Recientemente, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, anunció la creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SCHTI), elevando el actual Conahcyt, creado en 1970 durante el sexenio de Luis Echeverría, a un rango de mayor importancia gubernamental. Este movimiento llega después de un sexenio en el que el apoyo a la ciencia y la tecnología ha sido, en el mejor de los casos, insuficiente.
Aplaudo esta decisión como un reconocimiento tardío pero necesario de la relevancia que estas áreas tienen para el desarrollo de nuestro país.
Sin embargo, la creación de una nueva secretaría plantea interrogantes importantes sobre su funcionamiento y sus verdaderas capacidades para impulsar el progreso. No basta con cambiarle el nombre a una institución; es de suma importancia que esta nueva dependencia logre superar los obstáculos que históricamente han frenado la innovación en México.
Uno de los principales desafíos que enfrentará la SCHTI es la bendita burocracia mexicana. A menudo, los emprendedores y científicos se encuentran atrapados en un laberinto de trámites que ralentizan o incluso paralizan totalmente sus proyectos. La nueva secretaría debe enfocarse en simplificar estos procesos, eliminando barreras innecesarias que impiden la rápida implementación de nuevas ideas.
El gobierno debe reconocer que la innovación y el desarrollo tecnológico no pueden depender exclusivamente de fondos públicos. Es vital fomentar la inversión privada a través de incentivos fiscales y financieros que atraigan capital y promuevan la creación de startups y empresas tecnológicas. Solo mediante una colaboración efectiva entre el sector público y privado podremos generar un entorno propicio para el avance tecnológico.
La educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) es la base sobre la cual se construyen las sociedades avanzadas. Según la UNESCO, solo el 35% de los estudiantes matriculados en carreras relacionadas con STEM en la educación superior a nivel mundial son mujeres. En México, este porcentaje es aún menor, lo que indica una urgente necesidad de programas que promuevan la igualdad de género en estas áreas.
La SCHTI debe implementar programas que vayan desde la educación básica hasta la superior, asegurando que los jóvenes estén preparados para enfrentar los retos tecnológicos del futuro. Es esencial comenzar a introducir iniciativas como talleres de robótica y programación en las escuelas primarias y actualizar constantemente los planes de estudio universitarios para incluir las últimas tendencias y tecnologías emergentes.
También es fundamental promover la inclusión de mujeres y grupos marginados en estas áreas, ampliando así el pool de talento disponible. Un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestra que solo el 8% de las mujeres en México se gradúan en una carrera de STEM, en comparación con el 26% de los hombres. Al implementar becas específicas, mentorías y campañas de concientización, la SCHTI puede contribuir a cerrar esta brecha de género. La inclusión de grupos marginados no solo es una cuestión de justicia social, sino que también tiene beneficios económicos.
De acuerdo a varios informes, la diversidad en la fuerza laboral puede aumentar la innovación en un 20% y mejorar los resultados financieros de las empresas en un 33%. Garantizar que todas las personas tengan acceso a una educación STEM de calidad permitirá a México maximizar su potencial competitivo a nivel global.
La colaboración entre la academia, el gobierno y la industria es esencial para la aplicación práctica de la investigación. La SCHTI debe crear alianzas estratégicas con empresas tecnológicas y sectores industriales clave, facilitando el intercambio de conocimiento y recursos. Estas sinergias pueden acelerar el desarrollo de tecnologías emergentes y su implementación en el mercado.
Si bien la investigación básica es crucial, la investigación aplicada tiene un impacto más inmediato en la sociedad. La nueva secretaría debe priorizar proyectos que generen beneficios tangibles en la economía y la calidad de vida de los ciudadanos. Esto incluye áreas como la salud, la eficiencia energética, la biotecnología y la inteligencia artificial.
La futura Secretaria, Rosaura Ruiz, enfrenta una tarea verdaderamete complicada. Su trayectoria como bióloga, catedrática e investigadora la convierte en una candidata idónea para este puesto, por lo menos en papel. Rosaura ha sido directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM y la primera presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias. Asimismo, ha liderado la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, demostrando ya una probada capacidad para manejar grandes responsabilidades.
Su perfil académico llama la atención, es doctora en Ciencias Biológicas con una extensa carrera dedicada a la investigación de teorías evolutivas y la publicación de un grán número de artículos en revistas de prestigio nacional e internacional. Sin embargo, la gestión de una nueva estructura burocrática a nivel federal será un reto nuevo, y su éxito dependerá de su habilidad para implementar cambios efectivos y promover una verdadera cultura de innovación.
La creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación es un paso significativo hacia el reconocimiento de la importancia de la ciencia y la tecnología en México, algo que honestamente nos habían quedado a deber desde hace muchos años. Sin embargo, el verdadero desafío radica en su capacidad para implementar cambios reales.
Es esencial que esta secretaría elimine las trabas burocráticas que históricamente han obstaculizado la innovación. Igualmente, debe fomentar un ecosistema donde la inversión privada sea incentivada y la colaboración con la industria se fortalezca, ya que la tecnología se crea, desarrolla e implementa en el sector privado, no en el gobierno. La educación en STEM no puede ser una mera prioridad en el papel; necesita ser una estrategia nacional con currículos adaptados a las demandas del futuro. Solo con un enfoque realmente decidido y práctico podremos liberar el potencial que creo que puede tener México y empezar a posicionarnos como un país tecnológicamente emergente