El Ágora
Octavio Campos Ortiz
Los dirigentes de la 4T se aprestan a fraguar un fraude electoral si la compra de votos que hacen no funciona, por lo que desde ahora gritan “al ladrón, al ladrón…” para encubrir esas prácticas mapacheras de quienes se aferran al poder mediante el recurso de culpar de su ilegalidad a otros y así garantizar su propia impunidad. De no ser porque es una tragedia el atropello a la democracia y la voluntad popular, movería a la sonrisa o a la franca risa la advertencia de un posible fraude el 2 de junio mediante la compra de votos por parte de la oposición, más bien parecería una autoincriminación.
Lo mismo desde Palacio Nacional que en voz del gerente de Morena, salen acusaciones sobre la intención de los partidos y candidatos frentistas de ofrecer dinero o favores a cambio del sufragio de los ciudadanos. Olvidan que está en el ADN del Ejecutivo, del encargado de la franquicia presidencial y de la mayoría de los políticos guindas ese tipo de acciones por su innegable paso por el PRI y el PRD. Hoy bajo otro membrete se comportan igual que siempre, ambicionan el poder, se aferran a él y cometen infinidad de tropelías, pillerías e ilegalidades para manipular al pueblo. Disfrazan sus conductas ilícitas mediante el señalamiento de falsos infractores para quedar impunes: “al ladrón, al ladrón…”.
¿Compra de votos? Desde el primer día de este sexenio la supervivencia del proyecto político de la 4T estuvo basada en la administración de la pobreza. Nunca quisieron acabar con la miseria ni ver primero por los desposeídos, solo planeaban comprar la lealtad electoral. Hicieron creer a la gente que su estado ideal era subsistir con las dádivas de los programas asistencialistas y los convencieron de ese destino manifiesto. Perfilaron a millones de jóvenes mediocres e improductivos de conformarse con una “beca” sin aspirar a más, salvo ser carne de cañón del crimen organizado, mano de obra barata en el proceso productivo o en el comercio informal. Se ha perdido una generación de mexicanos resignados a solo extender la mano para recibir limosnas a cambio de lealtad electoral.
Lo mismo sucede con los viejitos, quienes hasta confunden un derecho constitucional con las “ayudas o dinero que nos da López Obrador”. Eso es compra de votos y lo hace el inquilino de Palacio Nacional desde el primer momento de su gestión, compró no solo sufragios, sino voluntades. Saben que su fuerza radica en mantener pobre a la población, si las familias salen de la pobreza pierde votos la 4T, como su propio líder moral lo ha declarado. Pero como el proyecto político de la 4T también necesitaba del debilitamiento del Estado de Derecho y de la eliminación de los contrapesos constitucionales, no tuvo empacho en vulnerar la autonomía del árbitro electoral para influir en los comicios, normalizar el uso electorero de los programas sociales y violentar permanentemente el marco legal, al fin que a él no le pueden venir con que la ley es la ley.
Por eso ahora se aprestó el gerente de la franquicia presidencial a alertar de un posible fraude o compra de votos por parte de los opositores, ¡al ladrón, al ladrón…! vocifera quien fuera señalado por las irregularidades en la construcción de la Línea 12 del STC y de su connivencia con el rey del huachicol. Está en su ADN la información de la corrupción, de la ambición de poder a costa de lo que sea. Y no van a cambiar, como en la fábula de la rana y el escorpión, esa es su naturaleza.
Pero más allá de la compra de votos, lo importante es saber qué pasará si no les alcanzan los sufragios de su ejército de ninis y viejitos, qué van a hacer si sale a votar más del 65 por ciento de la lista nominal, si los indecisos optan por el cambio y rechazan la continuidad. La labor de zapa de los activistas de la 4T disfrazados de servidores de la nación no garantiza si realmente la distribución de ayudas se reflejará en las urnas; hay que recordar que antaño el propio tabasqueño arengaba a la población a que recibieran las dádivas gubernamentales, pero “no voten por ellos”. ¿Y si ahora se le revierte? No descarten que el verdadero fraude lo organicen los que gritan ¡al ladrón, al ladrón…!