ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
¿Qué es lo que más le molesta a Andrés Manuel López Obrador?
¿Acaso que sus planes de pasar a la Historia como el mejor Presidente que México haya tenido nunca no le han resultado como esperaba?
¿Quizá porque su lucha contra la corrupción se convirtió en realidad en una complicidad abierta con los corruptos, hijos, familiares y allegados incluidos?
¿Será porque se traicionó a sí mismo al no cumplir absolutamente nada de todo aquello a lo que decía comprometerse durante largos 18 años de campañas políticas?
¿Tal vez porque ve con suma preocupación que su proyecto de transformación –cualquier cosa que eso sea– quedará trunco ante el ascenso en las preferencias electorales de Xóchitl Gálvez y el estancamiento, primero, y descenso, ahora, de su “favorita” Claudia Sheinbaum?
¿Qué ni su abierta e ilegal intervención en el proceso electoral han ayudado a que su “calca” se encumbre en las encuestas que son verdaderas?
Y sus mentiras. ¡Ah, sus mentiras! Ha mentido durante más de dos décadas tras su búsqueda del poder presidencial. Cuando finalmente lo alcanzó, todas esas mentiras cayeron a tierra como si hubieran sido un castillo levantado con naipes.
Nos había engañado con aquello de que lucharía contra la corrupción, acabaría con la violencia, regresaría al Ejército a los cuarteles, que sus políticas darían prioridad a los pobres y muchas otras falsas promesas más.
Las traicionó, nos traicionó y se traicionó a si mismo apenas tomó posesión del encargo que le dimos 30 millones, ingenuos, creídos, muchos de nosotros.
Porque la violencia no acabó, ahora es más feroz y cobra muchas más víctimas; sacó a la calle a muchos más elementos de las Fuerzas Armadas a realizar tareas que no le corresponden, desde albañilería hasta aduanales; cerró instituciones que atendían a los más necesitados, los dejó sin medicamentos, y sin apoyos a quienes perdieron sus empleos durante la pandemia. ¿Le sigo?
Con el tiempo el descrédito de su palabra también ha ido creciendo.
Hizo gala de rudeza innecesaria
Lo que sea –que es mucho– tiene a AMLO no sólo enojado, sino abiertamente molesto, encabronado, a disgusto hasta en sus matinés, donde es el centro de la atención pública.
Lo justo sería escribir que ya casi está instalado en un encabronamiento permanente en contra de todos quienes no piensan como él –si es que acaso medita sus palabras antes de pronunciarlas– y de todos aquellos que no se someten a su sacrosanta voluntad.
Peor les va a aquellos que se atreven a exhibir sus incongruencias, la corrupción galopante, sus mentiras disfrazadas de “otros datos” cada vez menos creíbles.
Y es que AMLO ya pasó de aquellas reconvenciones iniciales a los fifís para, paulatinamente, escalar el discurso de sus matinés palaciegas a insultos y descalificaciones que le salen no de la cabeza sino de los que popularmente son conocidos como tanates.
La del viernes fue una de aquellas mañanas en las que el tabasqueño se despertó más que irritado. Ya lo escribí arriba: encabronado.
Los puntos sobre las íes, el libro de María Amparo Casar en el que queda exhibido el fracaso de su sexenio a punto de terminar fue la razón de su malestar, enojo, encabronamiento.
Si no lo cree, vea usted la reacción casi inmediata de los llamados chairos y, sobre todo, de los bots en las redes sociales.
Hubiese bastado con reconocer la libertad de la que goza la presidente de la ONG Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad –como cualquier otro ciudadano, en cualquier otra circunstancia–, y nada más.
Pero no. Se fue al extremo. Empleó una rudeza innecesaria. Tenía que inyectar cizaña.
Tenía que darle material a quienes manejan los bots, Y a los chairos para que se desataran en X, en Facebook, en WhatsApp y en cuanta red social mantienen contratos de alquiler los cuatroteros.
¡Ya cálmese Presidente! ¡Tome su Pasiflorine! Duerma acompañado.
No le vendría mal a usted…
… y tampoco a la cada vez más escasa gobernabilidad del país.
Creo que así se le bajaría lo encabronado que está.
Indicios
Con respecto al pago del seguro de vida y la pensión recibida por María Amparo Casar, éste pudo haberse dado en exceso o de forma indebida siempre y cuando la muerte de su esposo Carlos Fernando Márquez Padilla García, se hubiese calificado como accidente de trabajo, ya que entonces el monto de la indemnización por muerte del trabajador asciende de manera muy importante. Dado que el fallecido tenía asignadas labores administrativas era difícil calificar la muerte como derivada de accidente de trabajo. Es ahí en dónde se pudiera investigar y definir si hubo alguna falta. Sin embargo, en estas dictaminaciones la actual presidente de MCCI no tenía ninguna facultad. Todo estuvo a cargo de servidores públicos. Existía o aún existe un Reglamento de atribuciones que facultaba al Director Corporativo de Administración a establecer, entre otras, el trato de excepción a trabajadores de la empresa. * * * Y por hoy es todo. Reconozco haya tenido la paciencia de leer hasta aquí y, como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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