Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
El todavía novel rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Leonardo Lomelí, acudió a la Universidad Anáhuac, campus norte, y en una catedra inaugural, llamada “conferencia magistral”, reveló a estudiantes y maestros el hilo negro: Ninguna universidad puede resolver sola el problema de la creciente demanda de plazas estudiantiles.
Y no es que al economista, historiador y académico no le asista la razón, pero resulta una verdad de Perogrullo que poco aporta al análisis del grave rezago que en la materia padecen las universidades públicas mexicanas y más aún la UNAM.
En promedio, cuatro de cada 10 jóvenes entran a la universidad. Según datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, entre 500 000 y 700 000 estudiantes no logran ingresar a una de las máximas casas de estudios en México, con datos de 2023 y 2024.
Las autoridades universitarias –producto de una institucionalidad vertical que no permite los mínimos de participación democrática de la comunidad y, por el contrario, estimula el predominio de grupos de poder con tintes caciquiles, como el de José Narro Robles–, dieron a conocer el 18 de julio los resultados del examen de admisión a licenciatura 2024-2025, mediante el cual fueron aceptados sólo 14 151 estudiantes, menos de 10% de los 143 427 que se presentaron, y los rechazados son 129 276 aspirantes.
Es decir, el 90% no fue aceptado, bajo el argumento de que no aprobaron el examen de admisión al no cubrir las calificaciones exigidas y al decir del presidente Andrés Manuel López Obrador a lo largo de casi seis años en las mañaneras, son una coartada para justificar el rechazo de la autodenominada “universidad de la nación”. Perdón, pero no hace honor a tal nombre con rechazos multitudinarios de estudiantes que forman parte justo de la nación.
Postuló el doctor Lomelí Vanegas que se requiere hacer un nuevo esfuerzo educativo “de gran envergadura” en México, como hace 103 años, porque es un factor fundamental para el desarrollo económico y la transformación social. Se demanda, subrayó, invertir el 1% del producto interno bruto anual en ciencia, tecnología e innovación, y elevar en .5% el presupuesto en educación superior.
Cierto, mas no son pocas las universidades que envueltas en el discurso de la autonomía universitaria, que ya ni siquiera festejaron el 26 de julio, no rinden cuentas a la sociedad, mantienen burocracias doradas harto costosas, equipos deportivos que no aportan un centavo pero la UNAM gasta decenas de millones de pesos anuales, otorgan jugosas pensionan a los exrectores y alguno como el de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla montó sus propias universidades privadas usando recursos e infraestructura de la BUAP, para no hablar del grupo que pone y dispone en la Universidad de Guadalajara.
Con tales prácticas irregulares, corruptas, no existe economía ni sociedad capaz de enfrentar tal tren de gastos y derroches, por más que se realicen al amparo de la autonomía universitaria.
Está muy bien que la matrícula de educación superior nacional más que se duplicó al pasar de 2.1 a 4.5 millones de estudiantes entre 2000 y 2018. Pero ese crecimiento, lamentó Leonardo Lomelí, “no ha estado acompañado del incremento correspondiente en el gasto público”. Y menos aún en tiempos de austeridad republicana como punto de referencia básico de la Cuarte Transformación, donde el diálogo, los argumentos y la negociación con la Cámara de Diputados son insustituibles.
Acuse de recibo
Conclusión del magistrado del Tribunal Electoral, Felipe de la Mata Pizaña: “El triunfo de Claudia Sheinbaum es el más grande en la historia, la diferencia con la que ganó es tan abismal y abrumadora, que hasta juntando al segundo y tercer lugares seguiría existiendo una abismal diferencia de 13 millones de votos, y no hubo irregularidades”… De Elba Pérez Villalba: “El 95 aniversario de la autonomía universitaria (26-VII-1929) pasó un tanto desapercibido en muchas universidades, pero también sus principios. ¿Será que ya no importan?, ¿no tienen vigencia?”… Sin cita de por medio fui atendido en menos de 30 minutos, consulta incluida, en la Unidad de Medicina Familiar No. 2 del Instituto Mexicano del Seguro Social, por el médico familiar Bladimir Pineda López. Nada que ver con la experiencia en “urgencias menores” de la Clínica 27, donde recibí una atención muy errática y tardía por el médico familiar Noé Martínez Aparicio, con cédula profesional 13445196. Lo anterior, el 27 de julio, tres días después de que la joven médica Leslie Ham Gálvez, cedula profesional 13268878, de Farmacias Similares de Membrillo 180-4, en Azcapotzalco –un pequeño eslabón del por lo general eficiente y gigantesco negocio de salud de Víctor González Torres–, me recetó una variante de la “familia” de la penicilina, a pesar de mi advertencia de ser alérgico, lo que me llevó con el doctor Alexis al hospital Español, donde la atención fue excelente.
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