José Alberto Sánchez Nava
“No podemos permitir que el dolor de nuestras víctimas se trivialice con acusaciones de lucro mediático por parte de gobernantes corruptos e ineficaces para ocultar su fracaso en materia de seguridad en México; la verdadera justicia radica en proteger a nuestros niños y en exigir un cambio real en la seguridad de nuestra nación.”
1.-“No me quiero morir”. Estas palabras, impregnadas de dolor y desesperación, resonarán en la conciencia de México por mucho tiempo. Eran los gritos desgarradores de Emiliano, un niño de 12 años, asesinado brutalmente en Tabasco, México. El video que circula en redes sociales es una herida abierta para todos nosotros: un niño en el suelo, varios impactos de bala en su abdomen, rodeado de personas desesperadas intentando salvar su vida. “No me quiero morir”, repite Emiliano, mientras la impotencia y el dolor llenan el aire.
2.-Este crimen no es un incidente aislado; es uno más en la dolorosa estadística de más de 5 mil infantes asesinados en los últimos años en nuestro país, bajo el manto de una secta cuyo mote es la cuarta transformación que por medio de su líder moral y actual presidente, invoca, “abrazos no balazos”. Cada muerte de un niño es una tragedia irreparable, pero la de Emiliano se ha convertido en un símbolo del colapso de nuestra seguridad pública y de la crisis humanitaria que enfrentamos en todo el país, ante la pasividad de un presidente que en colusión invoca los derechos humanos de los delincuentes que operan con una impunidad escalofriante, con secuestros, extorsiones y homicidios que azotan a grandes partes del territorio nacional. Es por esa razón, que La muerte de Emiliano será un permanente recordatorio brutal de que estas políticas no solo han fracasado en proteger a nuestros ciudadanos más vulnerables, sino que también han permitido que el crimen organizado se sienta más envalentonado que nunca.
3.-Ante esta catástrofe, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo la oportunidad de mostrar empatía y liderazgo. Sin embargo, su respuesta fue de una frialdad y mezquindad que hiela la sangre. “Es mentira que querían secuestrar a su mamá, lo querían secuestrar a él. Todo lo magnifican, me quieren perjudicar. Los obnubila el dinero”, dijo. Estas palabras, lejos de consolar a una nación en duelo, evidencian una desconexión profunda con la realidad y una falta de humanidad alarmante de un presidente que pasará a la historia bajo los calificativos más alejados al de un estadista y más cercanos a la mezquindad.
4.-El presidente ha intentado desviar la atención de la tragedia sugiriendo que los columnistas y los medios de comunicación lucran con el dolor ajeno. Ha argumentado que se está utilizando la muerte de Emiliano para atacarlo políticamente, posicionándose él mismo como la verdadera víctima de una supuesta campaña de desprestigio. Esta postura es no solo insensible, sino también moralmente reprobable. Al enfocar su narrativa en cómo estos eventos afectan su imagen y no en la pérdida de una vida inocente, López Obrador minimiza el sufrimiento real de las víctimas y sus familias.
5.-La política de “abrazos, no balazos” que promueve el presidente ha sido criticada desde su implementación. Aunque su intención de abordar la violencia desde una perspectiva más humana podría parecer noble en teoría, la práctica ha mostrado un panorama desolador: La trágica muerte de Emiliano no solo sacude nuestras conciencias, sino que también pone en evidencia la flagrante violación de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, la cual establece que es responsabilidad del Estado garantizar la protección integral y el derecho a una vida libre de violencia para todos los menores. Este marco legal, diseñado para salvaguardar los derechos y el bienestar de los niños, demanda la implementación de medidas efectivas de seguridad y justicia. Sin embargo, la brutal realidad de la violencia que cobró la vida de Emiliano demuestra un fallo sistémico en la aplicación de esta ley, dejando al descubierto una dolorosa brecha entre la legislación y la realidad que enfrentan miles de niños en México.
6.-Es imperativo que como sociedad exijamos una respuesta contundente y efectiva a la crisis de inseguridad que vivimos. No podemos permitir que las palabras vacías y las promesas incumplidas sigan siendo la norma. Necesitamos una estrategia de seguridad que realmente combata el crimen, que restablezca la paz y que garantice que nuestros niños puedan crecer sin miedo a ser las próximas víctimas.
7.-La indignación y la tristeza por la muerte de Emiliano deben transformarse en un clamor unificado por un cambio real. La memoria de Emiliano y de todos los niños que han perdido la vida en esta espiral de violencia merece algo más que la indiferencia y la insensibilidad de nuestras autoridades. Es hora de que México despierte y exija más que simples abrazos; necesitamos una política de seguridad efectiva y comprometida, una que realmente valore y proteja la vida de nuestros hijos.