KAIRÓS
Francisco Montfort
Primero se pavoneó. En el último debate, por indicaciones de sus asesores, la señora Sheinbaum intentó mostrarse como si ya fuera presidente de la república. Se vistió de traje sastre. El peinado impecable de cola de caballo, con su cabello alisado. Toneladas de maquillaje para tratar de ocultar el cutis marchito, opaco resultado de su delgadez excesiva.
En sus palabras: “hay que respetar la imagen presidencial” por lo cual no respondería a los cuestionamientos que le hacia la señora Gálvez. Así que trató de parecer y aparecer como “La señora presidenta”, personificación inolvidable de Gonzalo Vega en la obra de teatro que tantos éxitos cosechó con ese primer actor.
A falta de capacidades para identificarse y compartir sentimientos con sus posibles gobernados, la señora Sheinbaum maquilló también su mensaje con un tono de voz maternalista, untuoso, meloso. Sin empatía para ser Evita Perón, optó por ser “Claudia la experta” que cuida de sus rebaños, segura como está de heredar no sólo el puesto sino también el poder excesivo acumulado por el señor López.
La pavona se convirtió en pavorosa. La actitud de condescendencia pronto dio giros no por esperados menos pavorosos. La señora Sheinbaum se encerró en el mundo de mentiras que ha creado el señor López. Y durante todo el debate se negó a reconocer los datos de la realidad que sus dos contendientes le esgrimieron.
Peor aún. Para quienes negaban que ella sólo puede ser una mala copia de su progenitor político, pronto quedaron desmentidos pues la candidata oficial asumió como suyo el desmantelamiento de la república federal, dividida en poderes autónomos, con contrapesos y tres niveles de gobierno con sus respectivas autonomías.
Con este debate quedó claro que la señora Sheinbaum carece de ideas propias (salvo las de repetir algunas acciones de gobierno que ella implementó en la Ciudad de México) y que su auténtico programa de gobierno es el que diseñó el señor López.
Si ella ganara, cuestión que cada día parece más difícil, debemos decir adiós a la autonomía del IFE y de los demás órganos autónomos. También se perderá la autonomía del Poder Judicial. Las minorías políticas desaparecerían del Poder Legislativo. Continuaría la militarización de la vida pública.
No. Estas amenazas no desaparecerán con la salida formal del poder político de su progenitor, el señor López. Si gana, cuestión que está en duda, la señora Sheinbaum retomará sus proyectos de ley para ponerlas en práctica de manera inmediata y profundizará el ambiente autocrático que ya vive el país.
Porque es tan grave que ella haga suyos los proyectos de su jefe de campaña como la forma en que ella gobernaría. “La señora presidenta” no ganará un concurso de simpatía ni será amada por su “pueblo bueno” pero, eso sí, ella conducirá con mano autoritaria sus acciones de gobierno para lo cual requiere de ese “pueblo” y no de ciudadanos libres.
Sus actitudes durante el último debate la muestran tal cual es: una persona que cree, y necesita creer, que ella conduce a individuos débiles frente al poder para hacer lo que sus creencias la sitúan como dirigente inmarcesible, eterna, perenne, perpetua.
En cambio, el proyecto de Xóchitl Gálvez está pensado para ser la guía de hombres libres, que exigen y saben promover sus propios intereses sin la ayuda de un líder infalible. Las debilidades de la candidata serán suplidas por un equipo de trabajo que conjunte a los mejores ciudadanos, los más y mejor preparados.
Pensemos en el acto más pavoroso de la noche del debate. Este acto no es sino la antesala de la formalización y regularización del terror. Ese de los actos de gobierno como justicia inmediata, justificada que provoca miedo intenso y que ya ha sido practicada por el señor López.
Me refiero a la penúltima intervención de Claudia Sheinbaum. En ella completo la infamia presidencial de llamar “traidores a la Patria” a los ciudadanos que marchamos el domingo con la famosa Marea Rosa.
Claudia encendió las alarmas de combate. Pronunció el catálogo de “virtudes” de ellos, los miembros del gobierno de AMLO e integrantes de Morena. Y contrapunteó los defectos de nosotros, los “opositores” precisamente los supuestos “traidores de la Patria”.
Este es un fuerte eslabón de la cadena de descalificaciones contra sus adversarios convertidos así en enemigos. Es el principio de la despersonalización para convertir en objetos a los ciudadanos mexicanos, es la cosificación de seres humanos cuya única condición es oponerse al proyecto de la llamada Cuarta Transformación.
Cosas, objetos, “traidores” son los testimonios del lenguaje que ya encubre la barbarie que desatan los miembros de Morena para aniquilar enemigos, para entronizar su proyecto político sin adversarios que les advierten del inicio de la hecatombe humana que están a punto de realizar.
Ni un voto para Morena.
francisco.montfort@gmail.com