Joel Hernández Santiago
En Estados Unidos hay una crisis política. Es la definición de quién será el candidato Demócrata a la presidencia de ese país.
Las elecciones están previstas para el primer martes de noviembre próximo y aunque todavía hay tiempo para hacer cambios, lo evidente es que Joe Biden demostró en el debate del jueves pasado en Atlanta, Georgia, que difícilmente podrá continuar su estancia en la Casa Blanca, por la vía de la reelección.
Ya desde hace tiempo muchos demócratas en EUA han pedido una revisión de su candidatura, toda vez que su edad y su estado de salud podrían ser un impedimento serio en su enfrentamiento con el republicano Donald Trump, quien mostró enorme rudeza para evidenciar a un Biden disminuido; mostró también gran capacidad para la mentira, el engaño, la fanfarronería, la agresión.
En diversas ocasiones Biden se ha descompuesto en ceremonias públicas. Tiene 81 años de edad y aunque esto no sería impedimento, sí lo es que de pronto pierde el hilo de su discurso, confunde nombres de personas o mandatarios, camina con rumbo desconocido en eventos internacionales como ocurrió el 13 de junio durante la Cumbre del G-7.
Ese día Joe Biden parecía desorientado y los funcionarios tuvieron que volver a centrarlo. Pudo verse cómo se encamina a uno de los paracaidistas que acababan de realizar una demostración ante los dirigentes de varios países y se aleja, perdido, de los mandatarios ahí presentes.
A fines de enero y principios de febrero de este año, tuvo tres confusiones públicas: El miércoles 31 de enero mencionó en un mitin que mantuvo una conversación en 2021 con el ex canciller alemán Helmut Kohl, fallecido en 2017…
… El domingo 4 de febrero citó una charla que, supuestamente, mantuvo en 2021 con el expresidente francés François Mitterrand, quien murió en 1996; esa misma semana, el 9 de febrero, cuando hablaba del presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, lo confundió con Andrés Manuel López Obrador, presidente de México…
Pero la gota que parece derramar el vaso es, precisamente, el citado debate del jueves 27 de junio. Ese día Trump abusó de la condición de Biden y se lanzó con todo en contra de los actos de gobierno del mandatario demócrata vigente.
Acusó-señaló-mintió-mintió-mintió en temas conocidos por los estadounidenses como el asunto migratorio y el tema económico o de las relaciones internacionales de su país e incluso lo acusó de pro-palestino en un país en donde el capital judío es extremo y beligerante.
Si el Partido Demócrata de Estados Unidos decide que Biden continúe en su intento por reelegirse es altamente probable que no gane las elecciones y sí le facilite el triunfo a Donald Trump, a pesar de los graves procesos legales en los que está involucrado en este momento, lo que no es impedimento para su candidatura republicana.
Pero a todo esto, el tema sigue siendo México. Ambos personajes tienen a México como ejemplo de cómo se deben hacer las cosas o cómo no se deben hacer.
El tema es que hoy el discurso de Trump contra México sigue siendo el mismo de su candidatura en 2016: cargado de agravios, burlas, acusaciones, amenazas, desplantes, e incluso, en esta ocasión, ha llegado a decir que de llegar a la presidencia de su país podría utilizar al Ejército de Estados Unidos para perseguir a narcotraficantes mexicanos, en territorio mexicano.
Dijo en el debate que él consiguió todo de México a cambio de nada, y que en cambio Biden ha sido laxo en sus negociaciones con México. Que de llegar a la presidencia, Trump endurecerá su trato hacia México en el tema migrante. No se contiene en amenazar con sanciones económicas e incluso mantiene su ideal de crear un muro a lo largo de toda la frontera con México…
Cierto que las relaciones de México con EUA son históricamente difíciles. Los mexicanos, en general, ven a los Estados Unidos con rencor por los hechos históricos conocidos –la pérdida de Texas y más de la mitad del territorio mexicano, a lo largo del siglo XIX-; intervenciones militares y tanto más.
Los Estados Unidos ven a México con desprecio. La mayoría de sus gobiernos así lo han visto desde el siglo XIX y durante los eventos más relevantes de la historia mexicana. Fueron pieza clave en el golpe de Estado de Victoriano Huerta en 1913, con la muerte de Madero y Pino Suárez…
Pero eso es. Es historia. Y no se puede borrar. Pero sí se puede evitar que las relaciones entre ambos sean desequilibradas y atrabiliarias. México ya no está en punto crítico como ocurrió en el siglo XIX y a principios del XX. Sin embargo la desigualdad económica y social es evidente aun hoy.
Tanto demócratas como republicanos mantienen la tentación de presionar a México por distintas razones primarias: México es un país que le importa a EUA por asuntos de seguridad nacional; México es un país de enlace con los países latinoamericanos. México es su socio comercial más importante. México exporta bienes y productos a EUA que urgen a ese país y sus habitantes.
Pero de todos modos lo que se decida en el partido Demócrata, si hay cambio de candidato o no (John F. Kennedy Jr., ha dicho que está dispuesto a entrarle al quite si se retira Biden), la relación puede difícil, pero también puede ser menos ríspida que con Trump, siempre abusivo, atrabiliario e ignorante del derecho internacional y los derechos humanos…. Y su odio a México, y a lo mexicano.
La relación México-EUA, se presagia aún más difícil. El gobierno mexicano debe estar alerta para utilizar los mejores instrumentos del derecho internacional, la razón y la justicia como instrumento de su defensa en caso de agravios graves.