Por: Armando Ríos Ruiz
El Presidente, o realmente se la cree o hace como el Tío Lolo. Acaba de decir en Oaxaca, a donde asistió junto con la Presidente electa, que se rompió el mito de que el pueblo es manipulable. Lo único que hemos visto durante el tiempo que lleva frente al timón de este barco, es una manipulación continua. Sin descanso. Insistente y sin precedente.
Su conferencia mañanera le ha servido para muchas cosas, la mayoría negativas: para denostar a sus adversarios. Para lanzar ataques a los periodistas incómodos y a todos los que no se han escondido para exhibir sus desacuerdos con él. Para hacer la campaña más costosa en la historia de México en favor de su candidata y desde luego, para manipular a su antojo.
La población es sensiblemente vulnerable, principalmente por su condición de desamparo y por ello resulta perceptiblemente manipulable. La dádiva bimestral en efectivo ha venido a convertirse en el eje rector del convencimiento a su favor y para sus caprichos, a tal grado que, en los lugares de mucha pobreza, la gente lo defiende a capa y espada, con el dicho: “a mi ningún Presidente me había dado nada”. Existen comunidades, me consta, en las que muchos, principalmente los viejos olvidados de sus propias familias, lo consideran un santo.
Y en estas condiciones tienen razón, porque ahora ven en sus manos reflejado ese sueño ancestral de recibir ayuda directa del gobierno, que se traduce en voto seguro por agradecimiento.
Pero el mito no se ha roto. Más bien se acrecentó este sexenio, con el manoseo de conciencias que ha alcanzado a infinidad de personas, porque la ayuda produce también esos efectos nocivos. Hoy no hay registro de que lo que ocurría en el pasado tan vituperado, vuelve a repetirse y está a punto de eternizarse con los nuevos dueños absolutos del país y con una dosis de veneno más grande que la que se inyectaba antes.
A pesar de todo lo criticable que fueron los tiempos idos, por muchas razones, siempre existió el propósito de respeto a los poderes del Estado y cuando fue necesario definir, principalmente el del Judicial, se llevó a cabo sin condiciones y sin pretextos del mandatario en turno, que fue quien presentó esa necesidad superior, para evitar abusos posteriores.
Ese triunfo de la democracia está a punto de ser revertido con la flamante idea de seleccionar a jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte, con el voto popular o con la decisión del único pueblo que existe en la cabeza del Presidente, para tomar cualquier resolución, más mala que buena, sin necesidad de sujetarla al escrutinio de las autoridades correspondientes.
Porque para eso se busca ahora con tanta insistencia, la nueva forma de designar a quienes forman parte de ese organismo. Como está hoy, no le sirve al mandamás. En este momento le es imposible ordenar decisiones descabelladas y visiblemente fuera de la ley. Es necesario acabar con este sistema y suplirlo por otro que no le ofrezca ninguna dificultad. Uno al que sólo habrá que ordenarle para obtener el resultado requerido para la imposición de caprichos.
Dijo en Oaxaca que “ya no van a regresar los que se sentían dueños de México” y es absolutamente cierto. Ya no van a regresar porque ya están aquí. Y no se trata de gente nueva o diferente a la del pasado. Es la misma. Lo único que cambió es el partido al que ahora pertenecen, pero con las mismas mañas.
Todos los priistas, hoy más papistas que el papa, continuarán, como siempre, pegados a la ubre. Aún falta saber a dónde pararán los que apenas dejaron de ser gobernadores y se incorporaron de inmediato a Morena, que los acogió con beneplácito.
Acaba de nacer pues, el nuevo PRI con otro nombre y con tintes de gobernanza peores, que amenaza con aires autoritarios y autocráticos y si no, al tiempo.
Pero esto es lo que quieren nuestros paisanos. Acaban de vender la conciencia para arruinar el futuro de sus descendientes.
ariosruiz@gmail.com
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político