homopolíticus
pavesoberanes
Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan.
George Jean Nathan
Hace 34 años —este agosto hará 35—, Vargas Llosa soltó que México era «la dictadura perfecta». A 812 kilómetros de la Ciudad de México, el presidente Salinas llamó «buen novelista» a quien ganaría los premios Cervantes, cuatro años después, y el Nobel en 2010.
Dos días después, el multipremiado escribiente peruano-español-dominicano abandonó México, lo que fue interpretado como un destierro político con el sello de la casa dictatorial salinista-priísta.
—Espero no parecer demasiado inelegante por decir lo que voy a decir, empezó.
«México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México», firmó el autor de La fiesta del chivo —«[…] Trujillo, tan cuidadoso, refinado, elegante en el hablar —un encantador de serpientes cuando se lo proponía—, de pronto, en las noches, luego de unas copas de brandy español Carlos I, podía soltar las palabras más soeces, hablar como se habla en un central azucarero, en los bateyes, entre los estibadores del puerto sobre el Ozaina, en los estadios o en los burdeles, hablar como hablan los hombres cuando necesitan sentirse más machos de lo que son»—.
Se refería Vargas Llosa al PRI-gobierno. El Partido Revolucionario Institucional [PRI] que tanto progreso y desarrollo trajo al país con presidentes lo mismo de izquierda que de derecha, cuyos giros ideológicos se dieron a conveniencia de tiempos y coyunturas, en nombre de la democracia interna, y que hoy para muchos, no para todos, es el Revolucionario Institucional Partido [RIP].
El laureado escribiente no dijo ninguna mentira, como Salinas, sonriendo. En ambos se impuso entonces la congruencia. Ese tiempo el PRI contaba 60 años en el poder y tenía el respaldo de los más en el país, como hoy MORENA, cuyo color Pantone 1805 tiñó de la mezcla deslavada del verde y el rojo priísta. La Cuatroté que no ha hecho más pública la vida pública, es la nueva dictadura perfecta y tratar de negarlo sería un acto de escapismo de la realidad.
En 2019 mostró Vargas Llosa su temor de que México volviera a ser la dictadura perfecta, a un año de la tercera alternancia, con el partido del presidente López Obrador. A pregunta del público, en el museo de Memoria y Tolerancia, Vargas Llosa respondió entonces: «Mucho me temo que este gobierno esté retrocediendo un poco a México». Este 2024 perdió el PRI —que no diga el desahuciado PAN que perdió por culpa el PRI—, pero ganó Alejandro Moreno, el heredero único hasta 2032 de aquel partido hegemónico de la dictadura perfecta, si antes no hay responsos camino al camposanto, partido dictatorial que se disfrazó de dictablanda morenista.
letraschiquitas
Confió Edgar Maldonado, representante de la gobernadora electa Margarita González para efectos del proceso de recomposición política gubernamental, que habrá Cero Tolerancia del gobierno entrante con el saliente —el de Cuauhtémoc Blanco—, de ser encontrado culpable de quebranto a la Hacienda Pública***. En su rol de buenaondita, el diputado Pancho Sánchez negó toda posibilidad del asalto a los caudales públicos de los magistrados del poder Judicial, que hasta con un año de aplastarse en la silla, pretenden jubilación de por vida y de por muerte, como herencia malhabida***. Los diputados del PAN, que no legisladores, Guadalupe Gordillo, Pancho Sánchez, Ángel Adame y Óscar Cano, planearon robar los votos de 15 próximos diputados a la Legislatura 56, al reformar abusivamente la Ley Orgánica del Congreso de Morelos y así evitar que MORENA tenga el control político del Legislativo.