aquel abominable crimen y mucha presión del gremio periodístico para que los funcionarios lograran capturar al asesino y su cómplice.
Planearon silenciarlo para siempre, pero ese anochecer fatídico del 30 de mayo de 1984, el ya famoso comunicador, de 58 años de edad, volvió a nacer. Para entonces había alcanzado una larga trayectoria en el ejercicio periodístico y como profesor de la materia; asimismo como emprendedor en esos menesteres.
A 40 años de aquel reprobable suceso es preciso dejar patente como gremio que Manuel Buendía no ha muerto. Sique muy vivo por lo que logró realizar como profesional del periodismo. Fue ampliamente conocido por su columna Red Privada, que era reproducida por decenas de periódicos del país. Había logrado publicar numerosos libros sobre espionaje internacional, corrupción gubernamental, narcotráfico y expresiones de violencia política y religiosa.
Como periodista de investigación, independiente y crítico del poder, Buendía se había labrado una respetabilidad a prueba y ejemplar.
Como referente académico de entonces y ahora, el autor de Red Privada, sigue siendo ejemplo en lo práctico (técnicas periodísticas) y en lo teórico (ética y valores sociales) para estudiantes y profesionales del periodismo.
Sobre su concepción del trabajo periodístico, el maestro de generaciones de reporteros, apuntó para sus alumnos y lectores: “El periodismo es siempre un acto político… que da a conocer, que avisa o advierte sobre síntomas de degeneración social…”
Sobre el autor de Red Privada, apuntó la también escritora y periodista, Elena Poniatowska: “¿En dónde radica el valor de Buendía? En su buena información, su buena prosa, su capacidad de denuncia, su falta de miedo y su archivo. Buendía recuerda, coteja, comprueba…” (Prólogo del libro La CIA en México, de Manuel Buendía).
El 24 de mayo de 1926, Manuel vio la luz por primera vez, en Zitácuaro, Michoacán. Este fue su ideal: “Servir a mi país con los recursos del periodismo.”
El de Buendía es un crimen no esclarecido plenamente, según los estudiosos del caso. Desde entonces, con su nombre en la lista de periodistas sacrificados, México se ha convertido en el referente mundial de inseguridad para los profesionales de la denuncia, y de impunidad para los asesinos.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.