El jueves por la noche, alrededor de las 8:30 p.m., una explosión sacudió el tranquilo municipio de Kawaguchi, en la prefectura de Saitama, a unos 10 minutos al norte de Tokio. El estallido no ocurrió en un lugar típico como una fábrica o una gasolinera, sino en una unidad residencial en el tercer piso de un edificio de 15 plantas.
El incidente no se debió a una fuga de gas accidental, sino a una acción deliberada del inquilino, un ciudadano chino de unos 40 años. Según informes de la policía, el hombre había abierto intencionalmente las válvulas de gas en un intento de suicidarse. Sin embargo, tras arrepentirse y cerrar las válvulas, decidió abrir una ventana y fumar un cigarro. La chispa del encendedor encendió el gas acumulado, provocando la explosión.
El hombre sufrió quemaduras en todo el cuerpo y fue trasladado al hospital, donde, a pesar de su estado, agredió a un oficial de policía, lo que resultó en su arresto por obstrucción de la justicia. Seis residentes del edificio también resultaron heridos, aunque sus lesiones no son graves. Además, 148 residentes fueron evacuados temporalmente y las ventanas de un edificio de oficinas cercano, a unos 60 metros de distancia, fueron destruidas por la fuerza de la explosión.
La gravedad de las quemaduras del hombre no ha sido completamente revelada, pero el incidente ha dejado claro el impacto devastador que un acto desesperado puede tener no solo en el individuo, sino en toda una comunidad.
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