-Victor Roccas.
Desde tiempos remotos la apariencia del ser humano ha sido motivo de interés, preocupación e inquietud, en muchos casos ha llegado a ser el símbolo de identidad por excelencia, la apariencia que reflejamos ante nuestros pares es y ha sido primordial para la evolución del ser humano, en algún momento de la historia de la humanidad alguien descubrió que adornar su apariencia natural generaría al menos curiosidad.
Hasta aquel momento la apariencia se adecuaba con gestos, gesticulación o ademanes, frunciendo el ceño, mostrando los dientes, abriendo los ojos y gritando, sonriendo, llorando o acariciando y tomando gentilmente el brazo de otro ser humano.
Pero la apariencia propia, la natural, dio paso a la apariencia cosmética, esa que exageraba la supuesta disposición o actitud del individuo, desde entonces la apariencia cosmética sirvió más para ocultar la identidad real que para reafirmarla, para discriminar y ser discriminado.
El hombre siempre ha sufrido de un grave enfermedad, la ambición, esa que le ha llevado a buscar el poder sobre todo y sobre todos, ese poder que genera competencia y que no ha servido para otra cosa que para generar sufrimiento y muerte en manos de un puñado de individuos con cada día más y más ambición desmedida.
La apariencia entonces, insisto, ha resultado la mascara, el disfraz que cada individuo moderno usa para no revelar su identidad real, pues conocer realmente a alguien es en estos tiempos una vulnerabilidad, por costumbre la gran mayoría de los hombre y mujeres inician a reconstruir sus identidades aparentando lo que no son, a veces por vergüenza, otras por ignorancia, otras por conveniencia, pero siempre aprendiendo a aparentar para engañar, mentir ante otros, tanto así que algunos llegan al exceso del auto engaño.
Personas que aparentan ser confiables, empáticas, honestas, probas, etc, pero que no lo son, personas que bajo una cosmética de apariencia física impecable se convierten en el símbolo de la discriminación racial, pero que la gran mayoría de la sociedad aceptan pues esa sociedad igualmente tienen que aparentar no ser presas de la baja autoestima que les vulnera y creer que hay remedio a su frustración.
Tal vez así inició la religión cuando alguien pretendió una conexión divina ante el resto por ambicionar poder, el resto aparentó tener fe y esperanza a sabiendas de que dejaban todo en manos del primer psicopata que descubrió el beneficio de una doctrina. De ese punto en adelante la historía se cuenta sola.
No sólo es aparentar con maquillaje, vestido y actuación, es manipular a otros y engañarlos con la fe, la esperanza, pretendiendo escuchar y ser fraterno con otros, es propiciar con ello traspasar la apariencia de otros para ingresar en la vulnerabilidad la debilidad ajena para explotarla.
Quien aparenta ser solo tiene dos motivaciones; su propia baja autoestima que le vulnera o la vulnerabilidad de otros a causa de baja autoestima, sea cual sea la razón ambas resultan en una víctima y un victimario.
El provecho inmediato de quien pretende, de quien aparenta ser es inmediato, la atención de otros es patente pues existimos en una sociedad en donde la inconformidad es la norma, cuando alguien entiende el concepto de aparentar como clave del engaño tiene asegurado el éxito entre la mayoría.
Pretender, aparentar, engañar, aprovecharse de la desventura o carencia ajena es hoy la moneda corriente de quienes tiene y persiguen el éxito social y el poder, pues no hay alguno que realmente refleje sus virtudes y vicios de modo pleno, no hay un político, empresario o personaje influyente o famoso que este dispuesto a des-encarnarse de una apariencia falsa que es ya parte de una personalidad corrupta pero que causa tanta idealización de el resto que también lleva un disfraz de medias verdades o mentiras.
Por ello no sorprende que cualquier hijo de la chingada a sabiendas corrupto y nefasto como ser humano se vista de ciudadano honesto y justo, un servidor público con alta consciencia social más honesto que Job y que Abraham juntos, polítiquillos de mierda que convencen a millones con un barniz de mentiras evidentes.
Pretenciosos y arrogantes que lideran a millones de pretenciosos más, pues no hay quien este dispuesto en esta sociedad frívola y narcisista a levantar la mano y descubrirse de su disfraz o mascara a riesgo de ser canibalizado.
Por ello bien haríamos en considerar que hasta nosotros mismos somos presas de un monumental engaño llamado apariencia, pues los gobernantes de este país de mentiras y corrupción son maestros de la apariencia y saben perfectamente que quienes los eligen igualmente prefieren aparentar que todo mejorará antes que aceptar que realmente son unos pendejos.
-V.Roccas.