José Alberto Sánchez Nava
En medio de un panorama de incertidumbre y temor en Sinaloa, la ex candidata y hoy presidenta electa a la presidencia de la República, Claudia Sheinbaum, decidió acompañar al presidente Andrés Manuel López Obrador en la inauguración de un distrito de riego agrícola este domingo próximo 25 de agosto del año que transcurre, al Estado de Sinaloa. El evento, que podría haberse manejado con discreción o incluso delegarse a funcionarios de menor rango, se convirtió en un acto cuestionable y desafortunado en tiempos donde la prudencia debería ser la máxima.
Sinaloa no es cualquier lugar. Es una región marcada en estos momentos por el poderío del crimen organizado, donde las acciones del Estado se observan con una lupa. La reciente captura de dos miembros poderosos del Cártel de Sinaloa y la trágica muerte del exrector Héctor Melesio Cuén Ojeda han dejado al estado sumido en una atmósfera de inseguridad absoluta. Y en medio de esta tormenta, ¿qué hace la futura presidenta de México? Se presentará acompañando al Presidente en Sinaloa para inaugurar un distrito de riego agrícola.
Es inevitable preguntar: ¿pero qué necesidad? Claudia Sheinbaum, en su calidad de candidata electa, debería estar enfocada en prepararse para el desafío monumental que le espera. Su mandato, que oficialmente aún no ha comenzado, ya se ve amenazado por la violencia y la intranquilidad que sacuden al país. Su presencia en Sinaloa, bajo estas circunstancias, no solo es innecesaria, sino que es un riesgo mal calculado, un desliz en su aún frágil transición hacia la presidencia.
El ambiente social y político en Sinaloa es más peligroso de lo que se admite públicamente. La captura de figuras clave del crimen organizado y la muerte de Cuén son solo las puntas visibles de un iceberg de violencia que amenaza con desestabilizar la región. Ante este contexto, Claudia Sheinbaum debería ser más cautelosa, priorizando la seguridad nacional y su propia integridad. Sus actos previos a la toma de protesta no son meros gestos simbólicos; cada movimiento está bajo escrutinio y tiene repercusiones profundas en la percepción pública y la estabilidad del país.
México atraviesa momentos de incertidumbre. Los sucesos que involucran al crimen organizado y la muerte son recordatorios constantes de la fragilidad del orden social. En este escenario, Claudia Sheinbaum debe comprender que su papel no es el de una figura decorativa que acompaña al presidente en inauguraciones menores. Ella es, desde ahora, la persona que debe empezar a trazar un camino de fortaleza y seguridad para México. Y eso requiere discernimiento, prudencia, y, sobre todo, una aguda conciencia de las prioridades nacionales.
El país no necesita gestos vacíos, sino liderazgo firme. Y ese liderazgo comienza con decisiones sensatas y una visión clara de lo que realmente importa. Inaugurar un distrito de riego en Sinaloa, en este preciso momento, fue una pésima justificación para exponerse innecesariamente. Es hora de que Claudia Sheinbaum tome en serio su papel como futura presidenta, asumiendo que la seguridad nacional es su primer y más grande compromiso.
La política, especialmente en un país tan complejo como México, no deja espacio para errores de cálculo, menos aun cuando se trata de la seguridad y estabilidad del territorio. Claudia Sheinbaum, a poco tiempo de asumir la presidencia, debe recordar que cada uno de sus actos será interpretado como una señal de su estilo de gobierno, de sus prioridades y, lo más importante, de su capacidad para enfrentar los retos que se avecinan.
El hecho de que la candidata electa haya decidido acompañar al presidente a Sinaloa, en un momento tan delicado, envía un mensaje ambiguo. Por un lado, podría interpretarse como un intento de mostrar que no le teme a los desafíos, que está dispuesta a estar presente en los lugares más conflictivos del país. Sin embargo, la realidad es que esta decisión parece más una demostración de imprudencia que de valentía. La seguridad, tanto la suya como la del entorno que busca liderar, debe ser una prioridad indiscutible.
México no necesita que su futura presidenta se muestre en eventos de bajo impacto mediático o político. Lo que el país requiere es que se enfoque en la construcción de un plan de gobierno sólido, que contemple desde ya estrategias claras para combatir la violencia y la inseguridad, que fortalezca las instituciones y que restablezca la confianza en el Estado de Derecho. Su participación en actividades que pueden parecer rutinarias y poco relevantes solo distrae de estos objetivos cruciales.
La ruta hacia la presidencia está llena de desafíos, pero también de oportunidades para demostrar un liderazgo firme y efectivo. Es momento de que Claudia Sheinbaum ajuste su enfoque, priorizando la seguridad y la preparación para el cargo que asumirá, sin distracciones innecesarias. Solo así podrá comenzar a restaurar la confianza en un gobierno que tiene la responsabilidad de llevar a México hacia un futuro más seguro y próspero.