Magno Garcimarrero
Se ha acusado a algunos funcionarios públicos de esta sufrida y suave patria, de que, han logrado hacer la nómina de parientes más nutrida del mundo y sin intención de batir record alguno, sino por la pura mala enseñanza con la que nos catequizó la iglesia católica, pues en verdad, si de alguien aprendimos a favorecer a los familiares fue de esa institución milenaria que nos ha mostrado que el cariño que no se refleja en la nómina no es verdadero cariño; algo así como el amor a primera lista.
Y si no me creen, reflexionen nomás tantito:
El mero mero mandamás de este universo y planetas que lo acompañan es Dios y digamos que su palacio municipal o legislativo o ejecutivo, es el cielo o la gloria o el paraíso o como usted quiera llamarle, desde donde gobierna y manda, pero no solo sino bien acompañado, nada menos que a su diestra está su único hijo o unicuijo como dicen en mi pueblo.
¿Qué nos enseña este dúo de mandamases? pues que el mando puede compartirse siempre que haya estrecho parentesco.
Pero no queda ahí la cosa, sino que en la divina nómina aparece toda la parentela del hijo, que no del padre porque ese es único y sólo tiene al vástago como pariente, pero éste tiene a todos sus consanguíneos en puestos de cobro, a algunos como patronos, a otros como hacedores de milagros, a otros más como simples gestores, pero a todos como santos dignos de adoración, reverencia y limosna que para los santos viene a ser como la raya para los albañiles, la quincena para los burócratas, la mesada para los regidores o la dieta para los diputados y senadores.
La lista de parientes beneficiados la encabeza la mamá del único hijo, ella con un elevado cargo de intercesora hace uso (tráfico) de la gran influencia que tiene en los altos niveles jerárquicos, además se reviste de la categoría de madre y benefactora de todos, algo así como la presidenta del DIF celestial.
Luego viene pero ya muy de lejos don P. P. o Pepe quien con calidad de santo cumple una función de padre putativo (¿suplente?) muy decorativa aunque un poco triste.
Siguen los santos entenados como Santiago también conocido como Jacobo o Jaime, patrono de muchos pueblos que en su honor llevan su nombre, Tomás o Dídimo el gemelo oculto que inspiró a Dumas la novela de la máscara de hierro, quizás no sólo para novelar sino para denunciar el drama cristiano, en tiempos en que no se podía hablar con claridad.
Pedro es otro de los entenados con un lugar importantísimo tanto aquí abajo (en el Vaticano) como allá arriba, con el encargo de portero de la cámara celestial.
Luego vienen los santos suegros Ana y Joaquín con quienes se logra un grado superior de refinamiento en el nepotismo, sólo alcanzado aquí en nuestro planeta por personajes quienes han regado y abonado su frondosa enredadera genealógica hasta convertirla en una hiedra pegajosa adosada a la pared del presupuesto nacional… con mención honorífica instituida por don José López Portillo cuando se refería a los cargos de su engendro José Ramón: “El orgullo de mi nepotismo”.
Algunas tías, primos, nueras, yernos, también han logrado muy buen lugar en las santificadas listas de raya como Juan el bautista y su madre Isabel, a pesar de que ya forman parte de la línea colateral de parentesco.
Algo parecido puede decirse de otros propincuos y parientes por afinidad del único hijo, como son los hermanos Magdalena, Martha y Lázaro, quienes ubicadazos en la nómina disfrutan de la dedicación de pueblos, rancherías, CeReSos y estaciones del metro.
Creo que con lo anterior, queda demostrado que, lejos de que nuestros munícipes, diputados, senadores y demás fauna parecida, estén cometiendo algún atropello ilegal, están poniendo en práctica lo que nos enseñaron nuestros progenitores. ¡Bendita enseñanza!
En honor a los usos y costumbres, al nepotismo debería dársele categoría de garantía constitucional.
M.G.