Eduardo Sadot
La legitimidad en el ejercicio del poder de los presidentes de la república, se aprecia cuando un político llega a ese cargo, cumpliendo con los procedimientos que establece la constitución para ocupar el puesto de presidente de la república, ello incluye la cantidad de votos con los que llegue y que en el proceso electoral no exista duda de su limpieza con que llegue, sin sombra o sospecha de fraude.
De acuerdo a datos históricos de la elección de 1910, el presidente Porfirio Díaz gana las elecciones con18,625 votos, equivalente al 98.96 % de los que se presentaron a votar, frente a 196 votos de Francisco I Madero, equivalente al 1.04% de los electores. Ante esas cifran el fraude era evidente. En ese año la población de México era de 15 millones doscientos mil habitantes, 7.5 millones eran hombres y 7.7 eran mujeres, pero las mujeres no votaban en ese tiempo, el 42 % de la población era menor de edad, lo que significa que teóricamente solo estuvo en condiciones de votar el 58 % de la población varonil, porque las mujeres no votaban, lo que da una cifra de aproximadamente de cuatro millones, que pudiera ser el cálculo del padrón electoral de la época y solo votaron poco más de 18 mil ochocientos, así al abstencionismo en esa elección fue del 99.05. % y Porfirio Díaz ganó con el .05 % de votos con lo que gobernaba, obviamente sin legitimidad, así, más o menos, evolucionó en gobiernos posteriores.
En 1988 México tenía 80 millones de habitantes 971 mil habitantes, un padrón de electores, de 38 millones 74 mil 926 votantes y votaron 19 millones 801 mil 218 electores, significa que salió a votar el 52% del padrón y hubo un abstencionismo del 48% Salinas obtuvo 9 millones 687 mil 926 votos el 50.36% de votos emitidos pero si consideramos los que no votaron o abstencionistas, más los que votaron en contra, su legitimidad es el equivalente al porcentaje de votos que lo llevaron a la presidencia, comparado con el total del padrón general de votantes, Salinas gobernó, con el cerca del 10% de la voluntad popular, y esa es su legitimidad.
En sentido contrario tuvo un rechazo del 90% si contamos a quienes no votaron sumados a los votos en contra; Cuauhtémoc Cárdenas 5 millones 929 mil, 585 votos equivalente al 31.12 % y Manuel Cloutier, 3 millones 208 mil 584 votos, equivalente al 17.07% de los votos. Salinas casi duplicaba la cifra de votos de su contrincante más cercano, Cuauhtémoc Cárdenas, pero por la caída del sistema con Bartlet entonces secretario de gobernación, el presidente Salinas se pasó todo su sexenio, trabajando como si estuviera en campaña para legitimarse, dio golpes de timón como el encarcelamiento del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia (la Quina) para legitimarse y crear las condiciones para que el PRI no perdiera las siguientes elecciones.
En el 2024, con un padrón de 60 millones 115 mil 184 electores, Sheinbaum con sus aliados obtiene 35 millones 924 mil 519 votos, equivalentes al 59.75% de los votos emitidos – que no del total del padrón, porque resta porcentajes de aceptación – Xóchitl 16 millones 502 mil 697 votos y Jorge Álvarez 6 millones 204 mil 710 votos, el 10.32% de los votos.
Así, la legitimidad de Sheinbaum, es del 31% pero con un abstencionismo del 39%, más los votos en contra, tiene un rechazo de cerca del 69% de los mexicanos, ello la obliga también, como en el caso de Salinas, a legitimarse congratulándose con ese 69% que no está de su lado, en cuyo caso aún así sigue siendo minoría, frente al total del universo de electores. A diferencia de su antecesor que llegó con el 31% de legitimidad y como ella un 69% de rechazo, su antecesor no estuvo cuestionado por la claridad del proceso electoral.
Cómo legitimarse: proyectando distancia de su antecesor, combatiendo la corrupción – incluída la de familiares cercanos a su antecesor – del sexenio anterior, del cual también formó parte; asumiendo indiscutiblemente su liderazgo en el poder legislativo y dejando claro su liderazgo frente a los gobernadores, de no hacerlo, pasará a la historia como la primer mujer pelele de un “macho” que le ordenó y gobernó por encima de ella y de su mandato popular. De ése tamaño es el reto. Además no sería raro que el día que le entregue la banda presidencial, le dé un beso como el del día que la recibió en Palacio.
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