Carlos Duayhe
Marsella es el puerto francés de quienes allende agradecen el arribo. Provienen mujeres, hombres y niños en su mayoría del medio oriente, de islas mediterráneas, con sus únicos patrimonios: lo puesto, lenguas ajenas, incertidumbres que los llenan.
Se arremolinan en esas calles a arañar pedazos de pan y agua, juntos, contra asechanzas o bondades de extraños, hasta que los barcos alistan su proa hacia otros continentes.
Estrechan sus cuerpos al abordaje, la nostalgia nubla miradas al dejar ese punto como si fuera lo último en su vidas; entonces arrastran tras de sí la línea difusa de las chimeneas de ese litoral, hasta siempre.