Por David Martín del Campo
Saber o sospechar, tener certezas o aproximaciones, responder que 9 x 7 es 63 y no “¿me podría dar otros datos?”. Está por concluir el sexenio que se declaró enemigo del conocimiento. “Esos científicos y doctores de Harvard que sólo vienen a servir a los de mero arriba en sus trapacerías”.
Mejor no saber mucho, vivir en la incertidumbre ciudadana y que el gran saber quede para los personajes televisivos, el doctor Armando Hoyos (creación de Eugenio Derbez) o el doctor Walter White (de la formidable serie ”Braeking Bad”). Felices las medianías navegando y celebrando la ignara sapiencia.
Ha sido anunciado el primer medio gabinete donde sobresale, por lo contrario, el estudio a conciencia. Doctores en ciencias, en Biología, en Derecho y Energía.
Un reportaje reciente logró reunir testimonios de los compañeros de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo en la Universidad de California (Berkeley), donde cursó un posgrado de 1990 a 94, migrada ahí con su juvenil familia. Lo mismo que la bióloga Alicia Bárcena, con su doctorado en Harvard, o el doctor Julio Berdegué, quien hizo posgrado en ciencias agronómicas en las universidades de Arizona y California, ya no se diga el doctor Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM, con estudios de posgrado en Rochester.
No creo que ellos, y sus similares por anunciarse, hayan obtenido sus diplomas y doctorados “para servir a los de mero arriba en sus trapacerías”. Faltaba más.
¿Pero de dónde ese desprecio y aborrecimiento por la ciencia y los estudios? Habrá que darle vuelta a esa página de resentimiento.
Lo más sorprendente ha sido el nombramiento de la doctora Rosaura Ruiz como titular de la nueva Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación. Ruiz Gutiérrez, bióloga titulada, cursó un posgrado en la Universidad de Irvin, California.
Al parecer se perfila un periodo en el que privará el conocimiento científico sobre las grillas tribales. Ministras con tesis plagiadas, agrónomos improvisándose en exploración petrolera, líderes magisteriales catapultados como titulares de la educación nacional. Un periodo en el que privó más la “lealtad partidaria” que la eficiencia y la preparación.
Al parecer el CONACYT se extinguirá, y sus más de veinte planteles a lo ancho del país (Ensenada, Mérida, Saltillo, Querétaro, Guadalajara y San Cristóbal de las Casas) quedarán fusionados en la inminente SCHTI. Es de presumirse que la ofensiva contra los científicos disidentes, y la profesión de fe a los “saberes ancestrales“ bendecidos por el copal y los cascabeles, queden arrumbados tras el horizonte.
Los desafíos de la ciencia, por lo demás, siguen siendo los mismos desde los años de Darwin. Responder a las interrogantes del Universo, interpretar el mundo material que nos rodea, transformarlo para enriquecer la existencia humana y, muy importante por novedoso, modificar los usos industriales en beneficio del medio ambiente. Sin la ciencia la evolución del hombre habría sido imposible, incluyendo los inventos en la medicina, la alimentación, la guerra, la vivienda, las artes, el transporte, las comunicaciones y el asueto.
Los pendientes no son pocos. La energía no tiene más vocación que la sustitución de los energéticos fósiles (carbón, gas, petróleo), causantes del cambio climático evidente en los 51 grados de temperatura registrados la semana pasada en Sahuaripa, Sonora.
Lo aseveró el gobernante de Singapur Lee Kuan Yeg, quien se encargara de sacar el emporio asiático del “pozo negro de la miseria y la degradación”. Dos fueron las acciones que impulsó Harry Lee para lograrlo en los años de su largo mandato: pena de muerte a los delincuentes (homicidio, narcotráfico, corrupción), y una política de “Educación y Aire Acondicionado” a todos y sin límite.
Los desafíos del nuevo gobierno son los mismos que hace seis años, pero agravados por la pandemia del Covid. Existe una generación de muchachos (de 9 a 14 años) que prácticamente no saben leer ni resolver una regla de tres. Ingeniería, computación, inglés, porque el afecto a don Benito nos viene por genética. Es la oportunidad de la ciencia.