Eduardo Sadot
A todos nos gustaría estar bien pagados, contar con un salario digno, bien remunerado, a trabajo digno salario digno, trabajas bien que te paguen bien, si haces que trabajas, hacen como que te pagan, y se engañan ambos, el trabajador y el que paga.
Queda aclarar, qué es “salario digno”, que llamar un trabajo bien remunerado, aquel que permita satisfacer necesidades elementales, a veces, algún gusto, capricho o exceso, cumplir con las necesidades familiares, más un remanente para ahorrar, que el fruto de los ahorros alcancen para viajar una vez al año, y así, aún quede un remanente para la vejez.
Eso podría ser el salario ideal quizá, pero en cada concepto hay también sus “asegunes”, como si se tiene la capacidad para realizar un trabajo, que tengan las habilidades, conocimientos, destrezas, vocación, voluntad, intención, honestidad, ética y gusto por realizar el trabajo encomendado o sin tener todas esas cualidades, porque lo atractivo del salario hace que la persona lo realice bien, pero si se hace a disgusto, con desagrado, desmerece el cumplimiento de la obligación, evidencia que no se está en el lugar adecuado, otro aspecto, es el trabajo a realizar; caso extremo: el buso en la ciudad de México cuya virtud y fama se basa en su habilidad y valor o talante para realizar su trabajo, sumergirse en las cloacas del drenaje a limpiar, de todo tipo de basura obstáculo o desecho que obstruye la salida de los drenajes, considerando todo lo asqueroso que pueda haber en ese drenaje y, nos preguntamos, por qué lo hace, porque le gusta sumergirse en el estercolero o porque el pagan bien.
Así las actividades consideradas sucias o desagradables en una sociedad, limpiar los excusados, recoger la basura, limpiar un escenario criminal, donde hubo víctimas por hechos sangrientos, por escatológico que pueda parecernos o hasta el lugar donde nuestra imaginación nos arrastre.
En el trabajo es definitorio la determinación que imprimimos a la realización de la responsabilidad. En un mundo ideal lo óptimo es hacer lo que nos gusta, lograr hacer lo que nos gusta y que encima nos paguen por ello es lo ideal, pensemos en los marinos encargados de la limpieza y mantenimiento de un barco para los que hacerse a la mar significa un privilegio, que les paguen por lo que otros tienen que pagar para disfrutar de una travesía marítima o la anécdota del tipo humilde que vende sus artesanías a orilla del mar y que el visionario inversionista o empresarios le propone que haga más para vender más y el tipo le pregunta – para qué – el inversionista explica, pues para que gane más – el tipo le insiste – para qué – pues para que tenga más dinero, y vuelve a insistir – y para qué – pues para que pueda vivir a orilla del mar y disfrutar de la naturaleza y el tipo le contesta. Pues eso hago diario.
La ambición es mala consejera, cuando por ambición se realiza un trabajo, improvisan, las ocurrencias hacen dar tumbos, provoca desperdicio de recursos, económicos, materiales y humanos, la ignorancia, la cultura, la educación y la capacidad para el trabajo, son como los dientes, cuando no los tienen se nota. Y no merecen el dinero que reciben.
Y para los que ya no trabajan y reciben pensión, ahora que hay una inflación de más del 100% en seis años, a ver para que alcanzan las pensiones de los adultos mayores, acaso para comprar un kilo de tortillas y medio aguacate diario y nada más.
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